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EL RODILLO ABSOLUTISTA
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Claro, como España es su
feudo, ¿qué derecho tienen otros para ocuparse de los asuntos de
España?
La actitud de Aznar da, una vez más, su talla como político
engreído, endiosado y antipopular. |
La
democracia sería buena cosa si no existiese la posibilidad de alcanzar
mayorías absolutas. Pero cuando un partido, sea el que sea, se apoltrona en
el poder con la tranquilidad de saber que sus "leyes", que sus cambios, que
su política, en suma, no va a tener ningún problema para salir adelante,
entonces las sombras de la dictadura con ropajes de democracia sobrevuelan
las nobles intenciones de los ciudadanos que, gracias a la "libre" opción
del voto, se ven inmersos en una trampa de la que no hay ninguna forma de
salir.
El primer error está en el hecho de que el partido político en cuestión se
"olvida" de que es pueblo, o sea, nacido del pueblo, representante del
pueblo, pagado por el pueblo, comprometido con el pueblo. Una vez realizado
este "olvido", lo demás es simple cuestión jerárquica aderezada con buenas
dosis de empacho de poder, engreimiento, vanidad, prepotencia y muchas,
muchas raciones de estupidez. Sí, porque si echamos un vistazo a la historia
de cualquier país, nos encontraremos siempre con lo mismo, políticos sin
cocer a los que se les sube el poder al bigote, perdón, a la cabeza, que no
tienen un pijo de personalidad, ni de carisma, y que se creen dioses
simplemente porque poseen una mayoría que seguro, seguro, perderán más
adelante y, muchas veces, en circunstancias penosas e, incluso, delictivas.
Y la historia reciente de nuestra querida España sabe mucho de eso. Pero
nadie aprende.
Ahora tenemos al PP en el poder, atiborrado de poder, mirando por encima del
hombro a todo aquel que no lleve su logotipo en la solapa, despreciando la
opinión de los que saben y pueden opinar, creando o imponiendo, según se
mire, leyes absurdas que desde su endiosamiento consideran correctas, no
escuchando la voz de la calle, supongo que porque viven tan lejos de ella
que no captan su grito y, lo peor, creyéndose que España es cosa de ellos,
su feudo, su coto de caza, y que sólo ellos saben de patriotismo, de
lealtades y de todas esas cosas que tanto nombró Franco y que tan bien
aprendieron estos.
Por eso, ahora nos meten la LOU con calzador, simplemente porque sí, porque
son mayoría y porque se compraron la dignidad y la vergüenza del CIU y de
Coalición Canaria, partidos ambos a los que sus militantes deberían pedir
explicaciones por las veces que se bajan los pantalones en público y,
mirando hacia otro lado, permiten que el PP satisfaga sus más bajas
pasiones.
Y mientras nos meten la LOU con vaselina, montan el numerito porque el líder
de la oposición decide, sin pedirles permiso, irse a tomar unas hierbas con
los marroquís.
Claro, como España es su feudo, ¿qué derecho tienen otros para ocuparse de
los asuntos de España? Es más, la actitud de Aznar en toda esta historia da,
una vez más, su talla como político engreído, endiosado y antipopular.
Pero hay más, todo a la vez, y es la actitud del gobierno ante el pacto
sanitario con las autonomías. O sea, la actitud del gobierno, claramente
fascista, pasa por castigar a aquellas autonomías que se enfrentan a sus
decisiones, que además, lógicamente, están gobernadas por socialistas,
siendo especialmente grave el caso de Asturias, donde la mano de Alvarez
Cascos se mueve desde las sombras con las miras puestas en las futuras
elecciones, porque ni él ni los suyos tragan al gobierno de Areces.
O sea, que todo aquello que se solucione con el rodillo de la mayoría
absoluta sale adelante aunque los cielos y la tierra protesten, y todo ello
apoyándose en la democracia y en la Constitución.
Y lo que no, pues es cuestión de presionar, de castigar, de comprar, de
amenazar o de ignorar, que también funciona.
Lo dicho, si la democracia, tal y como está ahora mismo diseñada, quiere
sobrevivir al futuro, debería plantearse unos cuantos cambios, porque es un
terreno demasiado asequible a los que tienen genes dictatoriales, porque
facilita el abuso de poder, porque es un foco de corrupción y, sobre todo,
porque los pueblos están empezando a no creer en ella, cosa demasiado
peligrosa porque todo lo demás es aún peor.
Pero, de momento, si se suprimiese la posibilidad de las mayorías absolutas,
todos ganaríamos mucho./ M.C. |
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