El Tratado de Niza supone otra vuelta de tuerca para la construcción
de una Unión Europea que, previsiblemente, crecerá en los próximos años.
Paz Andrés, Catedrática de Relaciones Internacionales de la Universidad de
Oviedo explica qué supone y cómo nos afecta este nuevo acuerdo.
- ¿Cuál era el objetivo de la Cumbre de Niza, celebrada el pasado
diciembre?
-Se celebra fundamentalmente para abordar algunas cuestiones que
habían quedado abiertas en el Tratado de Amsterdam del 97, donde no se
resolvió la reforma de las instituciones. La necesidad de esta reforma
viene provocada a su vez por las futuras ampliaciones. Es decir, estas
instituciones, si quieren seguir siendo eficaces y además mejorar la
legitimidad democrática no pueden mantener su situación actual, sino que
tienen que ser objeto de una serie de ajustes.
-¿Cuáles fueron estas modificaciones?
-Se planteaban algunos problemas. Cada estado, en atención a su
importancia demográfica, económica y política, recibe un determinado
número de votos en el Consejo. Hasta ahora los llamados cuatro grandes
(Alemania, Reino Unido, Italia y Francia) tienen diez votos cada uno,
España tiene ocho, y el que menos es Luxemburgo, que tiene dos.
Antes, cuando entraba un nuevo estado simplemente se le asignaba un cupo de
votos. El mecanismo se estaba desvirtuando por las sucesivas
incorporaciones, de manera que los menos poblados estaban teniendo más peso
en realidad que los estados más poblados. En el Tratado de Niza resuelven
esa cuestión de una forma muy complicada, de tal manera que a partir de
ahora hay tres cosas que se tienen en cuenta para tomar una decisión:
primero, que se exprese un determinado número de votos, segundo que ese
número de votos represente una mayoría de estados, y tercero, que un
estado puede pedir en una votación que se compruebe que esos votos
expresados representen como mínimo a un 62% de la población. A partir de
ahora para tomar una decisión tienen que reunirse esos tres requisitos.
Este sistema empieza a funcionar a partir del 2005.
-¿Y respecto a la Comisión?
-En el caso de la Comisión no es tanto un problema de democracia
sino un problema de eficacia. Hasta ahora cada vez que se incorpora un
estado tiene como mínimo un comisario, salvo los grandes y España, que
tienen dos cada uno, eso da lugar ya ahora a una comisión de veinte. Si se
siguen incorporando pues se va a llegar a una comisión de veintisiete o de
treinta y lógicamente un órgano ejecutivo no puede funcionar con ese
número. Se ha planteado una solución en dos tiempos: hasta el 2005 siguen
como están, a partir del 2005 cada Estado tendrá un nacional en la
comisión, y en cuanto la Unión Europea tenga veintisiete miembros entonces
la comisión tendrá un número de miembros aún sin concretar, pero
inferior al de estados miembros. A partir de ese momento no todos los
estados van a tener comisario.
-¿Y el Parlamento?
-También han cambiado el número de miembros del Parlamento Europeo
a partir del 2004. Como consecuencia del mercadeo que se ha tenido que hacer
en Niza, han tenido que contentar algunos estados dándoles escaños en el
Parlamento Europeo a cambio de los votos que perdían en el Consejo. Así,
el Parlamento Europeo podrá llegar hasta los 732 miembros y han vuelto a
hacer un reparto interno entre ellos que se aplica a partir del 2004.
España retrocede de 64 a 50 miembros.
-¿Se puede decir que el objetivo de Niza está cumplido?
-Sí, en el sentido de que se han abordado las cuestiones que
estaban pendientes. Pero la toma de decisiones en el Consejo la verdad es
que va a ser difícil. Depende del espíritu de integración que tenga cada
uno y de la mayor o menor voluntad política
-¿Cuál es la situación de España tras la Cumbre de Niza?
-España, tal y como salió el texto de Niza, quedaba en una
posición razonablemente buena en el Consejo: los grandes tienen 29,
nosotros 27. Significaba un avance en porcentaje respecto a la situación
actual. Es posible que haya perdido algo en capacidad de bloqueo, es decir,
que para España conseguir una minoría de bloqueo es más difícil que para
los estados grandes. Si los estados grandes, entre ellos, más un estado
pequeño, pueden bloquear, a España no le vale un estado pequeño, necesita
un estado mediano, con lo cual en el futuro, en una Unión Europea de
veintisiete, puede tener más complicada la minoría de bloqueo.
-El espíritu de Europa está evolucionando.
-Los estados no tienen una visión tan europeísta como había
antes, por ejemplo en Maastricht, por el contrario han demostrado una mayor
defensa de los intereses nacionales. La prueba es que la preocupación de
los estados, y la nuestra entre ellos, es cómo bloquear. Si se tuviera una
vocación mucho más europea o más abierta no sería ese el problema, sino
qué podemos hacer para que las decisiones se tomen fácilmente. ∆