avier Orozco también es miembro de la
Junta Nacional de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) de Colombia y lleva
participando activamente en las luchas agrarias y sindicales desde hace veinte
años. Su militancia tiene un alto precio. Hace casi dos años tuvo que elegir el
exilio, porque su vida y la de su familia estaban amenazadas de muerte. Él no ha
querido convertirse en un dato necrológico más en su país y prefirió seguir la
lucha desde la otra orilla, en concreto desde España. "Estoy en Asturias
-comenta Javier Orozco- porque al igual que miles de dirigentes sindicales en
Colombia, no tenemos garantías para representar y defender a los trabajadores.
No hay ninguna garantía desde el Estado para proteger nuestras vidas. Por el
contrario, las persecuciones son abiertas o veladas, a través de paramilitares
que ponen en peligro la vida de uno. Yo tuve que salir de allí para proteger mi
vida y poder seguir desde aquí en la lucha social".
-Desde aquí, ¿estás gestionando acciones de solidaridad para tu país?
-Sí, informando sobre cuáles son las causas del conflicto colombiano y
las dimensiones de este genocidio social y político. Aquí también me dedico a
salvar la vida de algunos dirigentes sindicales a través de un programa que se
ha podido organizar con el apoyo del Gobierno asturiano. En fin, intento
sensibilizar a la opinión pública y mover solidaridad para esa situación tan
complicada que tenemos los trabajadores y, en general, toda la población
colombiana.
-¿Se podría decir que lo que vive Colombia es una guerra civil?
-En Colombia están servidos todos los elementos para poder hablar de una
guerra civil. Hay un enfrentamiento, un conflicto interno cada vez de mayores
proporciones, con cincuenta años de evolución. En la etapa más reciente están
enfrentados los campesinos sin tierras (unos doce millones de personas), con un
grupo muy pequeño de terratenientes de unas quinientas familias.
Hay varios millones de trabajadores, a los que cada vez les quitan más derechos,
enfrentados con sectores de la patronal criolla y de la patronal internacional.
Hay un enfrentamiento muy grande entre sectores de la izquierda civil, que
intenta hacer política sin que sus miembros sean asesinados y perseguidos; y hay
sectores políticos tradicionales que no permiten ningún tipo de oposición. Ese
es el verdadero y mayor conflicto. Sin embargo, lo que más se conoce aquí es el
enfrentamiento militar, ya que es lo que más muertos arroja en la
espectacularidad de sus acciones.
-¿Todo ello es lo que propicia la existencia de la guerrilla?
-En Colombia hay una profunda lucha de clases, o de sectores sociales, y
uno de sus elementos es el enfrentamiento militar. Yo tengo que decir, y eso me
consta en lo personal, que en Colombia la lucha armada no fue una elección de
los campesinos, que se metieron en la guerrilla. Fue una necesidad. Para
proteger la vida, muchos campesinos se vieron obligados a armarse para
defenderse del Estado, cuando allá por el año 74 con el plan de intervención
norteamericano, les bombardeaban. La guerra ha ido degenerando en la medida en
que el Gobierno, los narcotraficantes y los terratenientes, con el apoyo
norteamericano, han armado a civiles bajo la figura de paramilitares,
desfigurando totalmente lo que es la confrontación civil. Lo han convertido en
una pelea bárbara y cruel. Han cogido a dirigentes sociales y los han matado con
motosierras, troceándolos vivos para luego tirar los pedazos a sus familias y a
los pueblos para aterrorizar a su gente. La sociedad colombiana cada vez está
más polarizada entre la gente que defiende lo establecido y la gente que está
propugnando un cambio social, ya sea desde la izquierda civil o desde posiciones
de la insurgencia.
-La cuestión de los derechos humanos. ¿Cómo se contempla?
-En Colombia se violación los derechos humanos. Cada año son asesinadas
39.000 personas, y esa constante se mantiene desde los últimos diez años. De
esos 39.000 asesinatos, 4.000 son claramente políticos. Con lo cual en los
últimos diez años ha habido cerca de cuarenta mil asesinatos políticos. El 80% o
el 90% de esos crímenes políticos, los están ejecutando los paramilitares y el
Estado. Eso es lo que aquí no se dice.
