Hace ya muchos años que
esta gijonesa dejó de presentar telediarios, para dedicarse a la variable
literatura. Su puesta de largo fue con Elizabeth de Austria-Hungría
y su gran reconocimiento lo obtuvo con el premio Fernando Lara para su
última novela, Un largo silencio. Con ella ha devuelto las voces a
las mujeres republicanas que quedaron solas tras la Guerra Civil.
"La
televisión genera una fama que es muy superficial, donde a todo el mundo se
le juzga por la apariencia."
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He
intentado entrevistarla más veces, pero como reza el dicho "A la
tercera va la vencida". Daba una conferencia rodeada de amigos y
pudimos hablar. Esperaba el distanciamiento propio de alguien a quien no le
gusta la fama, y me encontré con la Ángeles Caso accesible, directa y
franca que ama la naturaleza y la literatura como necesidad de vida.
-Su último libro, "Un largo silencio", trata sobre las
consecuencias de la Guerra Civil, un tema del que se evita hablar en nuestro
país. ¿Aprendemos poco del pasado?
-Yo creo que tendemos demasiado a olvidar el pasado -como individuos
y como colectivos sociales-, y sin embargo el pasado me parece
imprescindible. Para mí la memoria es uno de los elementos fundamentales de
la vida como seres humanos. Creo que es difícil saber quién eres y hacia
dónde quieres ir sin saber de dónde vienes. Entonces me parece importante
preservar esa memoria, la de lo bueno y sobre todo la de lo malo, para
tratar de evitar que vuelva a suceder.
-En tu libro las protagonistas son mujeres que perdieron la guerra y
fueron condenadas a callar. ¿Podría ser una metáfora sobre la situación
de la mujer en el mundo?
-No pretendía que fuera tanto, porque en este caso concreto yo me
centro en las mujeres, pero los hombres del bando republicano estaban en la
misma situación. Lo que pasa es que escribo sobre las mujeres porque,
cuando termina la Guerra Civil, ellas estaban solas. Los hombres del bando
republicano que no habían muerto en el frente estaban en las cárceles y
fueron esas mujeres -y de esto se ha contado muy poco- las que tuvieron que
sacar adelante a sus familias en condiciones durísimas. Fueron maltratadas,
humilladas, perseguidas, sometidas al miedo... y yo quería devolverles la
voz y hacerles una especie de homenaje literario con este libro, porque creo
que no se les ha hecho todavía. Con la metáfora a la que te referías sí
es verdad que la condición de la mujer ha sido siempre mucho más
silenciosa que la del hombre, y en infinidad de países y culturas del mundo
sigue siéndolo todavía.
-Te he oído decir en algunas entrevistas que aspiras a la serenidad,
¿qué ingredientes básicos necesitas para conseguirla?
-Yo creo que sobre todo la serenidad es asumir que la vida es un
mare mágnum de cosas extraordinariamente hermosas y desdichadas. Es un ir y
venir constante entre lo bueno y lo malo, entre las buenas y las malas
rachas, entre el éxito y el fracaso, la satisfacción y la insatisfacción,
el bolsillo vacío y el bolsillo lleno... Y creo que la serenidad consiste
en asumir todo eso con naturalidad, disfrutar de lo bueno y entender que el
dolor también forma parte de la vida, no es algo contra lo que haya que
resistirse. Ésa es mi aspiración y a lo que yo llamo serenidad.
-¿Qué diferencia hay entre la fama de la popularidad que tenías en
televisión y la alcanzada con un premio como el "Fernando Lara"?
-Pues una diferencia fundamental. Yo creo que la televisión genera
una fama que es muy superficial, donde a todo el mundo se le juzga por la
apariencia. Da igual lo que hagas, tú eres famoso, reconocido, admirado o
denostado simplemente porque sales en televisión, casi como si fueras un
personaje de circo. El reconocimiento por la obra literaria o el trabajo que
sea, es otra cosa completamente distinta.
-Dejaste un empleo estable y reconocido en televisión para dedicarte
a escribir, que era tu gran pasión. ¿Qué riesgos tuviste que asumir para
dedicarte a la literatura?
