Gran defensora de la cultura, Josefina Aldecoa es una
escritora vital y comprometida. En su última novela plantea un debate
sobre las relaciones humanas.
"La mujer, siendo la más débil socialmente,
tiene una capacidad de rebeldía y de decisión hasta arriesgada"
"Para mí la educación ha sido siempre y sigue
siendo el principal problema de un país" |
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Texto:
Elena F. Vispo / Fotos: J. M. López T res
personajes: Berta, Daniel y Teresa. Dos modelos de mujer: la tradicional y la
mujer nueva. Y una pregunta: cómo alguien, pudiendo tener esto último, escoge lo
primero. Ése es el núcleo de El Enigma, la última novela de Josefina
Aldecoa, que encontramos en la lista de libros más vendidos en España. La
escritora está también de actualidad por otro libro, un estudio sobre el Colegio
Estilo, que ella misma fundó y aún dirige. La enseñanza es su otra gran pasión,
y por ello creó una escuela que sigue los pasos de la Institución de Libre
Enseñanza. Una referencia diferente en tiempos de debate educativo.
-En ‘El Enigma’ se enfrentan dos modelos de mujer: por un lado el ama de
casa tradicional, y por otro la mujer independiente. ¿Cómo es posible que aún
convivan ambos?
-Aunque la gama de seres humanos es muy amplia, cuando se hace un libro así
hay que sacar a relucir un prototipo. Pensando en nuestro país y en las
características de la familia tradicional española, la figura de Berta es el
prototipo de una serie de mujeres que todavía existen: la mujer que ve el
matrimonio como un contrato beneficioso, que le va a resolver su vida y la de
sus hijos. El hombre tiene la obligación de cumplir con eso, pero ella no tiene
la obligación ni la necesidad de enterarse de qué problemas tiene él ni de
llegar a conversaciones en las que los dos muestren sus ideas, su posición ante
la vida, etc.
Pero hay otro tipo de mujer. No es sólo la que trabaja y la que no, porque hay
mujeres que se dedican al hogar y son compañeras espléndidas y llenas de
inquietudes.
-¿Y cómo, entre esos dos modelos, se puede preferir el más arcaico?
-Ahí me interesaba el protagonista masculino, el hombre que acepta un
matrimonio convencional y cuando en su vida se cruza la que podría ser la
compañera ideal vive un gran amor, pero se mantiene unido a esa otra postura,
que le resulta cómoda.
Es el misterio de las relaciones humanas, que hace que se quede en una relación
no satisfactoria, pero, rutinaria, convencional. Porque él hasta ese momento no
le ha dado una importancia terrible a su fracaso con su mujer, pero cuando
encuentra otra persona con la que la vida podría ser mucho más equilibrada y
estimulante, una mujer que además de una relación muy satisfactoria le puede
abrir horizontes profesionales y vitales... ¿Por qué no da el paso? Ése es el
enigma. Es un caso que se repite, con muchos matices. Sólo que yo he elegido
éste.
-¿Y cuál es la respuesta? ¿Por qué el ser humano opta por lo malo conocido?
-Pues hablando de seres humanos masculinos, que es la indagación que yo
trato de hacer, en mi opinión hay varios factores. Por una parte está la
comodidad. Hay un momento en el que él dice que Berta es incómoda, pero él se
aísla fácilmente. Pero de algún modo la otra también le resulta incómoda con su
permanente e inevitable crítica intelectual y vital, porque es una mujer que no
se calla, que quiere tener las cosas claras. En general, al hombre no le gusta
tener al lado a alguien muy crítico, por su papel tradicionalmente superior. Y
si además la mujer tiene motivos para criticar porque sabe tanto como él, pues
la cosa se vuelve aún más incómoda. Otro factor es la culpa, herencia de una
tradición religiosa, a lo mejor más de costumbre que de sentimiento. También los
hijos, que tampoco es verdad del todo, puesto que él no se ocupa de ellos gran
cosa. También está la cobardía de romper vínculos ya establecidos, en fin, una
serie de factores, pero el enigma sigue sin resolverse.
-¿Si el protagonista fuera una mujer el resultado hubiera sido diferente?
-Si Daniel fuera mujer la novela sería otra. Que también podría escribirse,
porque la mujer, siendo la más débil socialmente, tiene una capacidad de
rebeldía y de decisión hasta arriesgada. Hay mujeres que se separan y llevan las
de perder, porque generalmente se quedan con los hijos, o el marido no les da
bastante dinero en la separación. Una mujer sensata tiene el valor de romper un
vínculo que parece inamovible, sin necesidad de que haya otra persona.
-Usted es hija de maestra, fundó un colegio atípico del que ahora también es
directora su hija. ¿Qué tiene la docencia en su familia?
-Más que la docencia en el sentido de enseñar, es la pasión por la
educación. La he tenido siempre, por la misma razón por la que me apasiona la
literatura, como contacto con el ser humano. Y también por tratar de ayudar en
los problemas, en el caso de los niños y sus padres. Y, hablando del colegio,
con un programa avanzado. Aunque no tanto, porque está muy basado en la
revolución que supuso la Institución de Libre Enseñanza, a finales del XIX, y
que todavía no se ha llevado a cabo.
-Este colegio se creó como alternativa a la escuela franquista, pero ¿por qué
es necesario ahora?
-No he visto aún la necesidad de dejarlo. Si no fuera necesario no
tendríamos niños, y los tenemos. Si la pública fuese, como debería, excelente,
la gente tendría su salida natural educativa. Pero no es así, por razones de las
cuales no tenemos la culpa ni nosotros ni la escuela pública, sino la sociedad y
la política.
-La educación es un tema candente ahora mismo.
-Sí, en otros momentos quizá no es tan evidente, ahora hay un desconcierto
generalizado que hace que todo el mundo esté preocupado por la educación. Para
mí ha sido siempre y sigue siendo el principal problema de un país.
-Con la reciente Ley de Ordenación Universitaria salieron a la calle los
estudiantes, en manifestaciones que hacía años que no se veían. ¿Se está
recuperando la rebeldía de los jóvenes?
-Es verdad que en la época anterior había muchos más movimientos
sociopolíticos. Ahora parecía que estaban apáticos, pero se ve que están
reaccionando. No digo que tengan razón al cien por cien, nadie la tiene, pero
notan que llegan a la universidad con una mala preparación y hay que buscar la
responsabilidad de eso.
-Quizá la diferencia es que son los propios jóvenes los que están proponiendo
sus soluciones. Usted hablaba en Confesiones de una abuela de un proceso de
aprendizaje mutuo con su nieto, ¿qué hay que aprender de los jóvenes?
-Para mí los jóvenes son muy atractivos porque, con todos los defectos y
virtudes que individualmente puedan tener, son más capaces de reaccionar, son
más puros en el verdadero sentido de la palabra, se interesan por temas menos
contaminados. Instintivamente, un joven es pacifista, se preocupa por la
situación de la gente miserable, tiene unos instintos aún no contaminados por
intereses de tipo práctico que a veces los adultos han desarrollado. No entiendo
ese miedo a los jóvenes, que son lo renovador de un país, lo que puede
transformarlo y cambiarlo. Además creo que los adultos somos responsables de
cómo son los niños y los jóvenes de hoy, porque los hemos hecho, como padres y
como sociedad. ∆ |