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A diferencia de los animales, en el caso del hombre la agresividad se convierte en violencia y se ejerce hasta las últimas consecuencias, con resultado de muerte o con presencia de sangre para sentirse superior ante una determinada situación.
Foto: Maló.

 

 

EL ORIGEN DE LA VIOLENCIA 
Texto: Mariló Hidalgo

¿Por qué un adulto es capaz de torcer el brazo a un recién nacido sin apiadarse de sus llantos? ¿Por qué se puede agredir a una mujer sin ningún motivo hasta causarle la muerte? ¿Por qué un "matón" de doce años, seguido por una pandilla de la misma edad, agrede físicamente a otros compañeros de colegio y emplea burlas, amenazas y humillaciones, sin haber mediado provocación? ¿Por qué un grupo de hinchas es capaz de asestar varias puñaladas al seguidor del otro equipo al término de un partido?.
Biólogos, psiquiatras, sociólogos y antropólogos buscan el origen de este tipo de comportamientos violentos.

Somos más violentos ahora que en la antigüedad? ¿Nos encontramos ante un fenómeno creciente? ¿Podremos, gracias a los avances científicos, conocer la semilla de la violencia, y por lo tanto su curación?
Éstas y otras preguntas flotan en el ambiente a la luz de los brutales acontecimientos que se suceden cada día. Medir la violencia que se genera en nuestro entorno es algo casi imposible. Las cifras que encontramos se extraen sumando los asesinatos, malos tratos, violaciones, que tienen lugar cada año en un país. En España durante 1998 -según datos del Cuerpo Nacional de Policía y Guardia Civil- tuvieron lugar 16.103 delitos contra la libertad sexual. Los malos tratos en el seno de la familia -mujeres, niños y ancianos- ascendieron a 9.708 casos. Se denunciaron 20.485 lesiones de diversa índole. Fueron víctimas de homicidios y asesinatos 2.293 personas. Recibieron tratos degradantes 757 individuos y 28 fueron objeto de tortura. En el pasado año 66 mujeres murieron a manos de su pareja y 18.830 denunciaron malos tratos infringidos por sus compañeros o maridos. Según las últimas encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) los temas que más preocupan a los ciudadanos españoles en estos momentos son la violencia doméstica y el terrorismo, precisamente las noticias que más se repiten en los medios de comunicación.

¿Somos más violentos ahora que antes?
En este caso dicen que cualquier tiempo pasado fue peor. Que antaño las guerras se declaraban casi sin razón, que el valor de la vida humana era insignificante y que el patriarcado dominaba la sociedad y consideraba a la mujer y a los hijos como una propiedad. En la actualidad no sabemos si existen más o menos conflictos que antes, pero lo cierto es que son más cruentos.
Desde la posguerra de 1945 -señala Manu Leguineche en su libro "Los ángeles perdidos"- al menos 20 millones de personas han muerto en más de cien conflictos y setenta millones han resultado heridas.
Antes, las mujeres, los ancianos y los niños estaban al margen de las guerras que se decidían principalmente entre soldados. Hoy, por cada militar caído en el campo de batalla, han fallecido veinte civiles. Las mujeres y los niños se han convertido en las principales víctimas. Tal es así que la violación de mujeres por parte de las Fuerzas Armadas -como ocurrió en Kosovo- es empleada como arma de guerra e instrumento de terror. En la actualidad, este tipo de violencia es considerada como "crimen contra la humanidad" por parte del Tribunal Penal Internacional que ya ha emitido sus primeras sentencias en este sentido.
Por otro lado, a pesar de la famosa liberación de la mujer, muchos hombres no pueden soportar que ella salga a trabajar fuera de casa, gane un sueldo, tenga sus compañeros o amigos y piense por su cuenta. Contra eso emplea la violencia. A veces con resultado de muerte. Un total de 141.586 mujeres han sido atendidas en los 918 centros para maltratadas durante la vigencia del I Plan de Acción contra la Violencia doméstica (1998-2000), según ha hecho público la Secretaria de Asuntos Sociales, Concepción Dancausa.
Dos mil millones de niños pueblan hoy nuestro planeta. Dos mil millones de niños que son víctimas también del horror y la violencia: más de un millón de menores cae cada año en las redes de la prostitución. La FAO (Organización para la Alimentación y la Cultura) confirma que más de 570.000 niños han muerto como consecuencia de las sanciones impuestas a Irak. El infanticidio de niñas continúa imparable en la India: su único delito es haber nacido mujeres. 250 millones de niños son obligados a esclavizarse en todo el mundo. Por último, en nuestro país de la cifra de pequeños que sufren malos tratos un 79% sufre abandono. Un 42% ha sido sometido a maltrato emocional y un 30% físico. El 4% ha sufrido abuso sexual. Lamentablemente muchos niños en estos momentos son carne de comercio, esclavitud, pornografía, tráfico de órganos, prostitución, adiestramiento para la guerra, escudos humanos...
Los datos señalan que la centuria que acaba de terminar ha sido la más sangrienta de la historia.

