Que
abandonen las armas y dejen que sea el pueblo vasco quien decida si quiere
o no la independencia, que dejen de matar y permitan a su pueblo decidir,
porque son ellos, y no otros, quienes lo impiden.
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ENTRE ETA Y LA OTRA
POR JOSE ROMERO SEGUIN
Es ETA una organización de fanáticos que no busca otra
cosa que no sea la mera imposición de sus ideas. Ideas por cierto ya
caducas. Pero eso qué le importa a ellos. Eso podía importarle algo a
los anteriores miembros de esta organización, aquellos que se vieron en
la necesidad de poner un toque de marxismo en las rancias verdades
nacionalistas con que se le habían envenenado el alma. A ellos se les
embarcó en una revolución en nombre de unas ideas que olían a viejo, a
xenófobo, a cutre y descabellado, y
ellos las adornaron de ideales marxistas para no sentir en sus bocas el
repugnante aroma a insolidaridad e intolerancia que éstas exhalaban. Pero
eso eran los de antes, los históricos asesinos,
que también lo eran, que soñaron una Euskadi libre, independiente
y marxista, para habitar la que de verdad les enseñaron y exigieron desde
todos los púlpitos. Y lo hicieron, eso sí, desde una perspectiva abierta
siempre a abandonar el proyecto, pues casi todos tenían tras de sí y en
sus manos algo más que el terror y el sueño revolucionario: tenían
capacidad para ser otra cosa que un mero puñado de criminales.
Los actuales miembros de ETA, sin
dejar de ser fanáticos, son menos románticos y por supuesto nada
cuidadosos con las formas. Les importa un carajo la ideología y hasta la
rancia patria. Ellos buscan el poder, se han acostumbrado a tenerlo, a ser
temidos, a vivir de un negocio que se llama extorsión y muerte,
y ese es un vicio difícil de abandonar, y más cuando no se tienen
escrúpulos intelectuales ni ideológicos. Y lo que es peor,
cuando se sabe que al margen de ese poder no se tiene nada, que no
se es más que un pobre hombre escondido tras las siglas de una organización
que es tan fuerte y respetada como temida por inconsciente y criminal. Hoy
también son jóvenes quienes responden a la llamada de la cruzada, pero
estos jóvenes no aportan al sueño independentista sino la fórmula
fascista de imponerse a los demás, y para ello no necesitan ya
complicadas teorías políticas, sino que les basta con quedarse a la
mayor, es decir,
independencia, territorios y libertad a los presos.
Es más, en un principio se dedicaron a actuar de gendarmes del
terror, eso sí, que igual mataban a los ingenieros de una central
nuclear, que volaban el puente de una autopista o ajusticiaban sin juicio
a cualquiera que ellos tachaban de narcotraficante.
Pero ahora ni eso, ahora han decidido que cuando no hay problemas
deben ser ellos quienes los organicen, para atemorizar como mafiosos que
son y exigir luego a los demás como los políticos que se pretenden
soluciones. Absurdo, pero así es, y lo es así porque tienen detrás a un
importante número de vascos que al menos así lo quieren creer, o que
cuando menos les viene bien que esto sea así, que sean siempre los demás
culpables de sus propios desmanes, y que se le deba estar pagando
continuamente por ello.
Es muy bonito y cómodo decirles a
los que se rigen por las reglas democráticas que los tienen subyugados,
cuando son los otros, los de
ETA, quienes realmente lo hacen. Y cómo no, esconder el egoísmo y la
insolidaridad que contiene todo movimiento nacionalista, tras la idea de
que se te niega el derecho a decidir, a tener una patria y una bandera.
No obstante el mensaje cala y cuela
y no sólo allí, fuera aún hay quien sostiene que ETA ha hecho mucho por
la democracia en este país. Son cosas que se dicen sin pensar, porque ETA
ni ahora ni antes ha hecho otra cosa que luchar por ellos mismos. El
proceso democrático vino dado por razones que poco tienen que ver con la
barbarie de este grupo de fanáticos e insolidarios, y si a alguien se le
debe algo es a todos esos jóvenes que desde el sindicalismo y la
militancia política y pacífica propiciaron que la oligarquía de todo el
ámbito territorial se decidiese acelerar la apertura. Por lo demás, ETA
en su continua lucha por crear razones para seguir existiendo, no ha hecho
sino poner en peligro una y otra vez el sistema democrático, impidiendo
con la fuerza de las más reaccionarias ideologías que el proceso democrático
tuviese un desarrollo mucho más amplio y profundo. En el que se hubieran
depurado y modernizado muchas de las instituciones que si estaban
necesitadas de esas medidas. Sin ETA se podría haber profundizado aún más
en la democracia, pero ella se ha cuidado muy mucho de que esto pudiera
ocurrir, porque es a ella y no al resto de los hombres y mujeres de España,
a quien no le interesa que esto ocurra, para así poder seguir maldiciéndonos
con su presencia. Ellos y no otros son los imperialistas, los
reaccionarios y los asesinos. Los demás los sufrimos con resignación. Y
si no que abandonen las armas, y dejen que sea el pueblo vasco quien
decida si quiere o no la independencia, que dejen de matar y permitan a su
pueblo decidir, porque son ellos, y no otros, quienes lo impiden.
Me gustaría pedir a los vascos que se definan, que
sean ellos los que decidan, los que exijan, quienes ejerzan la soberanía,
que dejen de delegar o dejársela robar por un puñado de fascistas.
Que entiendan que las medias tintas no caben cuando hay vidas
humanas y derechos inalienables en juego. Si para ellos ETA tiene un
sentido, que se hagan cargo de ese sentido y en el ejercicio de su
responsabilidad lo expresen en las calles y las urnas.
Se lo pido porque sólo ellos pueden acabar con ETA sin romper aún
más este tiempo de evolución hacia la revisión, que es por cierto la más
cabal y plural de las formas de revolución social. |