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GLOBALIZACION:
DIVISAS
SIN FRONTERAS
Texto: Carolina Fernández
En teoría son las
condiciones ideales para conducirnos a un mundo más justo. En la práctica,
crea desequilibrio y como consecuencia pobreza. Tanto entre sus defensores
como entre sus detractores, la Globalización levanta pasiones.
Una cosa está clara: es el nuevo juego y conviene conocer las normas.
No creo
que sea ya deseable un mundo sin desigualdades". Esta afirmación del
canciller alemán Gerhard Schöder* resume la filosofía que germina entre
los líderes mundiales: el desequilibrio planetario se entiende como un
hecho natural, consecuencia lógica del desarrollo capitalista.
Hoy en día, y más a partir de las protestas ciudadanas, que tuvieron un
gran eco en los medios de comunicación, la palabra globalización se ha
hecho familiar y se ha colado en nuestro vocabulario cotidiano. Los
informativos, la prensa, los comentaristas, nos remiten a la globalización
como la causa de muchas de las situaciones que se viven en el planeta. Es el
Debate con mayúsculas. Sus defensores argumentan que es la llave para
solucionar la desigualdad y la pobreza. Sus detractores denuncian que esa es
precisamente la causa de la desigualdad y la pobreza. Parece que cuanto más
avanza la humanidad, más retrocede. La perspectiva inmediata de un futuro
brillante, basado en los avances científicos y tecnológicos, tropieza con
la evidencia de un mundo desequilibrado y básicamente injusto, donde la
riqueza se concentra en pocas manos y la miseria no deja de crecer. Todos
coinciden en un punto: la globalización es un proceso irreversible. El
daño o el beneficio que pueda causar depende de las manos que lleven el
timón.
Internet ha
hecho posible la conexión entre grupos de todo el planeta. De esa forma es
posible coordinaciones globales, como sucedió en Seattle y recientemente en
Praga.
Pero ¿qué es la tan cacareada
globalización? Para simplificar, podríamos decir que a nivel económico se
trata de un proceso que involucra de una u otra manera a todos los países
del mundo y que en último término pretende difuminar las fronteras de los
estados para favorecer la libre circulación del capital. El estado pasa
pues a un segundo plano, y cede poderes y capacidad de maniobra en favor de
las grandes empresas. El mercado gana terreno.
Esta filosofía, que rechaza al estado en su papel protector y vigilante de
la economía, fue perfectamente definida en 1997 por Michel Camdessus,
presidente del FMI, cuando declaró: "El estado no debe dar órdenes a
los bancos". Eduardo Galeano, en su libro Patas arriba. La
escuela del mundo al revés, recoge unas clarificadoras declaraciones de
Hans Tietmeyer, presidente del Bundesbank, quien dijo en 1996:
"Los mercados financieros desempeñarán, cada vez más, el papel de
gendarmes. Los políticos deben comprender que, desde ahora, están bajo el
control de los mercados financieros".
Las políticas neoliberales se imponen, amparadas en acuerdos comerciales
redactados a la medida de los grandes inversores, y que instituciones como
la Organización Mundial de Comercio se encargan de desarrollar. Para la
organización People's Global Action (PGA) "todos estos acuerdos
e instituciones tienen los mismos objetivos: promover la movilidad de
bienes, servicios y capitales, incrementar el control de capital
transnacional sobre las personas y la naturaleza, transferir poder a
instituciones distantes y antidemocráticas, impedir la posibilidad de
desarrollo de economías autosuficientes y basadas en la comunidad y
restringir la libertad de las personas para construir sociedades basadas en
valores humanos".
"La globalización es la sacralización de la injusticia", define Joaquín
Araújo, escritor, periodista y Premio Global 500 de la ONU. El
resultado práctico de la aplicación de estas políticas se resume en una
palabra: desequilibrio. Las consecuencias a nivel social han llegado a
compararse con las provocadas en los primeros pasos de la
industrialización. El más reciente informe del PNUD (Programa de Naciones
Unidas para el Desarrollo) resume la realidad: en el último año del siglo
XX, la fortuna acumulada por las 200 personas más ricas del mundo
sobrepasó la barrera de los 1000 billones de dólares. En comparación, los
582 millones de habitantes de los 43 países menos desarrollados totalizaron
un ingreso de 146 billones de dólares. Cada vez más habitantes del planeta
se quedan en la cuneta, totalmente excluidos de la rueda de producción y
consumo. Las consecuencias directas e indirectas son muchas: pobreza,
hambre, miseria; avalanchas de inmigrantes, millones de personas sin hogar,
refugiadas, desplazadas; desempleo, pobre calidad de vida, problemas de
salud, analfabetismo, desigualdades raciales, discriminación sexual,
aumento incontrolado de la economía sumergida y de mercados marginales,
deterioro medioambiental. "La globalización aumenta la destrucción de
los sistemas naturales, las contaminaciones y la pérdida de valor real de
los patrimonios naturales -denuncia Joaquín Araújo- El medioambiente es el
vagón de cola del que siempre se puede prescindir".
