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LA JUSTICIA
Existe
una definición absoluta del concepto Justicia, y es "la consecuencia
de la correcta relación de lo creado con su creador".
Eso quiere decir que en el principio, el UNO, el Creador, soñó su
creación, su objetivo, su razón de ser. Luego la llevó a la manifestación
y la impregnó paso a paso, plano a plano, nivel a nivel, de sí mismo, de
su energía, de su propósito y, sobre todo, de su intención.
Y todo ello creó un vínculo, más allá del tiempo y del espacio, entre
el UNO y su obra, entre el Creador y todos los seres, vidas, entidades
menores y mayores que colaboraron con El en su obra y que lo seguirán
haciendo hasta que la obra, la creación entera, sea un fiel reflejo de la
idea inicial del UNO, del Soñador.
Por ello, toda la creación está impregnada de la intención del Creador
y es precisamente de esa intención de donde emana la Ley Una, la Ley que
lo regula todo, que lo conduce todo, que restablece permanentemente el
sentido correcto hacia el fin deseado.
Pero esa Ley Una, inicial, permanente, sólo puede ser entendida desde la
visión y comprensión de la creación como un Todo, no desde la parte que
el hombre, en su ignorancia, pretende calificar como verdad.
Así, uno de los grandes errores del ser humano desde su consciencia como
tal, es creerse que conoce y está capacitado para administrar la
justicia, cuando en realidad lo que practica o aplica es una distorsión
muy peligrosa, injusta y sometida a todo tipo de influencias negativas e
interesadas, de la verdadera Ley Una.
Pero, a pesar de ello, la Justicia Superior, que es la aplicación
permanente, aunque actuando fuera de nuestra concepción del tiempo, de la
Ley del UNO, funciona inexorablemente, absolutamente fuera del alcance de
las arbitrariedades y absurdos de la ignorancia, prepotencia y
endiosamiento de aquellos que aquí se consideran capacitados para actuar
en verdad y en justicia.
El ser humano, punto central y objetivo primordial de la Idea, del Sueño,
del UNO, vive, aún sin saberlo, alimentado por esa fuerza interna que es
la presencia en su interior de la chispa divina, del fuego del UNO.
Eso le hace sentir la necesidad de crecer, de evolucionar, de conquistar
un poder que intuye pero desconoce, que desea pero lo persigue por caminos
equivocados, porque el Poder que el UNO tiene reservado para su criatura,
el hombre, está cimentado sobre la perfecta unidad con todo y con todos,
y no sobre la hegemonía de unos sobre otros, porque ante los ojos del UNO
no existen unos y otros, sino una criatura, el hombre, y un objetivo,
transformarlo en un Dios, en una nueva raza cósmica a imagen y semejanza
de lo que El es.
Por tanto, en el camino evolutivo del hombre, tiene que llegar un tiempo
en el que éste descubra el verdadero sentido de su relación con su
Creador, para traducirlo en una actitud de vida que le encamine
definitivamente hacia el objetivo soñado y no hacia la imagen
distorsionada de lo que el hombre cree ver o piensa que es la realidad de
su existencia.
Y en ese camino, lo primero que debe incorporar el hombre a su vida es la
humildad, el reconocimiento inteligente y consciente de que está en manos
de fuerzas superiores, incomprensibles aún para él, pero tan evidentes
como lo son la vida y la muerte, el poder de los elementos, la ley kármica,
y la consecuencia, ya patente, del desprecio e incorrecta relación del
ser humano con su entorno, el planeta, la naturaleza, algo con vida propia
que fue creado para acogernos y darnos todo lo necesario para nuestra
evolución.
Y desde la humildad, el hombre puede abrir sus ojos y ver la presencia de
la verdadera Justicia Superior, puede sentirla y alimentarse de ella, llenándose
con ello de paz interna y de serenidad, de la misma forma que el navegante
que deja que la fuerza del viento sobre su vela le conduzca a puerto.
Todo lo demás, todo lo que existe, nada tiene que ver con esa Ley
Superior, porque la que aquí se entiende y se practica como justicia es
la suma de un conjunto de leyes creadas por los hombres en el transcurso
del tiempo, no sometidas a revisiones periódicas, cargadas de
protagonismos y personalismos y totalmente deshumanizadas.
Lo que se entiende aquí y ahora por justicia, lo que se vive cada día y
en cada parte del mundo, es la consecuencia de la falta de amor del hombre
hacia el hombre y, sobre todo, de la necesidad oscura de éste por
dominarlo y esclavizarlo todo.
Los poderes oscuros de la materia utilizan y manipulan la justicia. Los
intereses egoístas la administran, y el hombre, el ser humano, sufre las
consecuencias de tanta injusticia, aunque en su inconsciencia colabore.
Pero más allá, detrás de todo ello, regulándolo todo, permitiendo
todo hasta un punto y actuando para restablecer el equilibrio, está la
verdadera Ley Superior, esperando a que la criatura del Sueño, el Hombre,
despierte y comprenda.
Sólo con la vivencia del verdadero amor, de la auténtica unidad, el
hombre podrá ver el profundo sentido de la Ley Una Superior y su
permanente presencia en todo y en todos.
Cuando así sea, entonces el hombre conocerá y se
fundirá en su Creador, en el UNO, en el Soñador, porque a través de la
comprensión de Su Ley podrá entender Su naturaleza y su Intención. |