Todavía
no podemos anotar en el calendario la fecha definitiva. Sólo está clara
la fecha tope para que el ejército profesional esté consolidado y se
pueda echar el candado a la mili tradicional: será el 31 de diciembre del
año 2002, aunque el Congreso se ha propuesto acelerar el proceso para
tratar de culminarlo en un plazo más breve. Sea como sea, ese fin de
año, con las uvas, celebraremos el final de una larga etapa que comenzó
a finales de 1996, cuando se presentó ante la Comisión Mixta
Congreso-Senado el proyecto de profesionalización de las Fuerzas Armadas.
Sin embargo, no todo son razones para descorchar el champán. El ejército
profesional, si bien termina con el sambenito de la obligatoriedad, es
más caro y supondrá una carga importante para las arcas del Estado, en
detrimento de otros gastos.
A golpe de campaña
En 1997, tras los desastrosos
resultados de las campañas de reclutamiento, el gobierno decidió
acompañarlas de campañas publicitarias. La primera de ellas, ese mismo
año, costó 1.600 millones de pesetas y apenas consiguió aumentar las
solicitudes de forma notable. Y así hasta hoy. Con o sin marketing, las
Fuerzas Armadas Profesionales no son un producto fácil de vender.
"Si de verdad queremos tener un número importante de soldados
profesionales hay que hacer realmente atractiva la profesión de soldado,
y eso pasa no sólo por es sueldo, ni por campañas de publicidad
fastuosas, sino que pasa por habilitar posibilidades de formación de
ascenso, de acceso a academias militares, y sobre todo pasa por poner
mecanismos reales para reincorporarlos posteriormente a la vida civil en
unas condiciones de normalidad". afirma Francisco Castañón,
responsable de la Oficina del Defensor del Soldado.
Los responsables no se lo explican. ¿Cómo es posible que en un país con
una tasa tan alta de para juvenil, el ejército no sea una salida
profesional más valorada? Pues porque no resulta atractivo, y porque las
rebajas tan drásticas y llamativas en las condiciones de ingreso no
contribuyen precisamente a alimentar la imagen que nos transmite la
publicidad: un ejército moderno, especializado y apoyado en las altas
tecnologías.
Foto: Zoom |
Llegan las rebajas
Para conseguir llenar los
cuarteles, el Gobierno tomó a principios de este año, y de cara a la
última convocatoria, una decisión que provocó reacciones a caballo
entre el asombro y el temor: rebajó notablemente las condiciones para
optar a una plaza de soldado profesional.
Sin duda la rebaja más espectacular, la que más revuelo ha causado en la
opinión pública, es la de reducir la exigencia del cociente intelectual,
puesto que supone admitir personas que rozan el límite de la normalidad.
Responsables del Ministerio insisten en que esta decisión no supone
ningún peligro para las Fuerzas Armadas, y sólo se busca que los
aspirantes a soldado profesional tengan las mismas oportunidades que los
de reemplazo. Pero a nadie se le escapa la urgencia del ejército por
ocupar los puestos vacantes. No debe olvidarse que el año pasado, con
requisitos más exigentes, hubo menos solicitudes de ingreso que las
esperadas, hasta el punto de que fueron admitidos prácticamente todos los
que lo solicitaron. En la última convocatoria del 99 pasaron las pruebas
de ingreso aspirantes que obtuvieron una nota de 0,5 sobre 10. Una
calificación simbólica para una prueba simbólica. Quedaba claro que el
Gobierno prefiere sacrificar la calidad en beneficio de la cantidad. El
Ejército, mejor cuanto más grande. Aún con todos los esfuerzos, el año
se cerró con 2.500 soldados menos de los previstos.
El fin de los
objetores
Con la mili desaparecerá
también la figura del objetor de conciencia, a la que ya la sociedad
española se había habituado. Las organizaciones que disfrutaban de su
colaboración acusarán la falta de personal para realizar determinados
servicios. Para paliar ese vacío, la Administración está estudiando la
posibilidad de crear algún tipo de servicio social, contemplado en la
Constitución, totalmente voluntario, que pueda sustituir a la PSS y que
englobe tanto a varones como mujeres. Quienes realizasen ese nuevo
servicio civil gozarían de una serie de incentivos que todavía están en
estudio. No todo el mundo ve con buenos ojos la creación de este nuevo
servicio. Hay voces que discrepan y consideran que, en vez de crear un
nuevo servicio, el Estado debería centrar sus esfuerzos en la promoción
y apoyo de ONGs y voluntariado en general, y dejar campo libre a la
sociedad para que se autoorganice.
Foto:
Zoom |
Cada vez más
insumisos
A finales de la década de los
90, el movimiento antimilitarista ha tomado un rumbo si cabe aún más
comprometido con sus postulados. Se trata de la campaña Insumisión en
los Cuarteles. Es, según la definición del Movimiento de Objeción de
Conciencia, una nueva forma de desobediencia Civil al militarismo y a los
ejércitos. "Se trata de acudir al cuartel cuando nos llaman para
hacer el servicio militar, y una vez adquirida la condición militar
abandonarlo, esto es, desertar. Más tarde hacemos una presentación
pública y colectiva explicando los motivos de nuestra
desobediencia". El MOC considera la insumisión en los Cuarteles como
el paso lógico de la insumisión tal y como se conocía hasta este
momento, ya que aunque desaparece el servicio militar tal y como lo
conocíamos, se mantiene todo lo que hizo nacer el fenómeno de la
insumisión, como es el autoritarismo, la imposición violenta o
sencillamente la existencia de los ejércitos.
Para Francesc Arnau y Xavier Asensio, miembros del Despacho de
Asesoramiento Laboral y Popular, "La campaña de Insumisión en los
Cuarteles se ha de ubicar en el contexto actual de reestructuración de
los ejércitos, en el que sin duda se ha inscribir en anuncio de
profesionalización del ejército. El antimilitarismo tenía que dar
respuesta ante este nuevo escenario y la Insumisión en los Cuarteles es
el reflejo de la misma. Existía la creencia de que con la
profesionalización ya no existirían insumisos, pero se ha demostrado que
sí existen, que hay gente dispuesta a cuestionar, a denunciar el
militarismo de una forma directa y por tanto que continúa la lucha
antimilitarista". |