A finales
de 1990 las multitudinarias protestas en Seattle marcaron un antes y un
después en la lucha contra la globalización.
El informe del PNUD 1999 reconoce
abiertamente que la globalización está causando nuevas desigualdades y
nuevos problemas. "El futuro es sombrío. De mantenerse inalteradas las
tendencias actuales, los problemas se agravarán". El informe está
marcado por las consecuencias de "las nuevas normas económicas
impuestas por la mundialización, que no tienen en cuenta las necesidades de
las gentes que los mercados no pueden satisfacer". Denuncia además que
"el proceso de la mundialización está concentrando el poder y
marginando tanto a los países empobrecidos como a la gente pobre de los
países enriquecidos".
Para Joaquín Araújo la globalización tiene "la clara finalidad de
hacer más ricos a los ya beneficiados por la economía libre de mercado,
que no es criticable en sí misma, pero evidentemente sí sus
consecuencias".
Los partidarios de la libre circulación de capitales defienden las
inversiones en países en vías de desarrollo, utilizando como argumento
principal la posibilidad teórica de que todo el mundo tome parte en el
comercio mundial, y la creación de empleo. La realidad es que las
multinacionales no mantienen su dinero en aquellos países que no ofrezcan
unas condiciones que les sean favorables. Esas condiciones son difíciles,
cuando no imposibles de compaginar con las necesidades de los trabajadores.
Si hay que elegir, naturalmente son sacrificados los derechos de los
trabajadores.
En los países desarrollados, para no perder el tren, el avance del proceso
repercute en la necesidad de ir desmantelando poco a poco el entramado sobre
el cual se sustenta el Estado de Bienestar, abandonando las mejoras sociales
y laborales conquistadas por anteriores generaciones de trabajadores. Todo,
en nombre de la competitividad y de la flexibilización del mercado de
trabajo.
¿Desde cuándo?
No hace tanto que hablamos de
globalización. Ya antes de comenzado el siglo XX había un movimiento
comercial intenso a escala internacional, pero es a partir de la Segunda
Guerra mundial cuando se empieza a configurar el proceso de globalización
hasta llegar a lo que hoy conocemos. Se abren nuevos mercados, se
intensifica el proceso de descolonización y sobre todo, se configura la
estructura sobre la cual se iba a levantar todo el proceso. El papel de
Estados Unidos es desde el principio, protagonista. En 1945, y bajo el ala
americana, se crean en Bretton Woods los pilares de la globalización. El
Banco Mundial (BM) ofrece préstamos a los países subdesarrollados que
quieran subirse al tren de la economía mundial. El Fondo Monetario
Internacional (FMI) vela por el equilibrio y la estabilidad monetaria. El
Acuerdo General sobre Tarifas y Comercio (GATT) incentiva el comercio a
escala mundial. Desde el principio, estas instituciones vigilan las
inversiones en los países menos desarrollados, apostando más por los
intereses de los recién llegados inversores que por el desarrollo de las
poblaciones locales. Esta dinámica favorece el desequilibro y fomenta el
endeudamiento de los países más débiles. La caída del Muro de Berlín en
1989 hace despegar definitivamente este fenómeno.
La
información es fundamental. La mayoría de los españoles no sabría
explicar en qué consiste el fenómeno de la globalización.
Manos Unidas explica que el proceso de
aceleración de la liberalización del mercado comienza a partir del año
82, cuando se produce la crisis de la deuda externa. Los países que no
pueden pagar son empujados por las instituciones internacionales a volcar
toda su actividad económica hacia el exterior, a tratar de producir cada
vez más, para exportar más, pero dentro de unos márgenes muy estrechos:
"A los países pobres se les pone constantemente trabas para introducir
en el mercado mercancías que no sean productos primarios. En la UE, por
ejemplo, se establecen cada vez más obstáculos no arancelarios, bajo la
máscara de controles de calidad tan rigurosos que sólo pueden cumplirlos
empresas de un país europeo, pero son imposibles para una empresa que está
creciendo en un país pobre", comenta Jaime Atienza, coordinador
técnico de la campaña Deuda externa ¿deuda eterna? de Manos
Unidas.