¿La violencia es innata al hombre?
El agresivo nace, el violento se hace" asesta José Sanmartín, catedrático de la Universidad de Valencia, director del Centro Reina Sofía para el estudio de la violencia y autor del libro "La violencia y sus claves". Este profesor, que ha realizado varios trabajos sobre el tema, asegura que "nuestra agresividad es un rasgo en el sentido biológico del término; es una nota evolutivamente adquirida, mientras que la violencia es una nota específicamente humana que suele traducirse en acciones intencionales que tienden a causar daño a otros seres humanos".
Agresividad y violencia, por tanto, no son la misma cosa • La primera forma parte de nuestra esencia animal. Somos agresivos por naturaleza, por instinto de supervivencia frente a un entorno hostil, de la misma forma en que son agresivos el resto de los animales. La diferencia es que mientras ellos no llegan a causarse la muerte, el ser humano llega a disfrutar con ella. Un ejemplo lo tenemos cuando pelean dos lobos. En el momento en que está definido el combate y surge el vencedor, éste orina sobre su adversario, que deja la yugular a su disposición en señal de sometimiento. Y ahí cesa todo. Nunca llega la sangre al río, como popularmente se dice.
En el caso del hombre es distinto. La agresividad se convierte en violencia y se ejerce hasta las últimas consecuencias, con resultado de muerte o con presencia de sangre para sentirse superior ante una determinada situación. La compasión por el que está al otro lado es nula.

La violencia es producto de la evolución cultural, por tanto es suficiente cambiar los aspectos culturales que la motivan para que ésta no se produzca.
Foto: Save the Children

