GERVASIO SANCHEZ
Una imagen, mil palabras
Foto: NAN |
Este fotógrafo y periodista de guerra ha trabajado últimamente en
el tema de los desaparecidos chilenos. A sus familiares y a todas las
personas que han luchado en silencio por preservar la memoria les dedica
su libro "La caravana de la muerte". Pocas imágenes y muchas palabras se
funden con gestos y sentimientos para dar una lección de historia y
dignidad, el triunfo de la memoria.
Texto: Marta
Iglesias / Fotos: Gervasio Sánchez
L a historia de este
libro comienza en 1986. Es la primera vez que Gervasio Sánchez oye
hablar de la "caravana de la muerte" a Rosa Silva, hija de un ejecutado.
Al año siguiente publica reportajes en El País y su querido Heraldo de
Aragón. El tema le sigue persiguiendo hasta tal punto que en el 92 se
encuentra en Sarajevo a una yugoslava cuyo marido había sido ejecutado
en Calama. En el 97 regresa a Chile, y saca a la luz nuevos testimonios
en suplementos españoles. Cuando por fin se detiene a Pinochet, es hora
de cerrar el círculo personal y Gervasio publica "La caravana de la
muerte" en honor a las víctimas asesinadas en La Serena, Copiapó,
Antofagasta, Calama y Cauquenes.
"Hoy en Chile es muy difícil
que una encuesta no admita que más del 70% de los chilenos está a favor
del enjuiciamiento de Pinochet y de aclarar el pasado por encima de
todo"
-En tus libros "Vidas Minadas" y ahora en "La caravana
de la muerte" te centras en el sufrimiento particular más que en el
general, buceando en las vidas de personas concretas. ¿Crees que la
información se ha globalizado tanto que está deshumanizada?
-Yo creo que lo que está deshumanizado es la profesión
periodística. En los periódicos y los medios de comunicación hay una
especie de línea de pseudopensamiento que indica que lo interesante y lo
importante es lo que dictan las grandes agencias internacionales que,
por supuesto, pertenecen a los principales países del mundo. Entonces si
una persona de origen norteamericano o de la comunidad europea muere
tiene derecho a una historia. En cambio si decenas de miles de personas
mueren en África, en Asia o en América Latina lo único que nos interesa
es cuántos ceros hay que ponerle a la noticia. Yo creo que esto es
gravísimo y tiene mucho que ver con el mundo del periodismo, donde se
sientan en los puestos importantes redactores jefes y personas con
cierta influencia que carecen de sentimientos. Ellos han decidido que el
periodismo debe estar totalmente plegado a exigencias e intereses que no
tienen nada que ver con la única norma del periodismo, que es informar.
Creo que si seguimos por este camino vamos a ver cómo pronto morirán
millones de personas por el hambre en Centroamérica o por la sequía en
África y ni siquiera habrá nadie informando porque las cadenas de
televisión, los periódicos y las radios decidirán que a nadie le
interesa.
-¿En este caso, te ves en la tarea de informar por los
que no pueden, como decía Camus?
-Bueno, yo simplemente creo en la obligación de un periodista,
que es informar de lo que ocurre y sobre todo denunciar lo que ocurre.
Por supuesto hay que hacerlo con rigurosidad y sin caer en el mero
maniqueísmo, y eso requiere de una profesionalización, una actitud, un
estado de ánimo y sobre todo de una conciencia personal. Y yo considero
que por eso estoy en el periodismo y el día que no haga este tipo de
cosas abandonaré la profesión por cualquier otro trabajo.
-Para
las personas de tu libro "La caravana de la muerte", ¿qué significa
hacer justicia?
-Bueno, yo creo que las decenas de personas a las que he
entrevistado y fotografiado buscan que por fin se les tenga en cuenta en
la sociedad en la que viven. Y es que el gobierno chileno de la
dictadura, pero también los gobiernos de la democracia, han hecho un
flaco favor a la recuperación de la memoria histórica e incluso creo que
han intentado esconder la porquería debajo de la alfombra. Pero por
suerte en los últimos tres años las cosas han cambiado muchísimo, porque
la detención de Pinochet ha obligado a la sociedad chilena a mirarse al
espejo y a darse cuenta de que han incumplido a rajatabla y con mucha
frecuencia otro de los derechos inalienables de la sociedad, que es
hacer justicia y recuperar su memoria.
-Ante las evidencias de la dictadura de Pinochet y las
torturas que hubo, ¿por qué las posiciones en Chile son tan encontradas?
