Considera que a partir de los 50 años
todo es un regalo. Así que Margarita Rivière, escritora y periodista,
predica con el optimismo y la alegría. Con estos ingredientes, una dosis
de rebeldía y una pizca de escepticismo, ha publicado El mundo según
las mujeres, un libro sugerente para entender la nueva revolución:
una sociedad en clave femenina.
"A los hombres les
pediría que pierdan el miedo a liberarse de esa cultura de dominación
que se ha apoderado de ellos y que también les hace desgraciados"
"Ser hombre o mujer
no ha de ser discriminatorio. Devolver discriminación con discriminación
es equivocarse y creo que las jóvenes generaciones están cayendo en esa
trampa"
"La culminación de
la historia según los hombres es esta cosa llamada globalización
económica que hace más ricos a los ricos y más pobres a los
pobres"
"La libertad es muy
incómoda porque hay que elegir, dejar unas cosas y coger otras"
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- ¿Por qué decidiste escribir un libro
sobre las mujeres?
-Directamente, yo no había tocado nunca este tema. Es más, tengo
malas experiencias con las feministas de mi época porque yo nunca he sido
militante de nada. Pero lo que sucede ahora con las mujeres tiene muy poco
que ver con aquello, aunque hay que reconocer que en buena parte es
consecuencia de la lucha de un montón de mujeres de aquella época y de
épocas anteriores.
Este libro es fruto del periodismo, de hablar con mujeres que han perdido el
miedo a decir lo que piensan y a hacer lo que quieren. Con lo cual ya no se
trata de un feminismo militante, sino de algo totalmente plural donde no
cuenta la ideología sino esa experiencia de exclusión que tienen todas las
mujeres que han hablado conmigo. En consecuencia, eso nos hace especialmente
responsables de luchar contra cualquier tipo de exclusión, sea de mujeres,
de razas, de niños, de hombres, de pobres, de culturas...
-Dentro de esa revolución incompleta, ¿qué cosas se han conseguido ya?
-Mirando hacia atrás se ve lo mucho que se ha ganado. Antes las
mujeres ni votaban, el parto era un espanto, aún debe de serlo en muchos
lugares del mundo, no olvidemos que estamos en una zona privilegiada. Sobre
todo se ha ganado en educación, una ex-presidenta del parlamento alemán me
dijo que cuando las mujeres aprendieron a leer y escribir, se volvieron
peligrosas.
-¿Y qué es lo que falta?
-Muchas cosas, especialmente que se reconozca que las mujeres
pensamos. La historia de la humanidad es básicamente la historia de los
hombres, si bien las mujeres hemos perpetuado, a través de la procreación,
una mentalidad muy equivocada. Como dice una periodista francesa, lo que ha
cambiado de verdad es la idea que las mujeres tienen de sí mismas; lo más
positivo de esta época es que se ha perdido el miedo a ser. Falta pensar
qué significa esto, pensar para intentar cambiar las ideas del mundo.
-¿Es éste el reto pendiente?
-El gran reto de las mujeres es plantear otro modelo de vida mucho
más amable y sobre todo menos competitivo. Los hombres ya han dado todo lo
que podían dar. Como dice Pierre Bourdieu, a quien entrevisté no hace
mucho, "la globalización es la última epopeya de la virilidad".
Y es verdad. La culminación de la historia según los hombres es esta cosa
llamada globalización económica que hace más ricos a los ricos y más
pobres a los pobres. No saben imaginar nada mejor, pero las mujeres podemos
ayudar a cambiarlo.
-Tú fuiste una de las primeras periodistas en la plantilla del
"Diario de Barcelona". ¿Qué ha cambiado desde entonces?
-En el año 73 entramos dos mujeres en plantilla. Mis primeros
trabajos fueron entrevistas, en su mayoría a concejales. Ellos veían a una
mujer, que era insólito, y decían "pobre niña, qué tonta debe de
ser" (risas). Era estupendo porque les sacabas todo lo que querías,
aunque luego no lo podías publicar, porque en aquella época no podías
publicar nada. Aún así era una gran ventaja, pero cuando pasa el tiempo te
das cuenta de que lo que fue una gran ventaja es un gran inconveniente
porque el periodismo en este país es sobre todo la consecuencia de
decisiones masculinas. Lo que importa es la valoración de la noticia, y los
valores que se promueven desde los medios de comunicación son tarea de
hombres. Por más piruetas que haga una mujer para demostrar que sabe
trabajar, siempre queda fuera de este tipo de decisiones. Yo me he dado
cuenta muy tarde de esto. Antes me sentía tan contenta de poder trabajar y
me divertía tanto que creía que no estaba discriminada.
-Dices que los periodistas no informan con libertad. ¿Qué intereses
impiden esta libertad de expresión?
