El Profesor Santiago
Dexeus es el director del instituto que lleva su apellido, y lleva
también la Cátedra de Investigación en Obstetricia y Ginecología de la
Universidad de Barcelona. Es uno de los investigadores punteros de nuestro
país y, aunque ha vivido en su campo una revolución tecnológica y
científica, aún cree que lo mejor está por llegar: queda descubrir las
posibilidades que nos ofrece la genética.
"El
mensaje que debería tener el público es que la tecnología médica no va
a pretender unos cambios sociales inaceptables, sino el bien de la persona
humana"
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Su apellido
ya es una garantía, por eso miles de parejas acuden a Santiago Dexeus
para solucionar sus problemas de infertilidad. A su equipo se debe que en
1984 naciera la primera niña probeta española, y se ha convertido en una
referencia mundial en el tema de reproducción asistida. Ha perdido la
cuenta de los niños que ha traído al mundo, aunque hace tiempo que se
retiró del quirófano (al que vuelve a asistir partos en contadas
ocasiones) y ahora se ha quedado en el laboratorio para buscar un
tratamiento efectivo contra el cáncer.
-En los últimos 25 años la ginecología ha experimentado un gran
avance, pero ¿en qué ha cambiado la actitud de los españoles hacia la
maternidad?
-Bueno, el avance de la Sanidad pública en nuestro país es
impecable, y ha proporcionado una atención en el parto de la que disponen
muy pocos países. Por ejemplo, en Estados Unidos la atención es
privatizada y el que no tenga un seguro concertado es un pobre, pero pobre
de verdad y con todos los peyorativos, y puede tener una sanidad muy
reducida. En cambio en nuestro país tenemos unas cifras de mortalidad
fetal y maternal muy bajas.
-¿Está la Sanidad pública española preparada para dar salida a
los adelantos y, sobre todo, a las demandas de una mejor relación
médico-paciente?
-Hace años hubo un informe de la OMS sobre la Sanidad española,
que decía que el cambio que estaba experimentando era buenísimo, pero
que probablemente se vería falta de recursos en los próximos años. Y
esto no ha sucedido. Si tiene en cuenta la cantidad de actos que se
realizan dentro de la Sanidad pública, que haya algunos defectos es
completamente normal, si analizáramos la medicina privada sería
exactamente lo mismo. Lo que yo creo es que habrá que optimizar los
recursos, llegar a un convenio entre los organismos sanitarios privados y
la sanidad pública para complementar esfuerzos.
Es cierto que es más fácil que un paciente salga muy contento por una
asistencia en cirugía de alto nivel que uno que haga cola en un
ambulatorio mal equipado. Ése es quizá el reto de la administración,
pero es difícil porque requiere una nueva planificación, y puede que
aportar unos recursos que no estaban previstos. La factura sanitaria es,
de verdad, muy cara, y difícil de pagar en su totalidad.
-Sin embargo, sí se echa de menos la humanización, que no es tanto
cuestión de dinero.
-Sí que cuesta dinero, muchísimo, porque es tiempo. Para poder
ser humano con el paciente hay que poder sentarle enfrente de ti y
dedicarle el tiempo que necesite. Esto es lo que suele faltar en muchas de
las estructuras que tenemos en funcionamiento.
-Recientemente ha hablado de las repercusiones de las nuevas
técnicas de reproducción asistida en el concepto de familia. ¿Es que
cambiará en algo?
-No, yo creo que no. Con estas técnicas no estamos variando la
familia ni la vamos a variar en absoluto. La familia está variando por
razones totalmente distintas como es el trabajo, la incorporación laboral
de la mujer o la insuficiente protección a la maternidad, que obliga a
retrasarla y crea a veces problemas de infertilidad. La familia está
cambiando por la economía, las condiciones de la propia pareja, los
problemas para el cuidado de los niños también retrasan la natalidad, y
es importantísimo porque en España la natalidad es tan baja que no
tenemos generación de reemplazo. En este cambio, el granito de arena de
las técnicas de reproducción asistida es pequeñísimo y restringido a
aspectos como la aparición de embarazos múltiples, que en cualquier caso
son un fracaso de la técnica y los estamos descendiendo de forma notable.
