"A
nivel tecnológico pienso que no sería demasiado desafío ir a Marte, el
problema está en si hay dinero para ello."
"Cuando
has vivido en ingravidez te das cuenta del enorme esfuerzo que hay que
hacer al estar sobre la Tierra."
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Es tímido y reservado, pero se vuelve locuaz
cuando habla de su trabajo o de su experiencia en el trasbordador espacial.
Pedro Duque, el primer astronauta español, tiene su mente ya en nuevas
misiones espaciales.
Su
primera experiencia en el espacio, la misión STS95 en octubre de 1998,
ilusionó más todavía si cabe a este ingeniero madrileño de 38 años. En
ésta viajó durante nueve días a una altura de 300 Km. sobre la Tierra,
para realizar varios experimentos científicos relacionados entre otras
cosas con la biología, la química o la metalurgia. Le acompañaban seis
astronautas más, entre los que se encontraba John Glenn, el primer
norteamericano que estuvo en órbita.
Pero llegar hasta allí no fue fácil para Pedro Duque. Además de tener que
superar unas duras pruebas de selección -sobre las que no se cansa de
repetir que tuvo mucha suerte-, estuvo seis años formándose para poder
hacer este viaje tan especial.
Ahora Pedro trabaja en el Centro Tecnológico de la Agencia Europea del
Espacio en Holanda, pero ya está pensando en volver al espacio: "Como
ingeniero ahora tengo un trabajo muy interesante, pero sí querría que toda
la inversión que se ha hecho para prepararme como astronauta se utilizara
el mayor número de veces que fuera posible".
Lo cierto es que su "bautismo espacial" le ha puesto en una
posición privilegiada para las misiones que a corto plazo se empezarán a
hacer en la futura Estación Espacial Internacional. Una Estación fruto de
la cooperación de Estados Unidos, Rusia, Europa, Japón, Canadá y Brasil,
con la que se espera que empiece una nueva era espacial.
-¿Qué te ha hecho falta para ser el primer astronauta español?
-Lo primero que necesité fue mucha suerte. Cuando en el año 90 el
Ministerio de Industria pidió solicitudes para el empleo de astronautas en
la Agencia Espacial Europea, nos presentamos 600 candidatos. En ese momento
se necesitaban ingenieros, pilotos, o científicos de cualquier rama que
tuvieran de 27 a 37 años, y al final fuimos seleccionados cinco.
Cuando me pregunta un niño qué hay que estudiar para ser astronauta, le
suelo decir que no se ponga en la vida la meta de serlo, sino que estudie
una carrera de ciencias e intente ser bueno en lo que hace. Después le
queda una cuestión de suerte más que otra cosa.
-¿Cómo viviste tu salida al espacio?
-Bueno, no es tan diferente a un viaje al Polo Sur, o a un viaje que
pueda hacer un señor de algún recóndito pueblo a Suecia, por ejemplo. Es
importante tener experiencias diferentes y eso es lo que enriquece a la
gente. Cierto es que tiene un elemento especial que es salir de la Tierra,
verla desde arriba, observar que es pequeña y redonda, y que tiene una
atmósfera extremadamente delgada. Pensé que parecía mentira que con todo
el humo que soltamos pudiéramos incluso respirar.
-¿Sentiste miedo en algún momento?
-En realidad no. Antes de subir al espacio, cuando nos preparan para
ser astronautas, realizamos un programa concreto muy intenso para que hasta
al más miedoso se le pase. Incluso nos hacían volar en unos aviones
especiales en los que conseguíamos estar en ingravidez durante segundos
para acostumbrarnos.
-¿Se acostumbra uno a la ingravidez, o se vive incómodo con ella?
-Yo no recuerdo nada incómodo. Era todo comodísimo. La ausencia de
gravedad hace que el cuerpo esté muy relajado, no hay ningún músculo en
tensión. El cuerpo busca su propia postura para estar bien, que es la de
estar encogido.
El problema es el regreso, cuando has vivido en ingravidez te das cuenta del
enorme esfuerzo que hay que hacer al estar sobre la Tierra. Resulta
sorprendente la cantidad de fuerza que tienes que hacer para mover sólo un
brazo, o sostener la cabeza... Cuando se regresa también se pierde al
principio el sentido del equilibrio y uno se cae a la primera.
-Una vez culminada tu primera misión, ¿con qué proyectos en el espacio
sueñas ahora?
-Pues al ser un astronauta europeo y además de nacionalidad
española, la verdad es que cualquier cosa me valdría. Pero teniendo en
cuenta que tenemos una participación importante en la Estación Espacial,
sería bueno para todos los astronautas europeos ir rotando allí arriba y
hacerla nuestra, y así no sólo estar de prestado en naves rusas y
americanas.
-¿Viajar a Marte es entonces una utopía?
-No, no lo es. A nivel tecnológico pienso que no sería demasiado
desafío, el problema está en si hay dinero para ello. Se necesitaría un
impulso político que aportara los presupuestos públicos necesarios, ya que
el proyecto resulta muy caro.
-Si te lo ofrecieran, ¿te gustaría formar parte de la tripulación?
-Claro que sí, es mi oficio, aunque reconozco que es un viaje
demasiado largo. Pero es algo así como cuando ofrecen a un periodista ir a
cubrir una guerra, diría que sí. Cuando uno tiene un oficio y le dicen
¿quieres hacer lo máximo de ese oficio, aunque corras peligro?, pues algo
te impulsa a hacerlo.
-¿Cómo ves el nivel de España con respecto a la carrera espacial?
-Bueno, no estamos muy lejos. Dentro de la Agencia Espacial Europea
somos el cuarto o quinto país en nivel de contribución, con alrededor de
unos 20.000 millones de pesetas anuales. Esta inversión revierte
inmediatamente en la industria española en contratos de alta tecnología,
que de otro modo nunca hubieran tenido el presupuesto de investigación para
hacerlos.
Aún así, los americanos tienen un presupuesto cinco veces mayor que Europa
teniendo el mismo Producto Interior Bruto, y eso no es normal. En Estados
Unidos se valora mucho más que aquí el efecto que a largo plazo tiene el
fomento de la investigación, y así les va.
-¿Vivir en el espacio será algo normal en el futuro?
-Claro que sí. Es una cuestión de tiempo y del empeño que le
pongamos. Lo que yo he visto por la ventana allí arriba no lo ha visto
nadie, ningún hotel del mundo, y es algo que a cualquiera le interesaría.
De momento los precios son muy altos, pero irán bajando. Ahora mismo, por
un montón de dinero ya se puede subir a la estación orbital MIR. ∆
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