Entró por la puerta grande de las letras con su primera
novela, Las edades de Lulú, Premio Sonrisa Vertical y hoy traducida
a 21 idiomas. Tras cuatro libros ambientados en Madrid, Almudena se
enfrentaba al reto de cambiar de registro o repetirse. Arriesgada por
naturaleza y con una voluntad de hierro que ella califica de soberbia en
grado máximo, se ha inclinado por lo primero. Ahora la crítica y el
público premian su novela Los aires difíciles.
"El desarrollo que vive este
país, en vez de producir situaciones de mayor exigencia y solidaridad con
el resto del mundo, ha producido una especie de individualismo egoísta muy
acentuado"
"Si una mujer decide hablar de
sexo con sinceridad y naturalidad, habla con la misma naturalidad y
sinceridad que un hombre"
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Texto: Marta Iglesias /
Foto: © Itcíar Guzman
No hay más que
ver las listas de ventas actualmente: sólo tres mujeres y dos de ellas, Rosa
Regás y Ángela Vallvey, con libros premiados. Pero Almudena ha escalado todos
los peldaños hasta colocarse en la más vendida. Y eso que, según sus palabras,
"publicar un libro sin premio, en una editorial independiente, conlleva mucho
trabajo". Para dar el giro que necesitaba su quinta novela se inspira en una
imagen -"Yo siempre parto de imágenes"-, de la Bahía de Cádiz, su lugar de
veraneo desde hace años. "A mí siempre me fascinaba el viento de allí y la
relación que la gente tiene con él, que recuerda a la de los griegos clásicos
con los dioses. Allí los vientos tienen casi un poder omnipotente y la gente
vive instalada en una especie de fatalismo, haciendo planes si los vientos les
dejan. La imagen de la que partí también tiene que ver con esto y es que allí
las casas no se separan con verjas o setos del resto del mundo, sino con muros
compactos de ladrillo de 1,60 para defender el interior de las casas del viento.
Pero eso las convierte en un escondite, así que empecé a pensar a qué clase de
gente escondería yo allí, y ése fue el punto de partida de la novela".
-En 'Las edades de Lulú' mostrabas la osadía, el empuje de la primera novela.
¿En 'Los aires difíciles' te ves más aposentada, más madura?
-Para mí Los aires difíciles es, en cierto sentido, una novela muy
vinculada a una madurez, sobre todo por el proceso de creación del libro. Cuando
estaba terminando Atlas de geografía humana me di cuenta de que hasta
entonces había escrito cuatro novelas que prácticamente eran una tetralogía,
cuatro miradas sobre el mismo mundo. Yo había escrito una literatura muy
testimonial, había escrito sobre mi país, sobre mi ciudad, sobre los conflictos
típicos de mi generación y ya no tenía nada más que contar. O sea, que a partir
de ahí o me repetía, o me callaba, o encontraba un registro nuevo desde el que
escribir. Y Los aires difíciles es el resultado de ese cambio de
registro, algo que para mí era un reto y lo he superado, así que inicio una
segunda etapa. También es un libro más maduro porque creo que madurar como
escritor consiste básicamente en dos cosas: la primera escribir libros en los
que las virtudes se vean y las limitaciones se disimulen -porque todos tenemos
virtudes y limitaciones-, y por otro lado conseguir que los libros resulten cada
vez más parecidos a lo que se quería hacer desde el principio. Y ésta es la
primera vez que al terminar he tenido la impresión de que ésta era la novela que
yo quería escribir.
-Volvamos a 'Las edades de Lulú'. Cuando ganaste el Premio Sonrisa Vertical
el jurado estaba convencido de que el autor era un hombre....
-... un hombre homosexual y mayor, además.
-¿Por qué? ¿Es que las mujeres no sabemos hablar de sexo?
-Sí, claro que sí, y además sabemos hacerlo exactamente igual que los
hombres. El sexo me parece que es una de las dimensiones básicas de los seres
humanos. Cada persona es como es por muchas cosas, y entre otras por su
sexualidad. El problema no es percibirlo sino expresarlo, lo cual no es
innatural en las mujeres, sino que se debe más bien a una cuestión cultural.
Pero si una mujer decide hablar de sexo con sinceridad y naturalidad, habla con
la misma naturalidad y sinceridad que un hombre.
-Cuando publicaste 'Lulú' los hombres empezaron a mirarte con miedo y desde
una cierta distancia ¿Por qué crees que los hombres temen a las mujeres sinceras
y que obtienen éxito con ello?
-Yo creo que a los hombres no les gustan las mujeres brillantes y lo
entiendo perfectamente. Si yo fuera hombre, tampoco me gustarían. Y tampoco hay
que culpabilizarlos. Es mucho más cómodo vivir con una mujer subordinada y
sumisa, que vivir con una mujer brillante y exigente. Pero lo que estas mujeres
dan a cambio vale mucho más y dura mucho más tiempo. Hay que ser valiente para
aceptar ese reto, y en principio muchos hombres optan por la comodidad de llevar
a su mujer a remolque. Yo tengo la impresión de que los hombres sienten que les
han movido la silla. A los de mi generación todavía les han educado de una
manera, les han transmitido una serie de modelos y de repente resulta que las
cosas no son como eran, por lo menos con algunas mujeres. De modo que es lógico
que algunos hombres, probablemente los menos seguros de sí mismos, prefieran ese
tipo de mujer tradicional.
-Para ti los personajes femeninos son más interesantes en el marco de nuestra
sociedad. ¿A qué problemas se enfrenta la española de hoy, sobre los que merece
la pena escribir?
