Se resiste a las etiquetas como gato panza arriba. Si
acaso, se define como revolucionaria.
Con ochenta años a sus espaldas, Juana Ginzo disfruta -por qué no- de la
vida. Así lo cuenta en su libro "La pasión de vivir con un montón de años"
(Ed. Temas de Hoy)
"Madurar es pensar, decidir,
elegir, comprometerse. Los viejos, sólo por ser viejos, no maduran."
"No hay que cantar victoria: la liberación de la mujer, como todas las
liberaciones, es muy lenta."
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Texto: Elena F. Vispo /
Foto: Nines Mínguez L a
clásica voz de los seriales radiofónicos es la misma que suena ahora en el
teléfono, hablando de una revolución silenciosa: la de los viejos -odia el
término tercera edad-, que están cambiando la sociedad.
"En este tramo del camino viajamos ya con todo el derecho a expresar lo que
pensamos. Hacer uso de ese derecho nos hará más despreocupados y felices y más
libres. La libertad es una prerrogativa de la vejez".
-Ante afirmaciones como ésta, mi pregunta es si te has planteado hacer un
libro revolucionario o es que te ha salido así.
-Yo soy revolucionaria.
"No miremos fuera porque, si la necesidad está dentro, de nuestro interior
debe salir el primer paso, nadie lo dará por nosotros. (...) Si no cambiamos
nosotros, será difícil que las cosas cambien".
-A lo mejor alguien que lea tu libro piensa: cómo me gustaría hacer eso,
vestir como quiera, moverme como quiera...
-Pues que lo haga.
-¿Es simplemente una cuestión de decisión?
-Hombre, tiene que ver con tu punto de vista sobre la vida y sobre lo que
eres. Si no sabes a dónde vas y te gusta estar sin pensar y sin decidir... La
responsabilidad del individuo no es total pero es parcial, porque el individuo
tiene capacidad de pensar, de corregir y de actuar.
"¿Qué tiene la vejez para causar vergüenza? ¿Por qué se intenta disimular y
ocultar? Me enfurece si alguien me llama joven, porque no lo soy. Me enfurece el
desprestigio social de la vejez".
-Existe un culto social a la juventud, a los cuerpos danone...
-Bueno, un culto social muy mentiroso. Porque luego no os da trabajo ni os
cuida, ni os educa, ni os mima. Además obliga a las mujeres a hacer lo que hacen
para responder a un prototipo, y a los hombres también. Es un culto falso.
-Pero por otro lado la sociedad europea es cada vez mayor. España es el
país más viejo del mundo. ¿No es una contradicción demasiado evidente?
-Todo es una pura contradicción. Las contradicciones existen, pero hay que
saber solucionarlas.
-Ahora los viejos como potencia de voto y de compra son objetivo de
campañas específicamente pensadas para ellos. ¿Qué te parece este fenómeno?
-Una utilización más, como la de los jóvenes. Estamos en un mundo
capitalista, salvaje, con un tipo de economía discriminada, terrible y donde en
la población mundial hay cada vez menos ricos pero más fuertes y cada vez más
pobres. Si los pobres, que son la mayoría, pensaran que no tienen nada que
perder, no podría haber esos ricos que lo tienen todo. Y no hablo de una
revolución sangrienta, para nada. Eso no soluciona nada y ahí está la historia.
Ninguna revolución sangrienta, ni fascista ni comunista, ha dado un buen
resultado. Matando no se soluciona nada, ni destruyendo edificios. La solución
es conservar esos edificios y emplearlos para otras cosas. Destruir es siempre
negativo; quizá haya que romper algunas cosas, pero con esos trozos construir
otras.
"Ya sabemos que envejecer lo hacemos todos, excepto los que mueren jóvenes,
pero madurar ¿cuántos? Pocos. Muy pocos".
-¿A qué le llamas tú madurar?
-A pensar, a decidir, a elegir, a comprometerse. Los viejos, sólo por ser
viejos, no maduran. Y yo tengo un nieto de 30 años muy maduro, por ejemplo. Y
como mi nieto habrá muchos.
-En las tribus antiguas los antepasados tenían un papel fundamental, ya
que la experiencia suponía sabiduría.
