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EL ALEPH

 

 

 

Sólo les falta vendernos la moto de que un ejército liberalizado nos sale mucho más barato y efectivo en manos privadas que en manos del estado, lo demás vendrá rodado.

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LITURGIA DE IRRACIONALIDAD
POR JOSE ROMERO SEGUIN

Para cuando estas líneas sean publicadas, el ejército patrio habrá desfilado ya por las calles de Barcelona. Habrá sido un desfile pactado y consensuado, un desfile a la medida de la hipocresía de unos y otros. Quizás durante la celebración del mismo se produzcan incidentes. Producto de la rabieta oportunista de un líder ofendido, obcecación de nacionalistas de uno y otro signo. Un desfile por el que desfilarán todas las miserias de una sociedad cada día más miserable. Una mascarada en suma, de la que sólo se salvarán los actos protagonizados por pacifistas convencidos.
Es cierto que los desfiles de los ejércitos tienen una sola misión, la de exhibir su poder y agresividad. El ejército y sus desfiles no son sino la amenaza que nos amenaza a todos, a los amigos y a los enemigos. Pero no podemos engañarnos, los ejércitos no son la enfermedad, sino el síntoma.
El desfile es en sí mismo una celebración bárbara, una más de las muchas que se vienen practicando desde tiempos inmemoriales. Cada año nace Cristo, cada año lo matamos. Cada año celebramos el día del descubrimiento y holocausto de América. Cada año el día de la patria, y cientos de patrióticas victorias que nos llenan de orgullo, en las que unas veces, las menos, nos liberamos de auténticos agresores, y otras, las más, sólo nos deshicimos de un puñado de seres que por sus creencias e ideas fueron catalogados de peligrosos por el resto. Pero eso no ofende, porque es lo natural y lógico, pues así lo dispone la historia.

Hoy sólo ponen en duda la validez de los ejércitos y desfiles de forma positiva, aquellos que desde una conciencia pacifista y una visión universal de las relaciones con los demás hombres del planeta, apuestan por unos pueblos hermanados en una misma tarea, la de erradicar las causas que generan violencia, madre de todos los desajustes e injusticias en el mundo. Y cómo no, por la degradación que sufre el planeta. Por contra, aquellos que se quejan porque lo ven como una intromisión y una amenaza para su micromundo, para su sueño de patria, con su ejército y su propia policía, no son sino militaristas camuflados, a los que no les molestan los ejércitos, sino que no sean los suyos, que no buscan la paz, sino tener un puesto en el tablero de los conflictos.
El ejército español, antaño dado a la involución, se ha civilizado desde que salió a Europa en misiones de paz. Viajar es bueno, ser útil a los demás, aún mejor. Algo se ha avanzado, pero no lo suficiente. Aunque sería ingenuo pensar que toda la culpa es del ejército, cuando lo es la falta de valentía de los pueblos y sus gobernantes, a la hora de afrontar verdaderos cambios sociales y culturales. Por ello nuestro ejército va camino de convertirse en una máquina de matar al servicio de un nuevo sistema, menos cutre, más sofisticado, pero en poco diferente a aquel otro que nos tuvo amordazados durante casi medio siglo.
Hubo entre la crema de la intelectualidad activa y clase política, quien sostuvo a raíz del conflicto desatado, que además del ejército deberían desfilar también las ONG. Habrase visto tontería igual. Imaginémoslo, detrás de la legión y su cabra, no la cabra circense y feliz de los gitanos, sino la cabra cabreada de los legionarios, Médicos Sin Fronteras o cualquier otra. El colmo, para justificar una idiotez, hagamos idiotas a todos, ese es el plan, es la fórmula mágica, esa es la imaginación, o mejor dicho, la imaginería de quien nos toma por tontos en perpetua procesión.
El militar, como el presidente de Alcohólicos Anónimos, por poner un ejemplo, tiene que tener conciencia de que algún día no debería hacer falta y que ello no supondrá una afrenta, sino un avance en la normalidad y la convivencia. Pero de momento no van por ahí los pasos. Hoy por hoy el hombre es esclavo de sus lacras, es decir, se han desarrollado en torno a sus necesidades, instituciones tan fuertes que al final son las que impiden que las mismas sean cubiertas. Y lo hacen porque no se resignan a perder su condición de necesarios. Además, las miserias de la humanidad son las que más puestos de trabajo y riqueza generan. Porque es así, unos y otros se cuidan muy mucho de erradicarlas y hasta las cultivan con esmero.

De todos modos recemos para que los dueños del mundo, los que controlan y deciden lo que comemos y pensamos, los que manejan y manipulan a los gobiernos, los que crean y destruyen estados, no les dé por hacerse cargo de los ejércitos. Porque entonces estos perderán ese falso barniz democrático que hoy les recubre y se rebelarán como la compañía de seguridad que son, al servicio de unos amos que no tienen nombre y apellido pero sí marca perfectamente patentada e instaurada. Perdidas las directrices de justicia, solidaridad y tolerancia, nos hallamos abocados a caer de bruces en las fauces de estos magnates, dueños y señores de la democracia transgénica que los Estados Unidos nos ha ido inoculando. Ahora sólo les falta vendernos la moto de que un ejército liberalizado nos sale mucho más barato y efectivo en manos privadas que en manos del estado, lo demás vendrá rodado.
Le debemos a la paz un esfuerzo cotidiano que nazca en nuestro entorno más próximo, pues es ahí donde se generan las primeras semillas de la violencia. Si no lo hacemos así, seguirán desfilando los ejércitos por nuestras calles, exhibiendo su fuerza y extendiendo su mandato de temor por todos los rincones de los corazones. 

 

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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