stá convencido de que el cristianismo tiene que cambiar parte
de sus estructuras -un 90% humanas y un 10% divinas- para poder dar el salto al próximo
milenio. Piensa que los católicos están invadidos por un sinfín de leyes y normas
religiosas, que no se corresponden con la sencillez del evangelio. Preocupado por los
problemas del día a día, acaba de publicar "El nuevo rostro de Dios". Un
rostro que no es propiedad de nadie.
Es un placer hablar con este joven de ochenta y cinco años que se pregunta tantas y
tantas cosas. Con este teólogo, escritor, periodista, profesor de ética, conferenciante
y un largo etcétera de actividades que aún sigue manteniendo. Con este personaje que ha
tratado de unir los pares de opuestos, queriendo trazar un puente entre las creencias de
Oriente y Occidente, entre el mundo de los agnósticos y los creyentes. Porque tiene la
profunda convicción de que la palabra definitiva sólo está en la conciencia de cada uno
y no en las normas que en un momento determinado elaboran unos señores, que además son
humanos. En la actualidad es el presidente de la Asociación progresista de Teólogos Juan
XXIII. -Explíqueme cómo surge la idea de crear esta
asociación de teólogos progresistas.
-Varios teólogos pensaron que la mejor manera para apoyarse mutuamente y
poder realizar juntos actividades era crear una asociación. Pero una asociación civil,
abierta a católicos y protestantes. Al principio los obispos se pusieron en contra porque
en cierta forma querían dominarnos. Nos resistimos y hoy somos una asociación
progresista, crítica y, en contra de lo que en muchas ocasiones dicen los medios de
comunicación, no nos oponemos a la jerarquía de la Iglesia porque sí. Somos
inconformistas con todo aquello que no nos parece justo. Puede ser la jerarquía de la
Iglesia o las violaciones de derechos humanos.
-La asociación que preside ¿tiene alguna relación con la
Teología de la Liberación?
-En general somos muy propicios a la Teología de la Liberación. Algunos
incluso son especialistas en este tema. Otros, aunque no lo somos, estamos inclinados a
favorecer ese tipo de experiencias teológicas que son nuevas e inciden directamente en la
realidad que viven los países de Latinoamérica. Recuerdo que hablando con un obispo
norteamericano sobre este tema, me comentó: "Pero qué teología puede haber en unos
países con tanta injusticia social...". Luego me preguntó: Y, ¿cómo es que en
España tienen ustedes a unos obispos tan conservadores?". Le contesté que era
nuestra desgracia. Aun hoy, a pesar de que buscan posturas externas aparentemente
comprensivas con todo lo que ocurre, al final sólo sirve lo que ellos digan y nada más.
Me parece bien que den orientaciones, pero olvidan que la palabra definitiva está en la
conciencia de cada uno. Aunque uno esté equivocado, no tiene más remedio que seguir a su
conciencia.
-Recientemente se publicó un estudio sobre "Los
Jóvenes Españoles de 1999". Allí se recoge que casi una cuarta parte de jóvenes
españoles "pasan de Dios y no les interesa el tema". Otro macroestudio que vio
la luz un mes después, analiza el mismo tema entre ciudadanos de todo el mundo. Entre sus
conclusiones recogen que no más de un 30% vive con seriedad la religión y un 18% de
adolescentes se declara ateo o indiferente ante el fenómeno religioso. El tema de su
último Congreso fue "El cristianismo ante el siglo XXI". ¿A qué conclusiones
llegaron?
-La Iglesia institución creo que a veces se olvida de aquella indicación que
hizo Jesús de que había que mirar a los signos de los tiempos. ¿Cuáles son esos
signos? Eso quisimos averiguar en este Congreso. Por ello invitamos a gente de todo tipo:
induístas, agnósticos, budistas, protestantes, creyentes. Las conclusiones son
generales. El cristianismo tiene que cambiar porque los tiempos así lo demuestran.
Estamos invadidos por una serie de leyes que no responden para nada a la sencillez del
Evangelio. Hay un mando excesivo, un afán de legislarlo todo que no facilita ningún tipo
de iniciativa de los creyentes.
-Totalmente ajenos a la realidad, como se puso de
manifiesto en las declaraciones Monseñor Rouco Varela contra la campaña antisida en
Madrid.
-En España hay una crisis muy fuerte con el tema religioso. Hay un gran
número de personas que están aburridas de la institución. Algunos incluso han
abandonado el cristianismo ante estas respuestas tan retrógradas.
