¿QUIENES SON
LOS LOCOS?
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El asunto de las vacas locas es algo
más que un problema económico o de salud, es un problema de
mentalidad, de actitud, un aviso más que debería hacer reflexionar
sobre el camino que se sigue y a dónde conduce.
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Mucho se
está hablando sobre las vacas locas y sus consecuencias para la economía
de muchos ganaderos y para la salud de todos los consumidores de carne en
general.
Tal vez el asunto ya esté demasiado analizado y sobado como para seguir
escribiendo de él, pero hay cosas en medio de toda esta historia que a
algunos nos entran por los ojos y causan heridas en nuestra sensibilidad,
porque lo que nadie parece nombrar ni tener en cuenta es la desagradable
imagen de unos animales preciosos colgando inermes de unas cuerdas o
abandonados en zanjas pudriéndose al sol y dando un espectáculo
degradante que, en realidad, nos da la talla del ser humano en su
relación con el reino animal.
Que el hombre es el más animal de todos los animales no es nada nuevo a
estas alturas, pero cuando ocurren cosas como éstas es cuando se ve que
la relación hombre-animal es puramente egoísta y que una vaca, en este
caso, es "querida" en la medida que es un bien rentable, una
fuente de ingresos, un soporte económico, pero pretender ir más allá es
absurdo, como también parece de ingenuos el plantearse siquiera que pueda
existir otro trato que respete o tenga en cuenta la dignidad y los
derechos del animal.
Es evidente que las vacas se vuelven locas por su alimentación, eso ya se
ha demostrado. Pero si tenemos en cuenta que la vaca es un animal herbívoro
y que su alimentación está basada en productos elaborados con sustancias
animales, estamos entonces alterando un sistema dentro del animal que
lógicamente tiene que traducirse en consecuencias graves. Y eso es lo que
ha pasado.
Pero... ¿por qué ese tipo de alimentación?, pues muy sencillo, porque
así el animal engorda más, da más leche, es más rentable.
Pero se le está matando. Y con él posiblemente a sus consumidores, algo
que aún no ha estallado y que puede ser la auténtica bomba de esta
historia.
Y en todo ello aparece la faceta humana más perniciosa en la historia de
la humanidad, la prepotencia, el endiosamiento, el pretender estar por
encima de las leyes naturales, el sentirse superior a los demás reinos y
convertirlos en esclavos o en víctimas de su alocada carrera hacia
ninguna parte.
Y sin pretender meterse en el debate sobre si el hombre debería o no
alimentarse con animales, dando por válido que así sea en el actual
estado evolutivo de la humanidad, ¿qué pasaría si simplemente los
tratara con respeto? ¿Cuáles serían las consecuencias de una relación
diferente donde el hombre cuidara y protegiera a los animales y utilizara
para su sustento sólo lo necesario?
Soy consciente, repito, que es una utopía, porque todavía el ser humano
no superó la fase de respetar al ser humano, pero sí conviene dejar
claro que mientras ese momento no llegue, casos como éste, el de las
vacas locas, y muchos más, estarán a la orden del día, y así se
volverá en contra del hombre lo que éste, con total desprecio e
impunidad, puso en marcha.
La imagen de las vacas muertas, amontonadas, pudriéndose, es una
radiografía perfecta de la miseria humana al descubierto, pero no oigo a
nadie decir que es el precio a la insensatez, al desprecio a la vida, a la
estupidez humana.
El ser humano se ha empeñado en destruirlo todo y lo está consiguiendo.
Antes se hablaba de especies exóticas en vías de extinción, pero cada
vez más la ola se acerca y salpica a lo más cercano, a lo más
cotidiano, a lo que más nos duele.
Se está perfilando un futuro cercano que ni los más catastrofistas se
atrevieron a dibujar, pero, a pesar de lo evidente ya, el hombre sigue en
sus trece y culpándose unos a otros de lo que sucede, cuando en realidad
todos son culpables.
El asunto este de las vacas locas es algo más que un problema económico
o de salud, es un problema de mentalidad, de actitud, un aviso más que
debería hacer reflexionar sobre el camino que se sigue y a dónde
conduce.
Mientras contemplamos la imagen de la vaca, colgando de un cable, con la
lengua fuera, recordemos lo que nos transmitía cuando estaba en el prado,
pastando plácidamente y observándonos con ese aire de complacencia y
serenidad.
¿Quiénes son los locos?/ MC
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