-Hablamos entonces de razones sociales o económicas, pero no
médicas.
-Claro está. Mire usted, el hombre tiene temor a acercarse a una
mujer que se está liberando y se considera completamente igual al hombre.
Muchos hombres son incapaces de aceptar este tipo de mujer y se retraen, y
en las grandes ciudades son frecuentísimos los apartamentos ocupados por
un hombre o dos, por varias mujeres, pero no por la pareja clásica. Y hay
muchas parejas de hecho que se mantienen juntas pero no deciden tener
hijos. No es la ciencia biomédica, sino otros condicionamientos los que
están decidiendo en esta sociedad actual.
-Para muchas parejas no poder tener hijos supone un verdadero drama.
¿No es esto una paradoja cuando hay superpoblación?
-Sí, pero en nuestro país la natalidad roza el 1.07, que es
bajísimo. En Cataluña se está consiguiendo algo de crecimiento gracias
a la inmigración, pero España, como país o nación, está actualmente
en el último lugar de la clasificación en cuanto a natalidad.
-¿Cree que la inmigración es una solución al problema
demográfico?
-No, porque un país que acepte una inmigración indiscriminada,
probablemente va a crear focos de pobreza y de inseguridad. La
inmigración debe regularse para que no dé lugar a gente inadaptada, con
unas previsiones de vida miserable. Hay que regularla en el sentido de que
se les dé trabajo, y que no vengan en condiciones de explotación y
esclavitud.
-Últimamente ha habido grandes avances en el tema de la genética.
¿Qué posibilidades futuras nos ofrece este campo?
-El horizonte de la biogenética es extraordinario, y no puedo ni
abarcarlo. El mensaje que debería tener el público es que la tecnología
médica no va a pretender unos cambios sociales inaceptables, sino el bien
de la persona humana. Nada más que eso, y poner cortapisas a una
investigación que está reglamentada es una lástima, porque retrasamos
el proceso: la posibilidad de curar enfermedades que en este momento
parecen imposibles.
Creo que se irá por ahí, porque cada vez se crean más equipos
multidisciplinarios. Si cuando acabé la carrera me hubieran dicho que en
mi propio departamento habría un 20% de biólogos, hubiera dicho que era
imposible. ¿Para qué quería yo un biólogo en mi departamento? Pues
ahora es así, y eso significa que intentamos una convergencia de
disciplinas para evolucionar en la vía tecnológica y la terapia génica.
Todo esto está al caer, y es posible que en diez años alguien lea esta
conversación y diga: "fíjate qué tonterías decía este señor, si
estamos acostumbrados al tratamiento génico, actualmente hacemos la
biopsia preimplantacional: nos advierten del peligro que tendrá el
embrión, y ya lo tratan antes de implantarlo a mi mujer". Esto, que
parece ciencia ficción, puede que no lo sea en poco tiempo.
-Efectivamente, parece que con este tema nos movemos en el terreno
de la ciencia ficción y el mito: bebés a la carta, bancos de órganos...
¿cuánto hay de cierto en todo esto?
-Hay mucha especulación, y también terrorismo científico que,
seamos sinceros, tiene muchísimos adeptos y asegura un público a los
medios de comunicación. Y, claro está, no va por ahí. Déjeme ponerle
un ejemplo: en el tratamiento oncológico hay pacientes que reaccionan muy
bien a la quimioterapia y otros que reaccionan muy mal o que no afecta a
la enfermedad. Pues ya se está viendo que será posible identificar
quiénes van a ser susceptibles a una droga y quiénes a otra. Hay muchas
posibilidades y el mensaje es que se está haciendo todo lo que se debe,
dentro de una idea muy clara, que es el destino de la humanidad. Y ese
destino no es pelearnos ni mordernos, sino convivir en paz y, a ser
posible, con un gran estado de salud. Todo lo que vaya por ese camino es
importante e interesante. ∆
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