No son, en su mayoría, drogadictos ni marginales,
pero pueden pasar los fines de semana quemando coches, sólo por
divertirse. Se agrupan en pandillas de amigos, pero están muy solos. Pasan
mucho tiempo en casa, y conviven con miles de imágenes violentas en la
televisión, en el cine, en los cómics. Por múltiples razones, los jóvenes
violentos están aumentando en España. En un análisis de esta situación,
Enrique Echeburúa reclama una solución conjunta de instituciones, padres y
educadores.
"Existen, sin duda, ambientes
violentos, pero también otros muchos donde lo que se gratifica es la
solidaridad y la cooperación entre personas"
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Texto: Rami Ramos / Fotos: M.A.Oliva
Como catedrático
de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco, Enrique Echeburúa ha
participado en varias ponencias y proyectos sobre la violencia. Uno de ellos, un
programa de rehabilitación de maltratadores domésticos, ha conseguido un
resultado espectacular: el 70% de los hombres que terminan el programa no vuelve
a maltratar a su pareja. Es un enfoque activo a la hora de abordar la violencia
y, según Echeburúa, hay más. De su mano hacemos un repaso a las causas y
posibles soluciones de la violencia infantil y juvenil.
-La violencia escolar es un problema
mundial. ¿Cuál es la situación real en nuestro país?
-Yo creo que no es excesivamente preocupante. Son más preocupantes otros
problemas en el aula como la indisciplina o la falta de motivación de alumnos y
de profesores. Eso no quita sin embargo que los problemas de integración social,
como problemas de inmigración, fracaso escolar, o la prolongación de la
escolarización obligatoria hasta los 16 años, hayan provocado la aparición de
sectores de violencia. Pero no debemos magnificar esta situación, a mí me parece
que está controlada.
-¿Cuáles pueden ser las causas de esa violencia?
-Por una parte existen problemas individuales, personas de cierta
inestabilidad emocional, impulsivas, agresivas, que tienden a mostrarse de esta
forma también en el colegio; otras veces incide el consumo de alcohol o de
drogas. Existen también modelos familiares inadecuados, por ejemplo si hay
maltrato físico en casa, o familias muy desestructuradas, que no controlan las
imágenes brutales que los niños ven en la televisión, o que llevan a cabo una
glorificación de la violencia, porque realmente les parece bien que sus hijos
-sobre todo los varones- se muestren de forma violenta. Todo esto alienta un
comportamiento violento que surge más fácilmente en el aula, porque el niño pasa
allí muchas horas. Y si además existe el fracaso escolar y el niño se siente
frustrado o marginado, la probabilidad de intentar superar esto por medio de la
violencia es mayor.
-¿Desde qué vertientes se estudia este fenómeno?
-Desde mi punto de vista, es fundamental detectar el peso específico que
tiene cada uno de estos factores en la génesis de la violencia, para en segundo
lugar tratar de prevenirla o, al menos, detectarla de forma temprana. Porque si
la detectamos y a estos niños se les da un cierto apoyo, con un tratamiento
psicológico más concreto, ayudas educativas, o apoyos a las familias, se puede
evitar que esa violencia vaya a mayores.
-¿Cómo se está abordando el problema?
-En este momento hay más consciencia. Se están incluso preparando educadores
para los niños con problemas, no sólo de violencia, sino sobre todo de fracaso
escolar, que está muy ligado. Estas ayudas están especializadas, de tal manera
que se detecte a los niños con dificultades, se les ayude, se entre en contacto
con las familias y en los casos precisos se los derive a centros o programas
especializados de tipo psicológico o médico. Me parece que ésta es una buena
solución y que se está en la línea; otra cosa es que todavía no sea suficiente y
nos encontremos ante retos especiales. Por ejemplo, integrar la inmigración, que
tiene unas cuotas de fracaso escandalosamente altas.
-¿Los profesores están preparados para afrontar este problema?
-Probablemente no en la medida de lo necesario. Quizás porque se está
reforzando más la función de enseñante que la función de educador. Es decir,
existe el reto de ser un excelente profesor de matemáticas, o de lengua, o de
música y en cambio se piensa que la educación es un problema de los padres. El
enseñante se encuentra más cómodo en el ejercicio didáctico de su materia que en
la educación de personas que están a su cuidado ocho horas diarias, durante doce
o trece años de su vida. Esto no quita que haya muchas personas, especialmente
profesores jóvenes, muy motivados, que quieran reciclarse para poder afrontar
los nuevos retos que presenta la educación. Porque los niños difícilmente pueden
estar atentos en clase si no se resuelven estos problemas.