-Los que crecimos con el franquismo esperábamos tanto de la
democracia que pensábamos que la libertad era posible. Luego, cuando
maduras, te das cuenta de que la libertad es una cosa muy incómoda y muy
difícil porque hay que elegir, dejar unas cosas y coger otras. En este
momento yo veo que el periodismo está demasiado pegado a los estereotipos,
a lo que se ha decidido que es noticia.
-¿Por qué sucede esto?
-Yo me he dedicado a estudiar los fenómenos de moda y he
comprendido que el estar de moda es muy similar al fenómeno de la opinión
pública. La moda es hacer que el gusto estético de la gente coincida en un
momento determinado, y el fenómeno opinión pública es que la gente desee
leer o pensar algo. Creo que estamos en manos de unos extraordinarios
agentes de relaciones públicas. A veces digo en broma que a un periodista
hay que definirlo como alguien que habla con otro periodista, es decir, que
sólo se dedica a hablar con jefes de prensa de instituciones, empresas...
El que no tiene jefe de prensa no existe.
-¿A qué poder fáctico es imposible dar cornadas periodísticas?
-Yo es que soy muy escéptica y no se puede serlo tanto. Dudo muchas
veces de que las cosas que averiguamos los periodistas sean definitivas.
Tengo que pensar que sí, lo que pasa es que me han engañado muchas veces,
he creído encontrar la piedra filosofal y me estaban colando una bola que
no era cierta. Es difícil. Por ejemplo, yo a los jueces muy pocas veces los
he creído, a los empresarios tampoco. Soy como Santo Tomás, tengo que
meter el dedo, y por eso me ha costado mucho este trabajo.
-Cuando coges un periódico, ¿cómo lo lees?
-Buscando los mecanismos de comunicación que intermedian, es una
perversión profesional. ¿Qué intención lleva el que ha planteado la
noticia de esta manera? A veces no hay ninguna, aunque hay poca
homogeneidad, existe un camino hacia eso que se llama pensamiento único.
Pero por suerte, no creo tampoco en el control total, la realidad es más
terca y absolutamente plural. Y eso acaba haciendo que haya interpretaciones
de todo tipo, y que al lado de grandes manipulaciones puedas leer grandes
ingenuidades, o grandes verdades en letra pequeña.
-¿Cómo ves el futuro del periodismo?
-Aparte de esto, el periodismo es una mercancía, la noticia se ha
convertido en un producto. Lo más difícil será saber leer los diarios,
saber mirar la televisión, porque no todo lo que nos ofrezcan nos
convendrá o nos interesará. Están compitiendo por nuestro tiempo y
tenemos que administrarlo bien. Esta es nuestra responsabilidad como
ciudadanos y consumidores de información, y los periodistas también lo
somos. Antes me preguntabas la diferencia con respecto a cuando empecé: hay
un colega que dice que antes dedicaba todo el tiempo a preparar información
y ahora dedica la mitad a desintoxicarse.
-¿Qué te gustaría conseguir en ese futuro?
-Me gustaría escribir algún libro que diera oportunidades a la
gente, que abriera un camino. He descubierto que no puedo vivir sin el
reconocimiento social, no a mi inteligencia, sino por ver que lo que hago
sirve para los demás.
-Volviendo a tu libro, ¿qué lugar ocuparían ambos sexos en esa nueva
sociedad?
-Un lugar equiparable, porque ser hombre o ser mujer no ha de ser
discriminatorio. Hasta ahora lo ha sido, y yo creo que si algún día la
decisión está en manos de las mujeres, tendríamos que introducir ese
cambio. Devolver discriminación con discriminación es equivocarse de medio
a medio, y creo que las jóvenes generaciones están cayendo en esa trampa.
-¿Qué pedirías a los hombres?
-Pues que también pierdan el miedo a liberarse de esa cultura, de
esa dominación que se ha apoderado de ellos, y que también les hace
desgraciados. Creo que ahora se están dando cuenta, lo malo es que tampoco
tienen una alternativa clara. La demógrafa Ana Cabrea cree que los hombres
están haciendo una verdadera revolución, de una manera callada y discreta.
Es muy posible que sea cierto, yo por lo menos quiero pensarlo así.
-¿Un mundo según las mujeres sería un mundo mejor?
-Igual digo una barbaridad, pero a mí me cuesta mucho pensar que
las personas que damos la vida estemos a favor de que nuestros hijos se
maten por lo que sea, o peguen palizas a otros. Y las mujeres hemos
transmitido esa cultura ¿eh?, así que las culpas son a repartir y todos
deberíamos darnos cuenta de eso. En la entrevista que hice a Pierre
Bourdieu me explicó que había una convocatoria de una cosa que se llama
estados generales de los movimientos sociales europeos, que quiere ser como
lo de Seattle y la globalización pero en movimientos sociales, que
delimiten los derechos humanos, cómo se han de interpretar, qué han de
reconocer, cómo repartir mejor la riqueza... Hay movida, y tanto. Y a los
del Fondo Monetario los ha cogido de sorpresa (risas). ¡Qué burros son!
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