Antes del once de septiembre. Antes de los
bombardeos de EEUU sobre Afganistán. Antes de que Occidente se preocupase
por la suerte de la población afgana y su sector más desfavorecido, las
mujeres. Antes de que los talibanes fueran expulsados del gobierno y la
comunidad internacional se despreocupase de nuevo. En fin, antes de que el
tema estuviese de moda, Ana Tortajada y otras dos mujeres españolas
quisieron conocer de primera mano la situación de la mujer afgana. De
aquella experiencia salió el libro "El grito silenciado" (Ed. Mondadori),
el diario de un viaje a territorio integrista.
"Hay un antes y un después del
once de septiembre para EEUU, pero no para Afganistán. Hace años que se
violan los derechos de la población civil sin que nadie mueva un dedo."
"Afganistán necesita que se le
deje en paz. Nadie está legitimado para decir qué gobierno debe tener, y
menos imponer un gobierno títere de las potencias"
"El burka es lo de menos. Mucho
más importante es tener otros muchos derechos negados: derecho al trabajo,
a la sanidad, a la enseñanza."
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Texto: R.Ramos /
Fotos: Miguel A. Oliva E l
relato de una afgana refugiada en Pakistán removió la conciencia de Ana
Tortajada. Como escritora y periodista, se ofreció para lo que hiciera falta:
"yo lo único que sé hacer es escribir", y eso fue lo que hizo. Junto a Mercé
Guillera y Mónica Bernabé se hizo pasar por una turista en Pakistán, poniéndose
luego un burka para entrar en Kabul y hablar con familias afganas o conocer en
persona la labor de organizaciones clandestinas de ayuda a la mujer. De vuelta a
casa, crearon HAWCA Cataluña, asociación hermana a una de las existentes
en Afganistán.
-¿Qué se siente al llevar un burka?
-Como si desaparecieras del mundo, como si te convirtieras en un espectador
mirando por el agujero de una cerradura. Tienes esa rejilla delante de los ojos,
ves y oyes, pero es como si no pudieras participar de lo que hay afuera. Yo lo
utilizaba para visitar la red clandestina de escuelas y atención médica que
tenían organizada las mujeres allí, así que sabía que era circunstancial. Era
mucho peor para ellas, porque la mayoría nunca había usado esa prenda, sobre
todo en las ciudades.
-Se incide mucho en este tema. ¿Es lo que más preocupa a las afganas?
-El burka es lo que menos. Es importante que quede muy claro, porque si no,
parecerá que cualquier régimen que lo elimine arreglará la situación. Mucho más
importante que tener que ir vestidas de una determinada manera es tener otros
muchos derechos negados: derecho al trabajo, a la sanidad, a la enseñanza.
-¿Cuál es el origen de la brutalidad talibán hacia las mujeres?
-Probablemente que los talibán eran huérfanos de guerra, que se educaron en
orfanatos financiados por Arabia Saudí y Pakistán, y nunca han convivido con
mujeres, ni madres, ni hermanas. Sólo estaban encerrados en esas escuelas
aprendiendo consignas: a la pregunta de qué es la mujer, los maestros respondían
que era la encarnación diabólica y un campo de donde sacar provecho.
-¿Es la Alianza del Norte la solución?
-Ahora se nos presenta la Alianza del Norte como los grandes salvadores de
Afganistán, los grandes defensores de los derechos y la democracia, cuando son
igual de fundamentalistas que los talibanes y cometieron crímenes horrendos
contra la población civil: violaciones, saqueos, matanzas... Cuando los
bombardeos amenazaban con empezar la gente empezó a huir de las ciudades. Huían
de los bombardeos, pero sobre todo de que, bajo la mano de EEUU, iba a volver la
Alianza del Norte.
-¿Qué es lo que más te impresionó de tu viaje?