-¿Qué impacto puede tener la enseñanza de la no violencia, cuando la
experiencia cotidiana de los alumnos contradice las ideas enseñadas en clase?
-No es necesariamente así. Lo que pasa es que fuera se ven muchas cosas y la
más aparente es la violencia, pero en cambio no se ve a todas aquellas personas
que están vinculadas a movimientos solidarios, o actividades deportivas donde no
se ejerce la violencia. Quiero decir que los sucesos que afectan a pocas
personas tienen a veces una repercusión mediática mucho mayor, porque lo normal
no es noticia. Afortunadamente no es cierto que en el exterior se encuentre una
jauría de lobos. Existen, sin duda, ambientes violentos, pero también otros
muchos donde lo que se gratifica es la solidaridad y la cooperación entre
personas.
-Algunos dicen que hay que deshacerse de los jóvenes violentos. ¿Qué opinión
le merece?
-En modo alguno. Primero por un nivel de respeto: intentar deshacerse de los
jóvenes violentos es practicar la violencia. Me parece que una cultura
democrática y basada en el bienestar no puede prescindir de unas personas
simplemente porque resulten molestas, especialmente si son jóvenes y tienen toda
la vida por delante. El esfuerzo y el compromiso es intentar canalizar esos
impulsos violentos de forma constructiva.
-Otro fenómeno es la violencia de fines de semana que se da a partir de la
adolescencia. ¿A qué obedece esto?
-En primer lugar a que en el fin de semana se tiene mucho más tiempo libre.
Segundo, a que se consume mucho alcohol y tercero se trata de personas con una
vida bastante pobre, que buscan sensaciones fuertes. Por ejemplo, en Valencia se
daba el caso de quemar 60 ó 70 coches el fin de semana, y además burlando a la
policía, es decir, que se siente uno importante, algo así como "reina por un
día". Esto denota que estas personas llevan una vida extraordinariamente pobre.
No se sienten valorados por los demás y encuentran el espejismo de esas
conductas destructivas, para experimentar un estatus que en su vida cotidiana no
tienen.
-¿Cuál es el grado de responsabilidad de los medios de comunicación en
"crear" esta violencia juvenil?
-Yo no participo de esta crítica generalizada a los medios de comunicación.
Estos desempeñan un papel importante, encienden una luz roja al hablar de estos
sucesos, y la población se percata del alcance del problema. La labor negativa
es que a veces se ceban demasiado en los aspectos sensacionalistas. Por ejemplo,
un hombre que ha asesinado a su pareja no es una noticia para abrir un
telediario, excepto si tiene unas connotaciones especiales. La crónica de
sucesos ha existido siempre, y en España antes se vinculaba al periódico "El
Caso", pero no era motivo de comentario de un periódico serio, o un noticiario
de televisión. Y eso da una imagen distorsionada, recreándose a veces en
imágenes violentas. Cuando entrevistan a los especialistas sobre este tema,
muchos medios quieren que les pongamos en contacto con víctimas, llevarles a la
televisión aunque sea tapándoles la cara. Ese morbo es el lado malo.
-Usted participó como asesor en un estudio del Senado sobre violencia
juvenil. ¿De qué han servido estas ponencias?
-Es muy difícil valorar el alcance a largo plazo. Me parece un granito de
arena dentro de esta sensibilización global, aunque no veo que las medidas que
se han adoptado sean suficientes para hacer frente a este problema. Pero es un
paso más, y desde ese punto de vista quiero valorarlo positivamente. Un fenómeno
como la violencia requiere embarcar a muchos sectores sociales, no sólo a la
policía o los jueces. Me parece que también los padres y educadores tenemos un
grado de compromiso, y mientras estas medidas no se tomen de forma coordinada,
no se hará frente al problema. Y siempre habrá excepciones, que se han dado a lo
largo de toda la historia, pero por lo menos hay que reducir esto a unas cuotas
medianamente aceptables. ∆ |