-Los que sigo asumiendo constantemente. Evidentemente el económico
(risas), porque no es lo mismo trabajar en televisión o en radio, donde
ahora mismo podría estar ganando muchísimo dinero, que vivir de la
escritura. En literatura el nivel económico en el que te mueves es muy
inferior y además mucho más irregular. Y luego está el riesgo de la
incomprensión, porque en el mundo de la literatura es fácil encontrarte
con que una novela en la que has puesto tu vida y tu piel luego no les llega
a los lectores. Y queda tu propia insatisfacción, porque siempre piensas
que tendrías que haber escrito algo mejor de lo que has escrito. Todas esas
cosas. Pero yo creo que este tipo de trabajos uno no los escoge, lo eligen a
uno. Son cosas que se te imponen en la vida y si no las haces te sientes
medio muerto.
-Debías tenerlo muy claro para dejar la seguridad de un trabajo en
televisión y el reconocimiento del público...
-Lo tenía clarísimo, sí, y lo sigo teniendo clarísimo. Aunque
hay meses que me cuesta mucho pagar la hipoteca de mi casa, lo sigo teniendo
clarísimo.
-Y para escribir, ¿qué te motiva más: la felicidad o el dolor?
-Para escribir me motiva más el dolor. Creo que como escritora
trato sobre los aspectos más dolorosos y oscuros de la condición humana.
Yo siempre digo que la felicidad la vivo cuando soy feliz, cosa que sucede
muchas veces y para lo cual tengo muchas razones, y eso lo vivo, lo disfruto
y lo gozo, pero no necesito pararme a reflexionar sobre ello. En cambio sí
necesito pararme a reflexionar sobre el dolor y sobre los lados más negros
de la vida, y por lo tanto escribo sobre esas cosas. Lo que pasa es que para
escribir me paraliza, es decir, me inspiro en él, me preocupa, me hace
reflexionar, me inquieta como escritora, pero si yo estoy sumida en un
proceso doloroso me resulta muy difícil escribir. Necesito escribir desde
la tranquilidad.
-Eres militante activa de Greenpeace -formas parte de su Consejo- y
amante de la naturaleza, tanto por convicción como por genética, ya que
procedes de una familia ligada al campo. ¿Crees que todavía estamos a
tiempo de salvar el planeta?
-Creo que cada vez estamos menos a tiempo. Hay cosas que son ya
irrecuperables, como la extinción de las especies. La mayor parte de los
cálculos apuntan a que están desapareciendo en los últimos veinte años
unas doscientas especies anuales. Especies vivas, animales y plantas, pero
fundamentalmente animales. Los daños a la capa de ozono son difícilmente
recuperables y si lo son es a muy, muy, muy largo plazo. Entonces cada vez
hay menos tiempo, porque además el daño al medio ambiente crece de una
manera terrible. O aprendemos a mantener una actitud ética con nuestro
entorno o la especie humana -y por supuesto el resto de las especies
también- lo va a tener muy difícil.
-Hablando de valores, ¿cuáles echas en falta en nuestra sociedad?
-Creo que es una sociedad que se está centrando demasiado en la
condición individualista, en el vivir sólo para ti mismo y sólo para tu
propio placer, y se olvida de esos comportamientos éticos con los demás y
con el entorno natural en el que vivimos, cosas que me parecen
fundamentales. Claro, hay mucha solidaridad, sí, colaboramos con un
terremoto en no sé donde, y todo el mundo lleva ropa y manda dinero. Pero
no basta con mandarles comida a los pobres que se están muriendo de hambre,
habría que hacer la revolución para que esa gente no muriese de hambre.
Tendrían que hacerla ellos y tendríamos que hacerla nosotros con ellos.
Entonces quizá es cierto que nos miramos cada uno de nosotros demasiado el
ombligo, pensamos sólo en nuestros propios intereses, nos lavamos la
conciencia haciendo ciertos actos de caridad o de solidaridad y con eso
creemos que ya está. Y me parece que es bastante insuficiente. ∆
Ángeles Caso ha intervenido en el ciclo
Novelas y Novelistas organizado por Caja España.
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