Se dice que en el
séptimo día hay que descansar, pero eso no quiere decir que no se
piense. Y para demostrarlo, Concha García Campoy se ha cogido la mañana
tonta por excelencia para lanzar a las ondas un magacín ameno, en el que
no duda en pregonar lo evidente: Hoy es domingo. Su secreto es mucho
trabajo y un toque imprevisible.
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-Qué hace falta para cautivar a un oyente un domingo a las
nueve de la mañana, que es cuando media España está durmiendo?
-Eso siempre es un poco misterioso, pero yo creo que lo que hay
detrás de algo que funciona es mucho trabajo. Hay que saber lo que buscas,
mezclar personajes, que siempre haya algo inesperado. Puedes hacer una
mezcla fenomenal de actualidad, de cultura, de entretenimiento, pero sin
decir: el fin de semana no hablamos de nada. No, hay que hablar de muchas
cosas, pero de una manera ligera para que llegue a todo tipo de público.
-El vídeo mató a la estrella de la radio, dice la canción, pero a
pesar de nuevos medios como la TV o Internet, sigue gozando de muy buena
salud ¿A qué se debe?
-Yo creo que la radio es un medio que, por naturaleza, no puede
morir nunca. Y además se hace compatible con las nuevas tecnologías,
porque desde cualquier parte del mundo se pueden escuchar los programas a
través de Internet. A los que hacemos programas nacionales nos pasa una
cosa maravillosa, que es que nos manden correos desde Australia, desde
California... Yo tengo amigos en el extranjero a los que había perdido de
vista y a los que he recuperado por esa vía.
-Mucha gente, por aburrimiento, se desconecta de la actualidad diaria.
¿Es que el periodismo está fallando en algo?
-Posiblemente en la investigación. En general, y sobre todo en los
últimos tiempos, estamos haciendo un periodismo muy complaciente. Los
periodistas nos rebelamos muy poco ante las tendencias a hacer una
información edulcorada, a no ser críticos con el poder. Y aunque el poder
tiende a dominar a los medios siempre hay un margen de maniobra, sobre todo
porque estamos en un sistema en el que debe existir libertad de expresión.
Entonces yo creo que la gente está cansada de tanta opinión y lo que
quiere es información concreta e investigación de verdad.
-Tal y como dices, frente a esta falta de investigación, surge una
línea muy fuerte de opinión. ¿Para qué sirven las tertulias
radiofónicas?
-Lo que pasa es que los tertulianos tienen que aportar cosas que el
oyente no conoce, no marear las que ya conocemos. Un periodista puede ir a
la Moncloa, a un Ministerio, meterse en sitios donde la gente no puede
entrar. Lo que tiene que hacer es mostrar la trastienda y opinar sobre ella.
Y en ese sentido hay tertulias de mucha calidad, en las que hay personajes
que aportan investigación, y las hay que no. Es decir, que el género de la
tertulia en sí mismo vale, pero depende de sus componentes.
-Últimamente hay mucho periodista-estrella, casi más famoso que los
protagonistas de la actualidad. ¿El periodista debe desaparecer de la
información o personalizar su trabajo?
-Normalmente, para hacer un periodismo serio, el periodista debería
desaparecer detrás de la información. Lo que pasa es que los medios
audiovisuales fuerzan un cierto protagonismo, la gente suele escuchar o ver
los programas de aquellos con quienes se identifica. A veces para un
periodista es inevitable ponerse en primer plano, pero incluso así, su
actitud debe ser la de facilitar que el otro se exprese.
-La actualidad va muy deprisa pero ¿de qué temas no deberíamos
quitar ojo?
-De la inmigración. Al margen de los temas que ahora nos preocupan,
como los sanitarios, la mezcla, el mestizaje que se impone en nuestro país
es un tema muy importante. Tenemos que rescatar las voces de los sin voz, de
los que no tienen una ventana para expresarse. Es muy fácil que los
periodistas o gente con cierta notoriedad tengamos medios para denunciar si
nos pasa cualquier cosa. Pero tenemos que fijarnos en la gente que no tiene
voz ni fuerza, que está desesperada, que hay mucha, porque somos su único
vehículo para estar en el mundo, para existir.
-Personalmente, das la imagen de tenerlo todo controlado. ¿Existe
algún punto débil?
-Muchos, pero precisamente lo que llamamos profesionalidad consiste
en dominarlos de cara al exterior. Yo no me fiaría del que se siente
seguro, hay que cuestionarlo todo permanentemente. La seguridad absoluta no
existe. Si no tuviéramos fragilidades, dudas y angustias, no podríamos
comunicar nada. Lo que pasa es que a los oyentes tienes que darles una
imagen de control, y para eso es fundamental el trabajo, la preparación
previa. Pero por dentro siempre hay tormenta; y eso, aunque a veces te haga
sufrir, es positivo.
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