Entonces, ¿qué es la violencia? ¿de dónde surge? • La violencia es producto de la evolución cultural, por tanto es suficiente cambiar los aspectos culturales que la motivan para que ésta no se produzca. Explican los expertos que la violencia nace a partir de la separación del hombre de su entorno natural. En los primeros tiempos, el ser humano se regía por el mismo código de conducta que los animales. Era básicamente instintivo y por lo tanto utilizaba la agresividad para poder subsistir y procrear. Su agresividad no dañaba al grupo. Hoy, por encima de la naturaleza, el hombre ha construido un entorno artificial con sus propios valores y su propia cultura que le exige determinadas respuestas que le obligan constantemente a adaptarse a lo nuevo. Esta situación creada artificialmente la controla con dificultad y en ocasiones le genera violencia.
El psiquiatra Luis Rojas Marcos explica que "las semillas de la violencia se siembran en los primeros años de la vida, se cultivan, se desarrollan durante la infancia y comienzan a dar sus frutos malignos en la adolescencia". Por tanto la violencia -como apunta el profesor Sanmartín-, "es la resultante de la influencia de la cultura sobre la agresividad natural y sólo factores culturales pueden prevenirla".
Durante mucho tiempo se habló de la existencia del "gen de la violencia" y ello fue objeto de estudio en los departamentos más avanzados de biotecnología del mundo. El debate de si las personas nacen violentas o desarrollan este tipo de comportamientos a lo largo de su existencia, estuvo vivo durante mucho tiempo. A ello contribuyeron diversos estudios realizados entre los asesinos más despiadados de las cárceles norteamericanas, donde se intentó demostrar con una teoría, que la mayoría de condenados tenían además del par "XY" -que define el sexo masculino-, una "Y" extra. Es decir, poseían un curioso cromosoma "XYY". Pronto se comprobó que este "trío" singular también lo poseían otras personas de fuera de las cárceles con un comportamiento social normal: la teoría tuvo que ser desechada.
Hoy, el mito de la herencia genética está totalmente desmontado. No existe un gen de la violencia: "Los genes pueden influir en el comportamiento violento como influyen en todo lo que hacemos y todo lo que somos, pero en ningún momento determinan que un individuo vaya a ser violento sin ninguna solución", explica Manuela Martínez Ortiz, doctora en medicina del Departamento de Psicobiología y Psicología Social de la Universidad de Valencia.
Según un estudio realizado por científicos de la Universidad de Wisconsin (EEUU) que aparece publicado en la revista Science, "el cerebro humano está conectado con revisores y equilibradores naturales que controlan las emociones negativas, pero ciertas desconexiones en estos sistemas reguladores parecen aumentar notablemente el riesgo de un comportamiento violento impulsivo". Está comprobado que este tipo de actuaciones están relacionadas con una sustancia del cerebro denominada serotonina, sustancia que en estos individuos parece estar disminuida.
Hace más de cincuenta años se empleaba la lobotomización para tratar este problema en individuos antisociales. Lo hemos podido ver en algunas películas como Frances, con Jessica Lange como protagonista o, Alguien voló sobre el nido del cuco con Jack Nikolson, donde ambos sufrían esta brutal intervención. El proceso consistía en "introducir una especie de picahielos a través del párpado superior hasta alcanzar el hueso; entonces se golpeaba con un mazo el leucotomo hasta introducirlo en la zona orbitofrontal. Moviendo el leucotomo hacia delante y hacia atrás se cortaban las conexiones entre esta zona y estructuras subcorticales como la amígdala. Con este sistema se conseguía eliminar la ansiedad, pero acababan presentándose otros trastornos como: incapacidad de planificar a corto o medio plazo, equivocación a la hora de decidir cuestiones prácticas -contrarias en muchos casos a lo que el individuo pensaba-, indiferencia a las consecuencias de sus acciones e insensibilidad al dolor", recuerda el profesor Sanmartín.
Actualmente, para contrarrestar la falta de esta sustancia se administran fármacos que aumentan la serotonina en estas personas con falta de autocontrol, aunque se han detectado también efectos secundarios. Los especialistas en la materia no creen que se lleguen a realizar manipulaciones genéticas, porque de lo que se trata es de sustituir la sustancia que debe generar ese gen para que la química del cerebro sea la más adecuada, no de cambiar el gen en sí mismo.
La violencia -insisten en señalar- no es una enfermedad, así que no se la puede tratar como tal. La solución vendría de la mano de la cultura, de la educación.