-Yo creo que las mujeres podemos ser más interesantes porque las mujeres
contemporáneas independientes -porque las otras no son nada interesantes-
vivimos en una contradicción perpetua. Y la contradicción es lo que hace que
seamos interesantes. En este momento las mujeres estamos mucho más inseguras de
todo, pagamos un precio más alto por las cosas y vivimos un momento en que los
modelos se confunden. Después de muchos siglos en que todos los hombres y todas
las mujeres perseguían lo mismo, ya no hay modelos definidos, se están
diversificando.
-Eres una lectora exigente, ¿qué le pides a un libro?
-Que me emocione, me conmueva, que me lleve a pensar que mi vida va a ser
distinta después de leerlo. Eso es lo ideal.
-Como contraposición, ¿eso es lo que tú ofreces a tus lectores?
-Eso es lo que me gustaría que pasara con mis libros. Es lo que intento
ofrecer, sí.
-¿Es mejor escritor el que tiene más valor para mirar dentro y aceptarse como
es?
-No necesariamente, porque en un escritor se funden muchas cosas y además de
eso hace falta talento y capacidad de comunicar. Pero en principio sí es verdad
que la gran literatura se nutre sobre todo de la gente que se ha comprometido
vitalmente con sus libros, que ha arriesgado su propia vida en ellos.
-Admiras en los personajes de novela una cualidad que es la tuya: la fuerza
de voluntad. ¿En qué ha repercutido en tu vida personal?
-A mí la fuerza de voluntad me ha llevado hasta donde estoy. Casi todo lo
que he conseguido en la vida ha sido a fuerza de voluntad y de soberbia, que es
un defecto que poseo en un grado tan elevado que en mí se convierte casi en una
virtud. Es lo que ocurre con la soberbia, que cuando es excesiva acaba
convirtiéndose en el motor de la voluntad. Aparte de la capacidad, del talento,
del instinto, sin voluntad no se va a ninguna parte. Camilo José Cela, que es un
escritor con el que no me siento muy vinculada, solía decir una cosa que me
parece básica para esta profesión: "en literatura lo importante es resistir". Y
eso es el evangelio, hay que resistir. Eso es lo importante y eso se logra a
base de voluntad.
-Tu optimismo es legendario, ¿ante qué se arruga hoy en día, viendo como está
el mundo?
-Mi optimismo legendario ha dejado de ser optimismo en algunos casos y mi
última novela es bastante pesimista. A mí en general me gustaba mucho este país
y ser española, pero está empezando a gustarme cada vez menos. España se está
convirtiendo a pasos agigantados en un país trivial, profundamente desmemoriado
y profundamente indiferente respecto al resto del mundo. Y creo que en este
momento los españoles no somos ni Quijotes, ni Celestinas, ni Don Juanes, sino
nuevos ricos. Esta es la auténtica vocación de este país y por eso a veces me
siento hasta un poco ajena a lo que sucede.
-Siempre has estado muy interesada en política, ¿de dónde crees que sale esta
vena de derechas que parece impregnarlo todo?
-Yo creo que tiene que ver con lo que te he contado antes. Este país ha
tenido un desarrollo económico rapidísimo y se ha desprendido de un complejo de
inferioridad secular. Hasta hace treinta años España era un país de gente a la
que le daba miedo viajar, que no hablaba idiomas y que tenía complejo de vivir
en el tercer mundo. Pero el desarrollo, la prosperidad económica y el progreso
tecnológico realmente extraordinario que vive este país, en vez de producir
situaciones de mayor exigencia y solidaridad con el resto del mundo, ha
producido una especie de individualismo egoísta muy acentuado. Entonces España
es un país de gente que está muy contenta de cómo le va en la vida y que no ve
más allá de sus narices. Y éste es el campo de cultivo para que prosperen las
propuestas de la derecha que, pase lo que pase, sigue proponiendo
individualismo, sigue proponiendo libertad frente a igualdad y sigue proponiendo
indiferencia frente al resto de los problemas del mundo. Una prueba de esto es
la importancia que tiene la economía en la política española ahora mismo, porque
ahora la política prácticamente es economía.
-¿Crees que la izquierda que tenemos llegará a gobernar o aún tiene que hacer
méritos?
-Desde luego, si llega a gobernar con los méritos que está haciendo sería
notable. De todas formas, yo tengo la impresión de que el problema que vive el
partido Socialista es el mal universal de la izquierda: la división interna. Ésa
es la especialidad de la izquierda. Yo creo que el PSOE está demasiado sacudido
con debate interno como para cohesionar una oposición eficaz y estamos pagando
el pato todos, porque realmente el Partido Socialista no está haciendo oposición
y está dejando pasar oportunidades buenísimas para tratar de minar al gobierno.
Con los méritos que está haciendo me sorprendería que llegara al poder, lo cual
no quiere decir que no lo desee fervientemente.
-¿Dónde están los límites de tu imaginación?
-Ésta es una pregunta difícil de contestar porque la imaginación es un
territorio resbaladizo, difícil de precisar, una especie de organismo autónomo
dentro de la persona. No sé donde están los límites de mi imaginación, pero creo
que muy lejos todavía, porque la imaginación se alimenta a si misma.
-¿Tus vicios secretos?
-Para eso soy una mala entrevistada, porque soy una persona muy vulgar. No
tengo grandes extravagancias, no bailo, si consumiera drogas tampoco lo iba a
decir en la entrevista... así que no tengo vicios secretos. Supongo que mi único
vicio y es bastante público es leer, que es lo que más me gusta y mi vicio
principal. ∆ |