Siempre he estado preocupado porque se conozca mejor la historia de la Iglesia. Se dice
que ésta siempre ha pensado lo mismo y no es cierto. Tengo un estudio de un famoso
teólogo alemán que analiza el tema del amor y el sexo en la Edad Media. Allí se recogen
unas cosas que en el siglo XIX o en la dictadura franquista parecerían un escándalo,
cuando en aquella época eran cosas normales. Se puede decir que hemos ido para atrás.
Sexo, fecundación, relaciones sexuales... en estos temas en vez de acoplarse la Iglesia a
las ideas actuales, prefiere quedarse anclada en ideas totalmente antiguas. Pero ideas
humanas, no del Evangelio.
-¿Por qué me hace usted esta aclaración?
-Porque en la tradición católica hay una cosa que no nos han enseñado
nunca y es que los contenidos de la moral católica son los mismos que los de la moral
natural. Ahora resulta que no es así, que tiene que ser lo que diga la jerarquía. De lo
que se tiene que preocupar la jerarquía es de coincidir con lo que diga la razón humana,
nunca al revés.
-En temas como el control de natalidad o la pena de muerte,
parece que existen serias diferencias.
-No es que la Iglesia se oponga del todo a la regulación de la natalidad,
lo que ocurre es que marca una serie de caminos concretos. Pero ¿es que acaso son
científicos técnicos? Tendrá que ser un científico quien asesore al matrimonio sobre
los caminos y será el propio matrimonio quien al final elija en conciencia cuál. Qué es
eso de que nos lo digan unos señores que además son célibes, que no tienen experiencia
ninguna en el tema -vamos, según creo-. Sobre el tema de la pena de muerte, hay varios
episcopados en el mundo -el norteamericano ha sido muy valiente-, que han dicho no sin
matices. Creo que la Santa Sede debería de expresar abiertamente su negativa. No como
ahora, que en el texto del Catecismo viene con tantos matices y condiciones que abre una
puerta para que al final cada país haga lo que le parezca, acogiéndose precisamente a
esos matices.
-¿Qué opinión le merece esa necesidad, cada vez más
marcada por parte de la Iglesia, de pedir perdón por los errores cometidos a lo largo de
la historia?
-A mí no me parece mal, siempre y cuando se aplique también al momento
presente. Si se critica a la Inquisición también habrá que velar porque hoy no existan
inquisiciones dentro de la Iglesia, como de hecho las hay. No pidamos perdón por lo
anterior sino tengamos cuidado con no repetir lo mismo. Quedarse tranquilo después de
haber pedido perdón me parece un subterfugio.
-Ha sido muy criticada por algunos sectores la toma de
posiciones del Opus Dei dentro del Vaticano y en cargos próximos a la figura del Papa.
¿Cómo ve usted esta escalada de poder?
-Desde una visión histórica, en la Iglesia siempre han existido grupos
religiosos que han tenido mucho poder, incluso excesivo, como ocurrió con los Jesuitas
aquí en España. Eso es muy peligroso dentro de la Iglesia porque no puede haber grupos
de poder en el seno de una institución que debe estar al servicio de los demás, como
decía Jesús. El Opus Dei es otro de los grupos que quieren tener cada vez más
privilegios e influencias y eso no me gusta. Como tampoco me gustó en su tiempo la
influencia de los Jesuitas. Esto que digo no tiene por qué producir ningún escándalo.
Lo digo y se acabó.
-Usted que se pregunta por todo y expresa lo que piensa,
tiene que ser un personaje incómodo para esas jerarquías inmovilistas de las que habla.
-He tenido algunos problemas, no muchos. El ser seglar me ha proporcionado
la independencia. Oficialmente me deben de ver un poco como al demonio. No deja de ser
curioso que tenga amigos obispos que coinciden con mi forma de pensar, y luego a la hora
de pronunciarse oficialmente lo niegan. Esto me disgusta mucho. En todo este tiempo nunca
me ha importado que me atacasen por mis ideas. Lo que me molesta es que no sean capaces de
argumentar sus negativas y frente a eso realicen juicios de intenciones. Un cristiano
nunca puede juzgar lo interno de nadie. Como cualquier ser humano, un cristiano es un
buscador de la verdad.
-Uno de sus últimos libros publicados es "El nuevo
rostro de Dios". ¿Cómo es Dios?
-No tiene definición. Sólo podemos saber lo que no es Dios. La mayor parte de las cosas
que se dicen de El están equivocadas. El propio San Agustín, y luego lo repite Santo
Tomás, dice que de Dios "no podemos conocer lo que es, sino lo que no es".
Ojalá se hubiese tenido en cuenta esto en los libros de teología y en los cristianos.
Así nos habríamos ahorrado muchas preocupaciones y dudas. Muchos se han declarado ateos
porque lo que les contaron no les convencía. La realidad siempre ha estado detrás, en la
experiencia profunda de la vida, que sería lo que significa Dios.