na vez que reaccionó el país más
poderoso del planeta al ataque sufrido el 11-S y anunció su "Justicia
Infinita", el resto de los países del mundo se enfrentaron al dilema marcado
por el propio presidente americano de o "se está con nosotros o con el
terrorismo". El Gobierno español decide apoyar sin condiciones a EE.UU.
Mientras, en la calle, las manifestaciones contra la guerra se van
sucediendo por parte de distintos colectivos y ONG. No hay respuesta por
parte del gobierno y sí una pregunta en el aire: ¿los ciudadanos -como
señala la constitución en el art. 63- no tienen derecho a participar en ese
tipo de decisiones? José Mª Mendiluce, Eurodiputado en el Parlamento Europeo
nos aporta su punto de vista.
-Qué opinión te merece la postura que ha mantenido el Gobierno español
en el conflicto de Afganistán?
-Ha sido una postura difícilmente aceptable, porque no se trata de
alinearse sin crítica y ponerse a la sombra de un gobierno extranjero, como
es el de los Estados Unidos, sino de debatir en el Parlamento -que para eso
está- cuál es la posición que debe mantener España. Eso, sin descartar el
apoyo a determinadas acciones lideradas por EE.UU. Pero para esto es
imprescindible que se haga pedagogía de para qué sirven los Parlamentos.
-Si en teoría ese tipo de debates debe mantenerse en el Parlamento y no
ha sido así... ¿Dónde está la voz de la Oposición y de los críticos en este
país?
-Creo que han salido muy pocas voces críticas, pero considero que se
trata de cuestiones muy diferentes. Una es qué acción debe llevar adelante
España. La otra es que cualquier apoyo o implicación de fuerzas militares en
un conflicto de esta naturaleza deba pasar por el Parlamento. El hecho de
que esto no se haya hecho es lamentable y también considero lamentable que
la Oposición no haya mantenido una oposición mucho más firme en este
sentido. Está claro que su papel no debe ser el de oponerse a todo
sistemáticamente, pero sí el de ser una alternativa. Y las alternativas se
hacen demostrando que se quiere más democracia y más participación, al menos
a nivel parlamentario, cuando se trata de tomar decisiones que por su
gravedad requieren un compromiso de toda la sociedad.
En cuanto a los intelectuales, aunque se les ha oído poco, el volumen de
opinión que ha surgido en los diferentes medios de comunicación creo que ha
sido muy alto.
-Se acaba de aprobar en EE.UU. la nueva Ley Antiterrorista. ¿Crees que
puede contagiarse nuestro país de ese fervor patriótico que permite ese
"todo vale" en la lucha antiterrorista?
-Espero que no y que además haya una resistencia feroz a entender que la
lucha antiterrorista debe llevarse por delante los derechos de los
ciudadanos. Al terrorismo se le combate con muchas armas, pero la principal
es la defensa de la libertad y de los derechos que son conculcados siempre
por la vocación totalitaria de cualquier terrorismo. En este sentido no sólo
espero que España no se contagie, sino que la respuesta de los EE.UU.
obligue al presidente Bush a dar un frenazo y a modificar esa Ley que es de
una gravedad extrema.
-Como Eurodiputado, ¿tus energías se vuelcan más en el Parlamento Europeo
que en nuestro país?
-Somos parte de Europa, y Europa es más que una clave para que algún
día exista un contrapeso serio en esta especie de unilateralismo con el que
aplica la política exterior el gobierno norteamericano. Somos socios y
aliados de EE.UU., pero los mejores socios son los críticos y los que tienen
capacidad propia. No los que simplemente hacen como Aznar: "A sus órdenes,
Mister Bush".
-¿Insinúas que en aquel Parlamento se escucha más?
-Hablamos más, discutimos más y tenemos también más posibilidades de
ver las cosas desde distintos ángulos. Somos quince países miembros con
todas las corrientes políticas representadas y la verdad es que la riqueza
de debate es mayor cuanto más amplios son los puntos de vista y las
perspectivas desde donde mirar las cosas.
Estoy convencido de que es muy bueno que exista un debate, que no todos
pensemos lo mismo, si no estaríamos políticamente muertos. Pero creo que los
interrogantes que se abren ante hechos de la magnitud de lo ocurrido el
11-S, y la respuesta norteamericana aliada en Afganistán, requieren un
análisis mucho más complejo. En lo que sí hay un acuerdo es en que esta
intervención norteamericana debe concluirse con un gobierno de transición
auspiciado por Naciones Unidas. Un gobierno que libere a los afganos y en
particular a las afganas, de todo lo que ha sido el horror del régimen
talibán durante tantos años de guerra, penurias y enfrentamientos. Si se
consigue esto, estaría satisfecho de que, por las razones que hayan sido, se
acabe con este régimen intolerable que además tiene una vocación expansiva
peligrosísima. ∆