Muy tímidamente nos encontramos ante una nueva etapa de reeducación de padres e hijos. Es necesaria una revisión de valores y estructuras sociales.
Foto: J.M. López

¿Existe un antídoto contra la violencia?
Desgraciadamente las causas que generan esta violencia son muy variadas: familia, medios de comunicación, educación, entorno , nivel social. Nada puede eliminar de un plumazo el problema, aunque los expertos sí coinciden en señalar la importancia de una educación en la infancia.
"Tras el ejército en tiempos de guerra, la familia es la institución que incluye mayores dosis de violencia contra los niños en la sociedad contemporánea", asegura el doctor Ignacio Gómez de Terreros, jefe del Servicio de Pediatría del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla.
Así surge la gran paradoja: la misma estructura que la sociedad ha diseñado para crear un clima cálido, protector, que estimule al individuo, se convierte en un uno de los lugares donde se producen el mayor número de actuaciones violentas que en muy pocas ocasiones son conocidas fuera de la estructura familiar.
La privacidad e intimidad. La organización patriarcal donde la mujer es propiedad del marido y donde ambos ejercen dominio sobre los hijos. El empleo del castigo como medio corrector, que en ocasiones incluye la agresión como parte lógica de la educación de los niños e incluso de la mujer, que siempre es considerada como inferior. La ignorancia de las auténticas necesidades de los componentes de esa familia... Todo ello obliga a revisar la organización de la familia y las opciones que en estos momentos brinda a un adolescente que debe de estructurarse como persona.
Las denuncias han sacado a la luz una realidad por todos conocida, que ha permanecido hasta ahora oculta, protegida en la esfera de lo privado. Muy tímidamente nos encontramos ante una nueva etapa de reeducación de padres e hijos. Es necesaria una revisión de valores y estructuras sociales. En la medida en que esto se ponga en marcha, se verán los resultados.
Aunque los expertos no parecen ponerse de acuerdo sobre la influencia de la televisión en los comportamientos violentos, en estos últimos tiempos hemos conocido numerosos crímenes que han seguido ritualmente el patrón de películas como "Asesinos natos", "El muñeco diabólico", "Crash" o "Pulp Fiction". Se trata de separar la realidad de la fantasía lo que ocurre es que la visión de tanta violencia gratuita puede hacer pensar a los niños que es la mejor manera de solucionar un problema.
Eso piensan algunos educadores: "la violencia -explica el psiquiatra Rojas Marcos en "La semilla de la violencia"- se aprende en los primeros años de vida. Los comportamientos agresivos se fomentan a través de mensajes tangibles y simbólicos que sistemáticamente reciben los niños de los adultos, del medio social y de la cultura. La experiencia que más predispone al ser humano a recurrir a la fuerza bruta y despiadada para aliviar sus frustraciones o resolver situaciones conflictivas, es haber sido objeto o testigo de actos de agresión maligna repetidamente durante la niñez".
El enfrentamiento a profesores y las agresiones dentro del mismo colegio, son situaciones que empiezan a repetirse con demasiada frecuencia, aunque eso sí, aún no hemos llegado al nivel de violencia de EEUU. Según un informe del Defensor del Pueblo, el 4% de los alumnos de Secundaria afirma haber sufrido agresiones físicas y el 30% agresiones verbales por parte de otros compañeros.

A pesar de la famosa liberación de la mujer, muchos hombres no pueden soportar que ella salga a trabajar fuera de casa, gane un sueldo, tenga sus compañeros o amigos y piense por su cuenta. Contra eso emplea la violencia.