La ONU, a través de la oficina de Alto Comisionado para los Derechos Humanos,
encontró que por lo menos el 90% de las violaciones de los derechos humanos los
estaban cometiendo los paramilitares o los organismos de seguridad del Estado, y
conminó al gobierno colombiano ha que desligara la actividad del ejercito
nacional y la de la policía. Es mucho mayor la cantidad de gente que está
muriendo a manos de paramilitares y en situaciones de pobreza y marginalidad,
que la gente que está muriendo por errores o por violaciones de derechos humanos
cometidos por la guerrilla. Entre 1986 y 2001, por decir algún dato, fueron
asesinados 3.800 trabajadores. Esos crímenes están en la impunidad total y son
todos, absolutamente todos, responsabilidad política del Estado y
responsabilidad material de los paramilitares y del ejército. Todo este panorama
lo muestran cuando la guerrilla, por error o por cualquier circunstancia, mata a
civiles en sus acciones, pero no muestran el verdadero genocidio y la cara del
terror que existe en mi país: matar trabajadores, asesinar dirigentes
sindicales, matar campesinos en masa, sacar a los indígenas de su territorio...
Eso que hemos venido señalando como terrorismo de estado. Este panorama es el
que no muestran aquí.
-¿Qué te ha supuesto tener que dejar tu país en estas circunstancias?
-Lo peor que le puede pasar a un ser humano es el desarraigo de su país,
de su territorio, porque estamos muy referenciados por la tierra en donde
nacimos. Supone alejarse de la familia, que es un vacío emocional muy fuerte.
Supone la pérdida del trabajo y supone tener que comenzar a montar otra vez la
vida casi de cero, partiendo de la solidaridad de algunos amigos. Supone llegar
a un país que nosotros pensábamos que era más abierto, sin embargo encontramos
que han logrado meterle a la sociedad un grado tal de racismo y xenofobia, que
supone sumar a nuestro dolor la sensación de que no se es bien recibido por el
color de la piel o por el país de procedencia. Han estigmatizado mucho a los
colombianos como ladrones, narcotraficantes o terroristas. Supone ver y oír todo
lo que se dice contra los pueblos del sur, que merecemos la suerte que tenemos,
como si nosotros hubiéramos autodeterminado lo que nos ocurre y no hubiera sido
impuesto, tanto la guerra como la pobreza. Pero también supone descubrir a la
gente solidaria de aquí, gente que sigue peleando por la libertad y por
conservar los derechos que se han conquistado. Desafortunadamente son sectores
casi marginales en la sociedad, son gente de izquierda, gente comprometida. Es
ver un mundo en el que realmente se globalizó el dinero pero no la solidaridad.
En mi caso personal, ha supuesto ver y comprobar que se globalizó lo peor que
tiene el ser humano, que son las armas, las industrias de muerte, el
narcotráfico, el saqueo, la estigmatización, con la excusa de la lucha contra el
terrorismo y contra el narcotráfico. Pero uno no ve que se globalice la
sensibilización por la gente del sur, y sobre todo, el compromiso para que los
problemas del sur se resuelvan de manera profunda y definitiva. Supone en
definitiva descubrir que Colombia no es el único país con problemas. Que no
somos terroristas, sino que nos aterrorizan. Que no robamos, sino que nos
saquean. Supone descubrir un mundo muy diferente del que le muestran a uno en
Colombia de la Europa civilizada y avanzada, y que es solidaria. Sin embargo, de
este continente salieron cien millones de dólares de ayuda al Plan Colombia, que
es un plan de muerte, y eso no puede ser visto como solidaridad.
-¿Qué ha significado la llegada de Alvaro Uribe al poder?
-Ha significado un alejamiento de las posibilidades de paz negociada, en
la medida de que éste se ha aliado con George Bush comprometiéndose a la
aplicación lineal del Plan Colombia y ha arreciado la guerra civil,
comprometiendo a un millón de personas civiles como informantes del ejército.
Estas personas se comprometen a delatar a otras, ya sea porque sean de
izquierdas, sindicalistas, miembros de una junta de vecinos o simplemente que
piensen y opinen distinto.
Alvaro Uribe en el poder significa una situación de mayor peligro para los
países vecinos, porque profundiza la guerra en Colombia, con lo cual se amenaza
seriamente la estabilidad de Venezuela, de Ecuador, y las fronteras con Brasil y
Perú. De hecho ha significado la aparición de grupos paramilitares en Venezuela
y también en el Ecuador. También ha significado la profundización de medidas de
ajuste neoliberal, una mayor precarización del empleo, una reforma en la que se
pone a tributar a los trabajadores de menos ingresos para defender los intereses
de la gran oligarquía. Está significando también, la amenaza de desaparición de
programas sociales, como la incipiente reforma agraria y la desaparición del
Instituto Colombiano de Reforma Agraria, despidos masivos de trabajadores del
Estado, en fin, una fuerte economía de guerra.
