La magia del cine de siempre, con sus estrellas en
blanco y negro, que contaban historias impresionantes y nos hacían llorar
y reír ha desaparecido hace tiempo. Pero de esa época gloriosa que
muchos añoran, todavía quedan restos de encanto en el cine de hoy,
profesiones de las que pronto sólo quedará el recuerdo. Un ejemplo son
los cartelistas, esos artistas maravillosos que dibujan verdaderas obras
de arte para anunciarnos la película en cartel.
"La
censura llegaba a hacerme sacar los carteles de la fachada y cubrirlos con
brochazos para quitar escote, piernas, me cortaban los carteles, me los
quemaban. Hoy lo recuerdo y me parece como si hubiesen pasado cien
años... y sólo han pasado veinte."
|
|
Quién
mejor para contarnos de este mundillo que Juan Antonio Velasco,
cartelista, escaparatista y amante del cine hasta que la muerte los
separe. Hace tantos años que pinta los carteles del Cine Emperador de León
que nadie recuerda ya cómo se presentaban aquí las películas cuando él
no estaba. Pero su contacto con el cine fue mucho antes: "Tenía seis
o siete años cuando en un cine de Bembibre vi Morena Clara, una película
mítica de Imperio Argentina. Y me marcó mucho porque me di cuenta de que
el cine era una cosa distinta a lo que veía por la calle. Aquella
pantalla blanca, con la cara tan enorme de aquella mujer cantando... Allí
me hice forofo del cine". Y tanto. Porque Velasco además de amar el
cine, era un magnífico dibujante que llenaba los libros de texto con
retratos de actrices de la época y escenas de películas. Así que
sumando dos y dos decidió que su futuro era hacer carteles de cine. Aún
recuerda su primer cartel: "Lo pinté en papel de envolver y era la
película Duelo al Sol, con Gregory Peck. Tenía unos 16 años y lo hice
para un cine de Ponferrada". Y de ahí a León, donde sigue pintando
hoy.
En
medio hay cientos de anécdotas, unas divertidas y otras más serias.
Porque en plena dictadura ninguna profesión era fácil: "Lo de la
censura es una historia muy siniestra. La intolerancia llegaba a hacerme
sacar los carteles de la fachada y cubrirlos con brochazos para quitar
escotes, piernas, me cortaban los carteles, me los quemaban. Hoy lo
recuerdo y me parece como si hubiesen pasado cien años... y sólo han
pasado 20. Por ejemplo tuve problemas con el cartel de Trapecio, me
llamaron corrupto e inmoral por pintar a Gina Llollobrigida con las mallas
que usan los trapecistas". Pero también hay anécdotas divertidas.
Velasco confiesa que alguna vez le han robado carteles, "Y
curiosamente casi sé el tipo de persona que lo robaba porque eran de películas
musicales de gente joven, como El Muro, de Pink Floyd. Entonces sabía que
era una vasca muy joven a la que le apetecía tener el cartel, y eso me
hacía ilusión".
Según
se sucede la conversación, nos preguntamos por el futuro de esta profesión
apasionante, ya que hoy se cuentan con los dedos de la mano las capitales
españolas que anuncian sus películas con carteles pintados a mano.
Velasco, que ha recorrido mucho mundo, asegura que en el extranjero
-Italia, Alemania...- los cines siguen teniendo estos carteles artesanos,
que ya forman parte del espectáculo. "Pero en España este trabajo
no tiene proyección de futuro. Antes había muchas empresas que se
dedicaban a esto y que tenían muchos dibujantes. Estos estudios se han
ido cerrando con el paso del tiempo y dentro de nada todos los carteles se
sustituirán por pósters impresos digitalmente. Es una pena".
Mientras,
el espíritu inquieto de Velasco se dedica tanto a poner un escaparate,
como a pintar un cartel o a participar en exposiciones. Gracias a una de
ellas conoció a un grupo de gente de Zaragoza que mantiene una tertulia
de cine el último sábado de cada mes, y desde aquí Velasco anima a todo
aquel amante del cine a organizar una tertulia de ese tipo en León.
|