-En el aspecto negativo, la opresión que se respiraba en las calles, el
silencio del terror. El silencio de una ciudad donde estaba prohibida la música,
donde estaba prohibido reírse. Veías por las calles patrullas de talibanes que
en cualquier momento podían hacer lo que les diera la gana: detenerte,
registrarte, darte una paliza; era vivir en suspenso todo el tiempo. Pero lo que
realmente me impresionó fue el coraje de la población civil, el valor de esas
mujeres y la perspectiva de futuro que tienen.
-¿De qué forma se materializa ese futuro?
-Había maestras que montaban una escuela en su casa, con un número reducido
de niñas o mujeres que querían alfabetizarse. Mujeres que trabajaban en la
sanidad, se ponían el burka y con el maletín escondido debajo iban a visitar a
mujeres enfermas. Y sin medios, porque en esos maletines no había ni una
aspirina. Esa voluntad de salir adelante, de mantener la dignidad y el respeto
por uno mismo, es lo que más me impresionó.
-¿Hay un antes y un después del once de septiembre?
-Eso es válido para EEUU, pero no para Afganistán. Hace años que se violan
los derechos de la población civil sin que nadie mueva un dedo. La Alianza del
Norte ya estuvo en el poder machacando a toda la población sin que nadie
protestase, y ahora es una vuelta de tuerca más.
-¿Qué es lo que necesita el país?
-Que se le deje en paz. Nadie está legitimado para decir qué gobierno debe
tener Afganistán, y menos imponer un gobierno títere de las potencias.
Afganistán tiene un siglo de injerencias, desde el imperio británico, la
invasión de las tropas soviéticas, la guerra civil de las diferentes facciones,
alimentada por EEUU y sus aliados, luego el régimen talibán y la guerra con la
Alianza del Norte...
-¿Por qué Afganistán es un punto estratégico?
-El problema es el sitio donde se encuentra. En sí mismo, Afganistán ni
siquiera es un país rico, pero tiene la desgracia de ser una zona de paso. Al
norte de Afganistán está Turkmenistán, una república ex-soviética en la que hay
petróleo y gas. Tiene a Rusia por encima, así que por ahí no hay salida para un
gaseoducto. Entonces hay tres alternativas: una, por Irán (enemigo de EEUU); la
otra, una obra faraónica que implica pasar el gaseoducto por debajo del Mar
Caspio hasta Turquía; y la opción más factible es cruzando Afganistán para que
Pakistán sea el puerto proveedor. Hace años que van detrás de esto.
-¿Fue la acción terrorista de Bin Laden la excusa para la intervención
armada?
-Sí, pero EEUU ya estaba allí desde antes de la intervención de la URSS en
Afganistán. De hecho, en los años anteriores a la invasión de las tropas
soviéticas, rusos y americanos competían por Afganistán a nivel de inversiones.
Estados Unidos invertía, y mucho, en el sur del país, y la Unión Soviética al
norte, pero el problema fue que el gobierno del país no se quiso casar con
nadie. Lo de las torres, lo de Bin Laden, es absolutamente ajeno al problema de
Afganistán.
-¿Justificó el once de septiembre la intervención para la opinión pública?
-Parece que sí, que tienen el apoyo del mundo entero. Pero ¿desde cuándo se
busca a un terrorista bombardeando a un país? Si, cuando Francia no colaboraba
en la lucha antiterrorista, el estado español hubiese bombardeado París, Lyon o
Marsella buscando un etarra, todo el mundo hubiese dicho que estábamos locos. Y
ahora se consiente eso y más, y además se aplaude. Pero yo, que estuve allí hace
un año, no sé lo que han bombardeado, porque allí no quedaba nada. Hay una
voluntad clara de que prevalezcan los intereses económicos y de poder. Se han
disparado las acciones de la industria armamentística de una manera tan burda
que cualquiera con dos dedos de frente puede verlo. Creo que las poblaciones
civiles del mundo democrático estamos perdiendo una oportunidad de oro. La gente
es la que tiene que decir basta, porque ya se ve que nuestros gobernantes hacen
en primer lugar lo que les mandan, y luego lo que quieren. Se nos ha olvidado
que esos señores nos están representando. ∆ |