La violencia entre iguales, que hasta ahora era ignorada por los propios profesores al considerarlas "cosas de chavales", exigen un tratamiento muy específico que obliga a los educadores a enseñar, además de conocimientos a sus alumnos, valores como la tolerancia, la democracia, el respeto, la igualdad. La realidad es que "el profesor no está preparado para cambiar de mentalidad por su cuenta y ahí son los Gobiernos quienes tienen la responsabilidad de impulsar la formación de los docentes para evitar que siga el fracaso escolar y la indisciplina", asegura Amparo Tomé, profesora de Sociología de la Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona (El País, 9-4-01).
Por último debemos hacer mención a la violencia que se lleva a cabo en los campos de fútbol, a través de peñas ultras que esgrimen parafernalia neonazi y emplean la violencia como lenguaje para ir contra los que no piensan como ellos. La violencia de los grupos skin -con o sin ideología- que recorren nuestras calles y se han propuesto llevar a cabo una limpieza étnica asesinando o agrediendo a mendigos, prostitutas, ecologistas, emigrantes. O la violencia que se mueve en los Campus Universitarios promovida por ciertas asociaciones ultras. Todos estos movimientos tienen la misma raíz, según las investigaciones que el periodista Mariano Soler recoge en su libro "Descenso a los fascismos": "Nos encontramos ante un fenómeno al que no se está haciendo caso. Desde instancias oficiales se niega su existencia, pero es algo que va en aumento. Estamos hablando del movimiento de un nuevo fascismo que está captando a gente muy joven con nuevos métodos, nuevos símbolos, nuevos mensajes y por supuesto inmersos en un sentimiento racista y xenófobo. La calle es su nuevo campo de batalla, pero también operan en los estadios de fútbol, en la universidad, institutos, en el mundo del rock, en Internet...". Esta violencia está apoyada en la intolerancia, en el desprecio a los que son diferentes y piensan diferente.
Para contrarrestar todo esto hace falta una educación para la paz efectiva, que debe partir del núcleo familiar y educativo. El fomento del diálogo y la comunicación. Las muestras de cariño y comprensión por parte de los padres. El análisis de las fórmulas que se emplean para educar en la disciplina. El conseguir que el núcleo de convivencia no se convierta en el lugar donde los de siempre tienen los derechos -los padres, por lo general- y otros tienen los deberes -los hijos-. Y sobre todo, descubrir que en la palabra se encuentra la baza del entendimiento entre las distintas generaciones, distintas razas, distintos pensamientos, son cuestiones que sin duda ayudarán a esa Educación para la Paz.
Como decía Víctor Hugo, "no hay malas hierbas, ni hombres malos, sino malos cultivadores". ∆

 

FUSION OPINA

Qué puede estar pasando en nuestra sociedad civilizada para que la agresividad instintiva con la que nacemos, se haya transformado en la violencia más cruel, que tiene como víctimas a los más débiles?
Durante la vigencia del I Plan de Acción contra la Violencia Doméstica (1998-2000), en nuestro país un total de 141.586 mujeres fueron atendidas en centros para maltratadas. Sólo el pasado año murieron 66 mujeres a manos de su marido, ex-marido o compañero. Los niños de entre cero y tres años son las principales víctimas de maltrato infantil y, en ocho de cada diez casos, el padre es el agresor. Es un dato ya probado que el 90% de los niños maltratados el día de mañana transmitirá esa violencia a su entorno.
Curiosamente la mayor parte de esta violencia tiene lugar en el seno de la familia. Una institución que, amparada por la intimidad, privacidad y estructura patriarcal, ha alimentado durante siglos una violencia encubierta y ha actuado como educadora de comportamientos agresivos.
Dicen los expertos que la falta o pérdida de los valores influye en la convivencia humana y en el desarrollo personal y social.
En las familias de hoy se dialoga poco; apenas existen muestras de afecto; hay una falta de atención hacia los pequeños y no se les hace el caso que merecen. Debemos analizar qué tipo de educación y oportunidades se les están dando a los adolescentes de ahora, que serán los hombres del futuro. Se ha demostrado que los violentos no nacen, se hacen y ahí el entorno juega un papel esencial.
Luego, no tenemos más que seguir los acontecimientos. La violencia pasa de la familia al colegio, a los Campus universitarios, a la calle, al fútbol. Al final se reproducen los comportamientos aprendidos.
Dicen que el hombre se volvió violento cuando se separó de la naturaleza y creó un mundo artificial paralelo. Desde entonces lleva buscando claves que le ayuden a relacionarse consigo mismo y con ese entorno que ha creado. Una educación que tome como referencia esa correcta relación con la naturaleza, en base a esos valores que con sólo levantar los ojos podemos admirar, puede ser un primer paso para la edificación de ese hombre que no necesite la violencia como arma para vivir. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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