TEMA DEL MES - CHECHENIA Y EL EJE DEL
MAL
"Desde el once de septiembre las cosas han ido a peor: si
antes las potencias occidentales miraban hacia otro lado, ahora
mandan telegramas de felicitación al presidente Putin"
|
Tras el asalto al teatro Dubrovka en Moscú, los independentistas
radicales chechenos se han convertido en un objetivo más de la guerra contra
el terrorismo. ¿Está justificada esta política de mano dura? Para contestar
a esta pregunta, Carlos Taibo analiza diferentes cuestiones relacionadas con
el tema. Taibo ha publicado varios libros sobre los cambios en la Europa
Central y Oriental contemporánea. Es también profesor de Ciencias Políticas
en la Universidad Autónoma de Madrid.
-¿Qué base tienen las reclamaciones de los independentistas chechenos?
-Bueno, Chechenia es uno de los muchos países incorporado manu
militari por el imperio ruso, en este caso después de ochenta años de
guerra, en el año 1964, y contra el criterio mayoritario de su población.
Esta situación se vio ratificada en 1922, cuando el naciente régimen
soviético no cumplió una promesa de reconocimiento del derecho de
autodeterminación. Por si fuese poco, en 1944 Stalin deportó al conjunto de
la población chechena camino del Asia Central, dejando una huella indeleble
en el imaginario nacional. Si tenemos que dar un último dato, conviene no
olvidar que, en 1991, el criterio aplicado para la desintegración de la
Unión Soviética se asentaba en una fórmula muy caprichosa, que reconocía el
derecho de autodeterminación a las repúblicas federadas, y negaba ese
derecho a las demás.
-En este conflicto es necesario señalar que Chechenia es un importante
enclave de explotación petrolífera.
-Sí, yo creo que la relación de Chechenia con la palabra petróleo tiene
tres dimensiones. En primer lugar el país tenía yacimientos importantes de
petróleo. Utilizo el pasado porque la convención general sugiere que fueron
esquilmados en la etapa soviética. El segundo dato es que Grozni, la
capital, acogía las principales instalaciones de refinado de petróleo de la
economía de la Unión Soviética, por allí pasaba la mayor parte del petróleo
extraído en el Caspio y en Siberia. Y el último dato es que el territorio
checheno se ve jalonado por oleoductos y gasoductos que discurren desde la
cuenca del Caspio camino de los grandes núcleos de población de la Rusia
Europea o de Ucrania, algo que otorga a Chechenia una importancia
geoeconómica difícilmente rebajable.
-¿Chechenia no ha sido además una especie de cabeza de turco para
disuadir a otras regiones con aspiraciones de independencia?
-En efecto, un elemento evidente en la política de Rusia ha sido
utilizar Chechenia como elemento ejemplarizador de lo que podría ocurrir si
otros agentes de la federación decidiesen seguir un camino semejante. Aunque
conviene que no olvidemos que Chechenia se declaró unilateralmente
independiente en noviembre de 1991 y que Rusia intervino militarmente por
vez primera en diciembre de 1994. Y que durante esos tres años en los que
Chechenia, mal que bien, vivió en una independencia de facto, ningún otro
agente de la federación rusa siguió un camino semejante, lo cual le resta un
poco de peso a esta tesis de la ejemplarización.
-Nos quedamos entonces con el argumento del interés económico.
-Sí, o en el caso de Putin tampoco hay que olvidar que su promoción como
dirigente político le debe mucho a los aparentes éxitos militares
registrados en Chechenia en el otoño de 1999, lo cual probablemente
fortalece su discurso de mano dura en relación con este problema.
-¿Cómo se explica la indiferencia internacional frente a las violaciones
de derechos humanos en Chechenia?
-Yo creo que no hay ninguna novedad en esto, hay muchos escenarios en el
planeta donde los derechos humanos se violentan y las potencias occidentales
miran hacia otro lado. Lo que ocurre es que tal vez desde el once de
septiembre las cosas han ido a peor: si antes las potencias occidentales
miraban hacia otro lado, ahora mandan telegramas de felicitación al
presidente Putin. Y claro, si convenimos en que el adjetivo terroristas es
el adecuado para calificar a los miembros del comando checheno que ocuparon
el teatro Dubrovka, habrá que utilizar el mismo adjetivo para las acciones
del ejército ruso en Chechenia. Pero esto no forma parte del discurso de
nuestros dirigentes.
-Putin afirmó que los radicales chechenos "son independentistas
religiosos que pretenden con sus planes crear un califato mundial y para
hacerlo quieren destruir a Estados Unidos y sus aliados". ¿Cómo se pueden
calificar estas declaraciones?
-De paroxísmicas y apocalípticas. Que un pequeño pueblo, en situación
extremadamente precaria, sin ningún tipo de respaldo externo, tenga
semejante proyecto es poco creíble. Probablemente Putin debería prestarle
mucha mayor atención al proyecto imperial de los Estados Unidos, que con su
agresividad tradicional está optando por amenazar a muchos pueblos en
situaciones muy precarias. El elemento central de la estrategia de Putin en
los tres últimos años ha consistido en dibujar una imagen de la resistencia
chechena que da en pensar que esta última se caracteriza por un proyecto
unificado, uniforme y radical. Ésta es una sobresimplificación. En la
resistencia chechena hay muchos segmentos muy distintos, y mi intuición es
que la mayoría de ellos no responden precisamente a un proyecto islamista
radicalizado. Y si el islamismo radicalizado ha ganado terreno, es efecto de
la política de Rusia más que de tendencias internas.
-En plena "guerra contra el terrorismo" ocurre el asalto al teatro de
Moscú, los independentistas chechenos se convierten en objetivo de esta
"guerra" y Putin se ve legitimado para hacer lo que quiera. ¿Es casualidad?
-Hay quien ha dicho que Putin necesitaba de un 11 de septiembre propio,
y por añadidura precisaba de muertos propios, algo que viene a otorgarle una
importancia simbólica a las más de cien personas que fallecieron por efecto
de las acciones del comando ruso que entró. Putin precisaba hacerle ver al
mundo que tenía los mismos problemas que los demás y que estaba en
condiciones de reclamar el mismo tipo de licencias que los demás están
reclamando. Creo que es una lectura legítima de los hechos. ∆ |