-¿Cómo se resiente el sindicalismo colombiano?
-Para el movimiento sindical, Uribe significa dos cosas. Por un lado, la
ruptura de los espacios de concertación social y de diálogo social entre el
empresariado y los trabajadores; el gobierno impone todas las decisiones. Por
otro lado, con las medidas que ha tomado, hay una mayor pérdida de ingresos en
los trabajadores. El Gobierno colombiano tiene acuerdos internacionales con la
policía de gobiernos europeos, por ejemplo Inglaterra y Francia, y tenemos
conocimiento de que en España también, para que se persiga a los llamados
"terroristas" internacionales colombianos, entendiendo como tal a toda la
disidencia social política, no a la gente que esté en armas. Ese tipo de
acuerdos va de la mano de un tratamiento durísimo a los observadores
internacionales. De hecho el gobierno de Uribe expulsó hace poco a dos
observadores asturianos de SOLDEPAZ por ser testigos incómodos del genocidio y
de lo reaccionario de la supuesta democracia colombiana. La CUT está denunciando
que tiene una dificultad enorme para poder sacar del país a dirigentes
sindicales amenazados de muerte y que el problema es que los que están en el
exterior prácticamente no tienen ninguna garantía de seguridad a su retorno. La
CUT está en un callejón sin salida.
-EEUU dice que quiere ayudar a Colombia en su lucha contra el narcotráfico.
-En Colombia el negocio del narcotráfico ha sido cogido por el gobierno
norteamericano como la excusa para una intervención militar y para una guerra.
Si fuera cierto que el gobierno norteamericano tiene una guerra contra las
drogas, tendríamos que empezar por fumigar Tejas, California o Nuevo Méjico, que
son los territorios donde hay más marihuana. Sin embargo, están fumigando a
nuestros campesinos para sacarlos de las tierras. No creemos que haya una guerra
contra las drogas, porque si la hubiera tendrían que proceder a expropiar los
enormes capitales de muchos bancos norteamericanos que se están lucrando con los
dólares del narcotráfico, que están siendo lavados en paraísos fiscales del
Caribe, del sudeste asiático e incluso norteamericanos. Por eso no creemos que
haya una guerra contra el narcotráfico, lo que hay es un negocio enorme de los
ricos norteamericanos, de los banqueros, y ellos no van a dejar ese negocio tan
rentable.
-¿A dónde van a parar los beneficios del negocio de la droga?
-En Colombia hay unas doscientas mil familias campesinas vinculadas a
los cultivos ilegales en pequeñas extensiones; esos cultivos son los que les
permiten obtener dinero para comprar lo mínimo y poder vivir. Pero el verdadero
negocio de las drogas, lo hacen unas pocas familias de mafiosos colombianos
ligados al poder político, a los latifundios y los bancos norteamericanos,
europeos y del sudeste asiático. Ellos son los que se quedan con más 95% de las
utilidades del tráfico de drogas en el mundo. Con lo cual podíamos decir que el
narcotráfico, junto con la industria militar, es actualmente el negocio más
rentable del sistema capitalista. Y ambos son industrias de muerte. Los
campesinos colombianos sólo son víctimas de los latifundistas y del modelo
neoliberal. Dejarían de sembrar cultivos ilegales si les dieran las tierras y
protección para sembrar otra cosa que fuera legal.
-¿Están creciendo las reacciones antinorteamericanas en Latinoamérica?
-Ya es un hecho muy evidente que empieza a sentirse una reacción anti
norteamericana y anti imperialista. En América del sur el gobierno
norteamericano lleva muchos años sosteniendo una doble moral. El gobierno
norteamericano que hoy dice que es defensor de la libertad y que lucha contra el
terror y en defensa de la democracia, sostuvo las dictaduras más terroríficas
que ha habido en el mundo. Nos tienen pateados. Nos repugna esa doble moral, ese
afán de lucrarse y de explotar a todo el mundo, señalando como terroristas o
peligrosos a quienes no se arrodillen. Nos repugna y no queremos verlo más. ∆