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EL REGRESO DE LOS DIOSES

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EL REGRESO DE LOS DIOSES

Si el ser humano no hubiera perdido el respeto a los dioses, ahora estaría diciendo que el Dios de la Lluvia, el Señor del Agua, estaba enfadado con la humanidad, y buscaría la forma de contentarlo.
Pero la ciencia se ha impuesto de tal forma a las creencias que ha convertido en superstición todo lo que no se pueda pesar, medir u observar por un microscopio.
Entonces, al ser humano no le queda otro recurso, so pena de ser tachado de paranoico, que decir que el tiempo está revuelto, que el clima anda raro o, los más atrevidos, que andamos metidos en un cambio climático.
Los Dioses, en cambio, han quedado relegados al recuerdo de unas generaciones ignorantes que, al no poseer cultura, tenían un exagerado sentido de lo sobrenatural, y achacaban todos los acontecimientos de sus vidas y de su entorno a todo tipo de divinidades, a las que adoraban, temían y, sobre todo, respetaban.
Con ello, existía un equilibrio entre el hombre y la naturaleza, un equilibrio que estaba basado en el temor del hombre a romper las reglas de los Dioses, reglas que estaban escritas en la misma naturaleza y en su comportamiento.
Pero a medida que la humanidad fue evolucionando, el temor fue desapareciendo al ir descubriéndose las causas que provocaban los efectos. Y con ello, el equilibrio se rompió.
El ser humano sustituyó a los Dioses por leyes físicas y comportamientos lógicos de la naturaleza. Del desconocimiento se pasó al conocimiento, y del temor se pasó a la arrogancia.
Un hombre puede sentirse sobrecogido ante la presencia y el poderío de un Dios, sin embargo no experimenta lo mismo ante el conocimiento teórico de los efectos que pueden desencadenar a largo plazo comportamientos prepotentes con la naturaleza.
El hombre ha perdido el miedo al castigo o venganza de los Dioses, pero con él ha perdido también el respeto a la naturaleza, y ha arrinconado en el trastero de su memoria la verdad, transmitida de generación en generación, que mostraba a los Señores de los Elementos como Dioses encargados de administrar y controlar las energías del Fuego, del Aire, del Agua y de la Tierra para que la vida fuese posible sobre el planeta.
Estos Dioses, estos Señores, no sólo son reales, sino que sin ellos nada existiría, porque la perfecta combinación de sus energías hace posible el nacimiento y el desarrollo de la vida.
Entonces, tal vez los antiguos no eran tan ignorantes, tal vez el conocimiento, de que tanto alardea el hombre moderno, no es necesariamente la base de la sabiduría, porque aunque sí que es importante y constituye la base de la evolución humana, no se le debe separar de otras facultades o capacidades de la mente como son la intuición, la percepción, la visión, o la comprensión instantánea de lo que Es, más allá de la necesidad de demostraciones reservadas a expertos.
El mundo interno y el externo caminan cogidos de la mano, y sólo quien sepa ver en los dos entenderá lo que ocurre.
Y lo que ahora ocurre no es que el Señor del Agua esté enfadado, sino que en unión a sus Hermanos está comenzando a restablecer un equilibrio que el ser humano desde su prepotencia rompió.
Para el individuo humano lo más importante de su vida es lo suyo y los suyos. Para los Señores de los Elementos lo más importante es el planeta y su equilibrio.
Se ha perdido la visión global de una realidad que trasciende lo que los sentidos nos pueden transmitir. Se ha avanzado tanto en lo puramente material que se ha olvidado esa gran verdad metafísica que dice que "materia es espíritu en su más baja vibración".
Y con todo ello se ha perdido el rumbo, porque el ser humano ha olvidado el Origen, su punto de partida, y, como consecuencia, tampoco sabe hacia dónde va.
Ultimamente el Agua nos ha mostrado su incontenible poder, nos ha recordado que el poder del ser humano es limitado, porque lo basa en la posesión, y en unos minutos el agua barre las posesiones y coloca a cada uno ante su más cruda realidad, y es que sólo poseemos lo que somos dentro. Tal vez ese sea el mensaje que los Dioses nos envían, una llamada a la naturaleza original del hombre, un recordar que, a pesar de todo, Ellos siguen ahí, detrás de la escena, ignorados, pero no vencidos.
Es tiempo de reflexión, de rebuscar en lo auténtico para recuperar la sensatez, la cordura, la humildad, la sencillez y, de paso, la relación con los Dioses.
A Ellos no les importa que sigamos investigando, sólo nos recuerdan que lo hagamos respetando el equilibrio, y con él la vida.
Es tiempo de dirigir una mirada de respeto a los antepasados y desempolvar su sabiduría. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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