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EL HOMBRE: UNA IDEA ILIMITADA
Desde
los comienzos de su existencia, el hombre ha sentido la necesidad de
superarse a sí mismo, de llegar más allá de sus supuestos límites, de
luchar contra el tiempo y el espacio.
El hombre es una idea ilimitada, es una imagen que se mueve en el Sueño
del Creador, que tiene un principio en el tiempo, que se proyecta dentro
de un espacio, pero que no tiene un fin supeditado al tiempo ni al
espacio, sino que su proyección va más allá en la medida en que
desarrolle el potencial de su mente, que es al fin y al cabo el generador,
el motor, que regula todo lo demás.
Y por ser una idea ilimitada, el hombre, respondiendo a su esencia divina,
no se conforma con la limitación sino que busca más allá de las
fronteras "razonables" para adentrarse en los espacios
desconocidos donde espera encontrar respuestas a sus preguntas y que esas
respuestas le conduzcan a nuevas preguntas y nuevas respuestas.
Es su naturaleza inconformista, rebelde, aventurera, consecuencia de la
chispa depositada en su interior por el UNO, lo que hizo y hace que el
hombre rompa constantemente los límites del espacio-tiempo en un afán de
superarse a sí mismo y como respuesta a un ansia incontrolable que le
impide quedarse limitado, estático, inmóvil.
Pero, como contraposición a esa necesidad de permanente movimiento
renovador, las otras fuerzas en juego, las que se oponen a la evolución,
utilizan la inercia para acomodar, para generar conformismo, para crear
una falsa sensación de bienestar ante una vida que se limita a lo
conocido, a lo de siempre, incluso generando una defensa a ultranza de
aquellos valores, sistemas, ideas, métodos, etc. que definen dicho tipo
de existencia.
Ambas fuerzas están en permanente conflicto, ambas se oponen y luchan por
el mismo espacio, sólo que unas son cerradas y utilizan el tiempo como
retención, y las otras, las innovadoras, son abiertas y rompen las
cadenas del tiempo.
Las primeras miran hacia atrás, hacia el pasado, y defienden un presente
que se ajusta al pasado.
Las segundas miran hacia adelante, hacia el futuro, y luchan por romper
las barreras y sueñan con un futuro diferente, concentrando su energía
en crearlo, en diseñarlo, en conquistarlo.
Y el hombre se debate entre ambas fuerzas, y ambas están siempre
presentes. Sólo la voluntad de superación inclina la balanza y rompe la
atracción del estaticismo, desarrollando nuevos valores, nuevos
objetivos, nuevos retos.
Pero es en la mente donde se libra la batalla entre ambas fuerzas, y es la
mente la que al final decide quedarse o avanzar, moverse o permanecer
estático.
Los grandes deportistas saben que sus límites no están en sus cuerpos
físicos, sino que son sus mentes las que tienen que negarlos y afirmar lo
aparentemente imposible pero que el tiempo demostró y demuestra que sí
que es posible.
Lo mismo sucede en el campo de la ciencia, de la medicina, de la
investigación o de cualquier terreno donde se haya llegado ya a la
frontera de lo posible y que sólo bajo el dominio de nuevas dimensiones
de la mente se puede superar.
El hombre, como se dijo, es una idea ilimitada del Creador.
Sólo hay que creerlo, sólo hay que incorporarlo a la consciencia, sólo
hay que comprobarlo y se verá que así es.
Y quien crea en el UNO, en el Creador, en Dios, se llame como se llame, no
puede aceptar la limitación porque ésta es sólo una ilusión creada
desde el tiempo y proyectada en este espacio.
Comprender y vivir este principio es conquistar la libertad. ∆
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