-Eso es algo que incluso hasta los más recónditos partidarios
del ex-dictador reconocen o tienen que reconocer que hubo. Ellos le
llaman excesos, yo les llamo crímenes de lesa humanidad. Ellos les
llaman abusos, yo les llamo torturas sistemáticas que violan los
tratados internacionales... Está claro que hasta ellos mismos reconocen
que el régimen de Pinochet hizo un flaco favor a la defensa de los
derechos humanos, pero es verdad que el régimen benefició a una clase
social y permitió que gente que actuó sin escrúpulos ganara muchísimo
dinero. Permitió que un sistema económico entrara a saco sin
prácticamente oposición sindical y laboral en Chile, y esto ha calentado
los bolsillos de empresas muy importantes -incluidas algunas españolas-,
que no están dispuestas a que el sistema económico sea puesto en
entredicho y saben muy bien lo que hay que agradecer al dictador. Luego
también hay una gran manipulación de la clase social más desprovista de
recursos, tanto económicos como educativos, en la que la derecha
pinochetista tiene un gran caldo de cultivo. Les engañan con promesas
que realmente se van a incumplir a la primera de cambio y les sacan el
voto dándoles pequeños favores. Pero en realidad hoy en Chile es muy
difícil que una encuesta no admita que más del 70% de los chilenos está
a favor del enjuiciamiento de Pinochet y de aclarar el pasado por encima
de todo.
-¿Esta sería la explicación a por qué Pinochet y otros
militares que practicaron torturas siguieron en el poder en plena
democracia?
-Bueno, ésa es simplemente una de las grandes mentiras de lo que
fue la transición democrática en Chile. Chile asegura que intentaron
hacer una democracia modelo, una transición modelo, y todo fue
simplemente un pacto entre militares y políticos sin escrúpulos que
solamente han intentado mantenerse en el poder, entre los que
desgraciadamente pueden incluirse políticos pertenecientes al partido
que dirigió en su momento Salvador Allende. Ha habido pactos secretos,
pactos de evitar manchar el presente con el pasado. Pero yo sigo
insistiendo: guste o no guste, los familiares de las víctimas, todas
estas personas que aparecen en el libro La caravana de la muerte
y centenares de personas más que han visto cómo sus familiares
desaparecieron, nunca estarán dispuestas a sacrificar el derecho a la
justicia por tener un mejor presente, económicamente hablando. Estas
personas han renunciado incluso a ser indemnizadas por el Estado, si la
indemnización significa olvidar el pasado. Y eso que la mayoría de estas
personas tienen unas pensiones que son verdaderamente vergonzosas. Con
lo que se ha gastado el Estado actual chileno en dar la cara por
Pinochet se podía haber adecuado un poco mejor la vida de las víctimas.
Pero el Estado chileno tiene una doble vara de medir.
"En los puestos
importantes se sientan redactores jefes y personas influyentes que
carecen de sentimientos, y que han decidido que el periodismo ha de
plegarse a intereses que no tienen nada que ver con la norma de
informar"
-¿En Chile sigue existiendo miedo?
-Hay un gobierno democrático, pero el ejército tiene una gran
influencia y hay una serie de normas de la Constitución que fue aprobada
durante el pinochetismo, que en 10 años de democracia los políticos han
sido simplemente incapaces de cambiar. Siempre tienen la excusa de que
por culpa de una constitución, que no es la que ellos quisieran, pueden
justificar las torpezas actuales, pero en estos momentos en Chile hay
una democracia y lo que tenían que haber hecho cada vez que ha abierto
la boca Pinochet o cualquier otro de sus militares, es haberles
destituido o callarles. Y no lo han hecho porque no han querido. Ellos
dicen que es porque no pueden, pero simplemente hay que tener valentía
para hacerlo.
-Nos contaba Bauluz en una entrevista reciente a nuestra
revista que estaba haciendo en Tarifa las mismas fotos que había hecho
en su día en Ruanda. ¿Por qué nos cuesta tanto ver la injusticia y la
indiferencia en nuestra propia casa?
