LECCIONES DEMOCRATICAS
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Sin darnos cuenta, hemos construido
otra dictadura, solo que ésta no es militar, ésta es la dictadura
del poder económico.
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Ultimamente
mi cabeza le da vueltas al concepto democracia y a la necesidad de
someterlo a una seria revisión, porque a medida que avanzan los tiempos,
la identidad de tal palabra, la pureza de su espíritu original, se va
diluyendo entre la verborrea de los políticos "democráticos" y
entre las incongruencias de su real y efectiva aplicación a la vida
cotidiana.
Lo que ocurre, que todo hay que decirlo, es que uno no está muy seguro de
no ser una especie de idealista trasnochado en un mundo donde impera la
ley del más fuerte y donde todo tiene su precio, lo que explica por sí
sólo el contraste entre los conceptos y la aplicación práctica de
estos, y también la estupidez de un pueblo, sea español, americano,
francés o de cualquier parte, que traga con todo lo que le echen, que
consiente con todo tipo de mentiras, que sigue elevando a los altares a
oportunistas que ven en la política, aprovechando las reglas
democráticas, la forma más rápida y fácil de forrarse y, de paso,
reírse de todos en la cara utilizando para ello palabras como justicia,
libertad, derechos humanos, bienestar, etc. que son los que los pueblos
quieren oír y que cuando alguien los pronuncia se convierte en su
"dios".
Pero cada día tenemos y consentimos absurdos tan descabellados que
contrastan, chocan frontalmente, con la pureza de la democracia, pero que
siguen ahí porque quienes podrían cambiarlos han caído en la trampa del
poder y son víctimas de su doble juego.
Por ejemplo. Leo en un artículo de la prensa diaria los sueldos que
cobran en nuestra "democracia" determinados personajes que
desempeñan cargos que tienen que ver supuestamente con el cuidado y
protección de la democracia.
Presidente del Tribunal Supremo..., veinte millones ochocientas mil
pesetas.
Presidente del Tribunal Constitucional..., veinte millones quinientas mil.
Fiscal General del Estado..., diecisiete millones cuatrocientas mil.
Consejeros del Tribunal de Cuentas..., diecisiete millones.
Presidente del Gobierno..., trece millones.
Vicepresidentes..., doce millones doscientas mil.
Ministros..., once millones y medio.
Estos son algunos ejemplos, sólo unos pocos, representativos.
Claro que a estos sueldos hay que añadirles cantidades adicionales por
complementos de productividad, retribuciones por antigüedad, etc, etc. Y
todo esto figura en los Presupuestos Generales del Estado para el año
2001.
Entonces, la pregunta, desde mi trasnochado idealismo democrático, es...
¿Es necesario ganar tanto dinero? ¿Es justo ganar tanto dinero unos
servidores del pueblo? ¿Es democráticamente ético decir que no hay
dinero para pagar atrasos a los funcionarios, recortar dinero para
investigación, medicina, enseñanza, etc?
Yo no concibo la democracia así, porque la democracia es muchísimo más
que votar cada cuatro años a unos señores que, además, nos son
impuestos.
Nosotros, el pueblo, no elegimos a los que votamos, más bien votamos a
los que entre ellos eligen.
Yo no entiendo por qué un Presidente del Tribunal Supremo tiene que
cobrar veinte millones ochocientas mil pesetas al año, o un ministro once
millones y medio... ¿Por qué...? ¿Para qué...?
¿Acaso lo necesitan para ejercer su cometido? ¿Necesitan tanto?
¿Y qué pasa con el paro, con las familias que no tienen trabajo, con los
españoles que pasan hambre? ¿Se puede ejercer una función pública
justa ganando tanto dinero y sabiendo, siendo consciente, que el pueblo
pasa necesidad?
Cuando estos señores cobren su nómina ¿piensan en los que viven con
cien mil pesetas al mes?, si lo piensan... ¿qué piensan? Y si no lo
piensan... ¿qué pintan en ese puesto?
¿Qué engendro hemos creado bajo la apariencia de la justicia y la
libertad? ¿Qué revolución nos hemos perdido? ¿Qué mentira nos hemos
construido que además reforzamos día a día con más mentiras?
Hemos construido una "democracia" escapando de una dictadura y
mirando hacia atrás por encima del hombro por si resucitaba.
Pero, sin darnos cuenta, hemos construido otra dictadura, solo que esta no
es militar, esta es la dictadura del poder económico.
Sueldos ilustrísimos y excelentísimos, se titulaba el artículo.
Y en manos de ellos están las vidas de miles de inmigrantes, y los
destinos de este país.
Es posible que yo sea un idealista trasnochado, pero... ¿Cuántos
millones de personas en este democrático país están de acuerdo con lo
que aquí expongo?
Yo creo que muchas. Y si es así... ¿Por qué no cambiamos esto?
Que cada uno reflexione./ MC
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