-Lo malo es que no había que suponerlo, había que demostrarlo. Se comprobaba
que el viejo podía y sabía dirigir, y si no sabía se le echaba. La edad no
existe más que para ciertas cosas, depende de la capacidad del individuo, porque
todos necesitamos prácticamente lo mismo de jóvenes que de viejos.
-¿Al final hablamos sencillamente de personas?
-Claro, ¿qué es eso de viejo o joven? Ahí está la diferencia generacional,
que yo no creo que exista. Existe, pero no debería. Hay una circunstancia que la
ha hecho posible, pero porque haya sido así toda la vida no tiene por qué
seguir.
"Las hembras humanas nos acostumbramos a vestir de forma incomodísima,con
prendas que comprimen y reducen nuestros movimientos naturales, los fuerzan y
los hacen más limitados".
-Otra de las revoluciones que reivindicas es la de la mujer. Hablas por
ejemplo de la servidumbre femenina a la moda, pero ¿no se dice que el siglo XX
ha sido el de la liberación de la mujer?
-Bueno, no es verdad. Pero en cierto modo vamos avanzando. Yo creo que el
progreso no se detiene, creo en el ser humano y hay gente que piensa, ve que eso
no era correcto y trata de que lo sea. Como ahora los medios de comunicación son
muy amplios y las distancias son muy cortas, el mundo ya no es lo que era, ahora
nos enteramos de más cosas y sabemos más, hombres y mujeres. Pero como antes las
mujeres estaban en una posición incómoda, ahora se nota más que ya no lo están.
Pero fíjate la incomodidad de los talibán, con el burka. No hay que cantar
victoria: la liberación de la mujer, como todas las liberaciones, es muy lenta.
-Son casos muy evidentes, pero ¿la mujer occidental tiene cosas de las que
liberarse todavía?
-Todo el mundo tiene cosas de las que liberarse. El papel de los hombres
tampoco ha sido muy bueno ni muy fácil: ser el valiente, el que iba a la guerra
y todas esas cosas. Que además tampoco era exactamente así, porque en la
prehistoria la mujer iba a la caza igual que el hombre, eso ya se sabe. La mujer
sólo tenía una condición distinta, que era parir. Y dentro de poco podrán parir
los tíos. Las cosas se van poniendo en su sitio poco a poco.
"No pretendo lanzar ácido corrosivo contra la familia que, por otra parte,
lleva sobre sí la semilla de la descomposición y se transforma y vive un proceso
de cambio y nada hay que lamentar".
-¿Por qué hablas de la familia como una institución paralizante.
-No la familia, sino ése tipo de familia está obsoleto. Lo ha estado siempre
porque ha sido injusta. Hay que cargársela, pero formar otra alternativa.
-¿Qué te parecen las parejas de hecho?
-No es nuevo, los pobres están muy acostumbrados a eso. Se ha demostrado que
el parir no implica necesariamente amor: hace poco hubo un caso de una que tiró
a su hijo a un contenedor. Parir es una cosa y amar es otra, pero como nos han
dicho que va unido y luego no va, hay una enorme contradicción y pasan cosas
como ésa. Por eso surge la familia alternativa, porque somos muy listos los
seres humanos.
"Me vi en un mundo distinto al de mi niñez y me sentí bien en él. (...) Y me
dio por pensar que, siendo viejos, libres de ataduras, sin prejuicios, estamos
en condiciones de ser más comprensivos con las veloces transformaciones de
nuestras ciudades y de la sociedad misma".
-De todos los cambios que has vivido, desde ser una niña de la guerra hasta
hoy. ¿Qué cambio te parece más apasionante?
-Todos. ¿Cómo distinguir un cambio solo? Todo está interrelacionado, las
cosas no ocurren de repente. Y no creas que han pasado cosas tan apasionantes:
ha pasado lo de siempre con los medios de ahora. Ahora existe Internet y
chatear; antes existía el teléfono, la pluma y el papel para comunicarse. No hay
nada que sobresalga. Quizá lo excepcional fue que se acabaran los dinosaurios y
apareciéramos nosotros, pero también nos acabaremos nosotros y surgirá otra
cosa, o volverá la nada, yo qué sé, qué más da. ∆ |