-Porque nos han vuelto a engañar. Nos han hecho creer que el
mundo ideal es el mundo en el que vivimos, y nuestro mundo es ideal
simplemente porque en nuestra misma frontera hay un abismo donde se
pudre la inmensa mayoría de la humanidad. Y si esta mayoría sigue
pudriéndose seguiremos teniendo serios problemas, a menos que queramos
vivir en un mundo rodeado de alambradas. La gente que huye de África,
del Magreb o de cualquier país del mundo, huye del hambre, de la
miseria, de la explotación, de la corrupción creada muchas veces por las
empresas multinacionales, que han corrompido a gobiernos de países ricos
para conseguir a mejor precio materias primas como el petróleo o los
diamantes. Y mientras siga habiendo este tipo de situación seguirán
llamando a nuestras fronteras y llegando a mansalva los emigrantes
ilegales, como está sucediendo en este momento. Cuando uno está ante la
encrucijada de vivir una situación de dolor y desesperación, y la
posibilidad remota de llegar a un mundo mejor -que también es una
mentira muchas veces, como los inmigrantes que llegan aquí engañados por
las mafias-, pues lógicamente va a dar el salto. La gente huye de países
muy ricos explotados por la actitud brutalmente egoísta de las grandes
empresas multinacionales, que en este mundo sin leyes de movimiento de
capitales están haciendo lo que les da la gana con las materias primas
de estos países.
-Sin salir de nuestro país, ¿qué reportaje harías para
denunciar una situación injusta?
-Yo no he trabajado nunca en España y digo a veces irónicamente
que si alguna vez hubiera aquí una guerra yo sería el primero en no
cubrirla y en largarme lo más lejos posible. No sabría actuar en una
guerra que afectara a un país con el que yo me identifico. Sí es verdad
que me empiezan a interesar temas, pero no estoy trabajándolos porque
hay fotógrafos amigos míos que lo hacen muy seriamente y que tienen
dificultades para que sean comprados y vistos en los medios de
comunicación. Hay temas relacionados con la inmigración ilegal o con el
preocupante nivel de racismo que se empieza a percibir en este país, y
que se acrecentará en cinco o seis años, cuando haya serios problemas
laborales y la gente de otros países trabaje por salarios menores.
"Nos han hecho creer que el mundo ideal es
el mundo en el que vivimos, y nuestro mundo es ideal simplemente porque
en nuestra misma frontera hay un abismo donde se pudre la inmensa
mayoría de la humanidad"
-En el 98 te nombraron Enviado Especial de la Unesco por
la Paz, debido a tu labor humanitaria fotográfica. ¿Observas en nuestro
país una educación en la paz, que pueda cambiar el rumbo del futuro?
-Bueno, hay iniciativas, hay proyectos, hay ideas. Pero yo
muchas veces discuto con amigos de asociaciones humanitarias no
gubernamentales y siempre les digo lo mismo: hay que apostar más seria y
más fuertemente por la denuncia. Hay que denunciar, no se puede estar
haciendo trabajos en el tercer mundo, que son trabajos muy decentes y
muy bien hechos, si no se cambian las reglas del juego. ¿Para qué sirve
invertir en proyectos en los Grandes Lagos si sigue siendo una zona
donde está habiendo continuos conflictos porque las grandes potencias
están dirimiendo sus intereses estratégicos en la zona?. Y estamos
hablando de EEUU, Francia y las principales potencias occidentales. Yo
creo que hay que criticar el mercado de armas, la falta de ética de las
grandes potencias petroleras, de los gobiernos que permiten que empresas
se dediquen al tráfico de diamantes... Hay que hacer campañas fortísimas
de denuncia permanente y sobre todo de denuncia a la actitud de la
Comunidad Europea, que es supuestamente la gran benefactora de proyectos
humanitarios en el mundo, pero al mismo tiempo sus gobiernos son los que
tienen más influencia en la parte más negativa de las relaciones entre
países del primer y tercer mundo. Y para denunciar hay que hacerse cada
vez más independiente: depender menos de las ayudas de la UE, depender
menos de que tus proyectos estén prácticamente embargados o de que sólo
se pueden hacer porque te dan ayuda los gobiernos. Y que estas personas
que ayudan a estas organizaciones humanitarias no solamente paguen
10.000 ó 15.000 pesetas al principio de año y se olviden, sino que se
conviertan en verdaderos activistas, que denuncien la situación. Es la
única manera. Entonces hay que crear una cultura de paz, pero una
cultura de paz militante, activa, no hacer creer que la cultura de paz
se hace porque los niños no se disparan con pistolas de plástico, ése no
es el problema. El problema es ayudar a crear una nueva situación
económica en el mundo y sobre todo una nueva sociedad. Y eso es básico,
si no todas las cosas que se puedan hacer no van a servir para mucho,
eso lo tengo clarísimo. ∆ |