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EL HOMBRE CRUCIFICADO
E l hombre está siendo crucificado
en la Tierra, en la cruz de la sustancia, en la materia que él mismo elevó a
una dimensión que no le correspondía y que ahora se vuelve contra él para
reclamarle su lugar, su origen, su verdadera identidad.
El hombre renegó de sí mismo y de su Creador, se inventó un "dios" a su
imagen y semejanza, se construyó unas leyes para dominar el planeta y se
creyó poderoso y sabio.
En el tiempo, el Uno envió a su Hijo para mostrar al hombre el camino
correcto, para dejar establecido lo que era real y separarlo de lo que era
sólo ilusión. Pero el hombre crucificó al Hijo, al mensajero del Amor, y con
ello dio su respuesta al Uno.
Un ciclo de tiempo después, dos mil años, tan sólo una vuelta en el eterno
movimiento de la Espiral, la cruz se levanta de nuevo sobre la colina, sobre
toda la Tierra, para recoger el sacrificio del hombre que, siguiendo el
camino del Hijo, derrama su sangre para liberar la vida, para romper las
cadenas, para poder continuar el camino y entrar en el Reino.
Pero, como entonces, hay hombres ciegos que condenan y hombres que son
condenados. Hombres que, reconociendo al Hijo, reconociendo al Amor, dan su
vida para vivir, y hombres que, ciegos por el poder y el egoísmo, desprecian
la vida y derraman la sangre, sin comprender que con ello están dando
definitivamente la espalda al Hijo y apartándose del plan del Padre para la
humanidad.
Y esta vez la Tierra hace de cruz, la madre Tierra, que sufrió y sufre el
desprecio de sus hijos, de las vidas que tanto cuidó.
Y la Tierra entera es una inmensa cruz donde el hombre está siendo
crucificado, donde el dolor no tendrá medida, donde la oscuridad, como
ocurrió en el Gólgota, ocultará la luz del sol a los hombres, para que estos
sientan lo que han invocado, para que estos comprendan lo que han hecho al
apartarse del Amor, del Hijo, y enfrentarse con su soberbia al Padre.
Y en la cruz de la Tierra están también presentes los otros elementos, el
Fuego, el Aire y el Agua, porque los cuatro son los pilares de la Vida y los
cuatro forman la Cruz Superior que se formará en los cielos para indicar que
la crucifixión del hombre ha sido realizada.
Y en la tierra donde se derramó la sangre del Hijo, ahora la sangre de los
hombres es derramada sin medida, y ya nunca habrá paz, porque el Amor fue
crucificado y dio paso al odio, que es quien reina ahora en su lugar.
Pero el odio no puede reinar mucho tiempo sin autodestruirse, porque sólo lo
que nace del Amor puede vivir sin límite, porque sólo lo que pertenece a la
Mente del Padre puede progresar y evolucionar.
Por eso el Padre decide que si el hombre crucificó al Hijo negando el Amor,
ahora el hombre debe ser crucificado para redimir su negación y poder
continuar su camino, y poder entrar en el Reino.
Y así será, aunque no para todos los hombres, pues desde siempre han
existido los emisarios de la oscuridad, los que hacen su trabajo por y para
la oscuridad, y esos son los que levantan las cruces, los que juzgan y
condenan, los que ejecutan y los que se regocijan con la sangre de los
inocentes.
Y la Tierra se irá cubriendo de cruces, y el Fuego, el Aire y el Agua,
destruirán lo que el hombre construyó para que no quede nada que simbolice
la presencia de los falsos dioses, porque aunque el hombre se cree poderoso,
su poder emana de su propia mentira, de la apropiación de lo que no es suyo,
de la imposición por la fuerza de sus principios egoístas.
Así, la madre Tierra recogerá la crucifixión de sus hijos, liberará sus
vidas y las entregará al Padre para que El separe lo que es luz de lo que es
oscuro.
Todo sucede ya. Todo ocurre al mismo tiempo. Este es el tiempo donde pasado,
presente y futuro se funden.
Dos mil años es tan sólo un suspiro en el tiempo de la Espiral. ∆ |
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