|
MUJER VIRGEN
El Uno,
el Creador, emanó de sí una parte de su esencia y lo femenino tomó
vida, y la vida se expresó como mujer.
La mujer fue Hija en el reconocimiento de su Padre, en la unidad con su
Creador, y fue Madre en su responsabilidad respecto al resto de la
creación.
Y para ser Madre hay que saber ser Hija.
La mujer es Hija antes que Madre, y en esa lógica afirmación se
encuentra depositado el misterio de la virgen, que no es, tal y como el
hombre se inventó, "aquella mujer que no conoció varón", sino
la mujer que no olvidó su origen, que reconoce en su Creador la razón de
su existencia.
La virgen, a diferencia de lo que aquí se interpreta, tiene que vivir su
Renacer, es decir, en el reencuentro con su verdadera naturaleza está el
descubrimiento de su pureza, de su inocencia, de la niña que habita y
espera en su interior.
Sólo es virgen ante los ojos del Uno aquella mujer que regresa después
de haber vivido alejada, aquella que descubre su inocencia, no la que vive
inconsciente su inocencia.
La virginidad, por tanto, es la recuperación consciente de una condición
física-espiritual donde sólo existe el reconocimiento de lo que el
Creador, el Padre, espera de ti.
La virginidad es la entrada consciente en un universo que siempre existió
pero que se ignoraba, en una medida diferente de los actos, de los
valores, del tiempo y del espacio.
La mujer, al recuperar su virginidad, descubre que todo lo posee, que todo
ha sido creado para ella, que la frontera de su necesidad no existe y que
en cualquier caso no está en su propia piel, sino que en la comunicación
con otras pieles se abren los caminos hacia la libertad.
Ser virgen es recuperar el sentido del origen, conectar con sus
condiciones, con "las reglas del juego", fundirse con la
plenitud de la vida diseñada para los que no tengan miedo, y volar
libremente dejando que las nuevas sensaciones inunden tu espíritu y te
llenen de la verdad que todo lo impregna.
Cada mujer lleva dentro una niña inquieta, curiosa, pura, inocente. Esa
niña está enterrada bajo la construcción de una "mujer"
modelada por el hombre a su conveniencia, pero esa niña también es
inteligente, fuerte, poderosa.
Desarrollar la inteligencia sin perder la pureza. Mostrar la fuerza sin
olvidarse de la inocencia. Conquistar el poder sin destruir la confianza.
Ser Madre sin olvidarse que primero fuiste Hija. Porque Hija y Madre son
un todo en la Mente del Creador, no conceptos aislados y separados.
La mujer virgen renace de las cenizas de la mujer vieja y en sus ojos
vuelve a brillar la ilusión de la inocencia, y su vida se expande porque
vuelve al lado de su Padre y participa con él de Su Universo, de Su
Reino.
La mujer virgen contagia a todo y a todos de su alegría y a través de
ella se puede leer en la mente del Uno, adivinando los caminos del Sueño,
imaginando un futuro increíble lleno del sonido de las vidas que juegan
como niños sintiéndose protegidos por su Padre.
La mujer virgen vive su sexualidad sin tabúes, sin falsos dogmas
diseñados por el hombre, como una prolongación de su propia alegría
interna, de su misma necesidad de llenar y de recoger, de aprender y de
enseñar, de entregarse y de contagiar su propia inocencia.
Porque, a diferencia, de nuevo, de lo proclamado por el hombre, el camino
del Renacer de la virgen pasa por la vivencia de la sexualidad perfecta,
aquella donde cuerpo y espíritu se funden en un solo acto de amor
compartido, aquella basada en el reconocimiento del carácter sagrado del
propio cuerpo y de su utilización sólo bajo la energía del Amor.
Con todo, la virgen no nace, Renace. Su verdad está en la consciencia de
su naturaleza y de sus actos. Su referencia es su Padre Creador y su
objetivo es su responsabilidad como Madre de todo y de todos.
La Mujer-Virgen sólo puede realizarse si camina de la mano de la
Mujer-Bruja. ∆
|