Para devolver el dinero, engordado con fuertes intereses, los deudores se
ven en la necesidad de reajustar su economía, recortando gastos,
malvendiendo sus recursos y forzando el aumento de las exportaciones en un
mercado en el que los precios están controlados por los países fuertes. Si
no consigue pagar sus deudas, el país en cuestión se ve obligado a pedir
más dinero, y a acatar las medidas de ajuste que le dicta el FMI, si no
quiere quedarse fuera del tablero de juego de la economía internacional.
Detrás de las siglas
Las grandes organizaciones
internacionales que regulan la circulación del capital por las autopistas
globales, son un misterio para la mayoría de los mortales. OMC, FMI, BM,
OCDE, CCI, TLC, G-7... Detrás de las siglas se esconden organizaciones
opacas para los ciudadanos, gobernadas por cúpulas anónimas y no sometidas
a ningún tipo de control. Es la "mano invisible". No existen
mecanismos que prevean la participación ciudadana y las organizaciones
sociales se quedan siempre a la puerta de las grandes reuniones. Sus modos
de proceder son exclusivos. ¿Qué leyes regulan su funcionamiento? Las
suyas, propias. "Actúan al margen de las democracias -afirma Pepe
Mejía, miembro de la Plataforma 0,7 -. No responden ante los
Parlamentos y, evidentemente, las democracias más débiles corren el riesgo
de sucumbir a estas actuaciones". El Informe sobre el Desarrollo Humano
de 1999 explica que las "transnacionales y multinacionales, auxiliadas
por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización
Mundial de Comercio, con atribuciones por encima de los gobiernos, con más
poder económico que muchos estados, trascienden las fronteras nacionales,
reducen el ámbito de la política nacional, contratan negocios a distancia
en tiempo real, abren y cierran mercados a capricho de divisas y capitales a
escala mundial, funcionando 24 horas al día".
"Las prácticas de las multinacionales pervierten el sentido de las
democracias -continúa Mejía-. El soborno y las comisiones, moneda
corriente de las multinacionales para conseguir sus suculentos contratos,
están socavando las democracias no sólo del Sur sino también las de
Norte".
Los
trabajadores están cada vez más desprotegidos. Los llamados "contratos
basura" son una consecuencia del avance de la globalización.
Manuel Menchén, miembro del Club de
Amigos de la Unesco, comenta que cuando los mercados sobre los que han
actuado caóticamente se descontrolan, sus efectos sociales, políticos y
económicos terminan provocando el desmantelamiento encadenado de empresas,
creando masas de parados, déficit insostenibles y crisis como la de Asia
Oriental, cuyas repercusiones mundiales se calcularon en una suma estimada
en dos billones de dólares.
Mejía sugiere desarrollar actuaciones de control ciudadano sobre las
multinacionales, exigir transparencia y solicitar por todos los medios,
información sobre sus actuaciones, "por ejemplo, pedir a Telefónica
de España que informe si para conseguir sus suculentos contratos en países
del Sur ha tenido que pagar comisiones o ha entregado dinero a funcionarios
de esos países. Contrastar estas informaciones con las que las
organizaciones de ciudadanos del Sur tengan y denunciarlos. No se puede
mirar a otro lado cuando se trata de defender la democracia si eso afecta a
nuestros bolsillos". Jaime Atienza apunta que "cuando un gobierno
que se presenta a unas elecciones, para seguir renegociando su deuda, tiene
obligatoriamente que poner en marcha una política económica que implica
seguir desprotegiendo a las clases más pobres, no hay una elección
democrática. Es una política que está dictada antes de que la gente diga
lo que piensa en las urnas. Esa es otra consecuencia de la globalización:
el poder se aleja cada vez más de los ciudadanos, cuyas vidas están siendo
afectadas por este proceso".
La
información
"Parece que todo el mundo
sabe de qué hablamos cuando nos referimos a la globalización -apunta Jaime
Atienza en nombre de Manos Unidas-. Es una especie de término genérico de
fin de siglo del que todo el mundo habla pero nadie sabe muy bien qué
significa". En España hemos empezado a oír hablar de la
globalización hace menos tiempo que otros países, donde el tema ya ha
suscitado fuertes polémicas en la opinión pública. Para Goyo Dionis,
director del equipo Nizkor, el problema desde España es que no existe un
referente ni político, ni cultural, ni ideológico de estos movimientos.
"Después de Praga se está hablando mucho de un tema que durante mucho
tiempo estuvo "oculto", y ahora no hay manera de informar de lo
que no se informó antes. Nosotros somos de los pocos que trabajamos en el
"mundo globalizado", y eso hace que se entienda poco en qué
consiste el movimiento que ha provocado todo esto".
A partir de
Seattle, cada vez que el BM, FMI o la OMC ha convocado una reunión, se ha
encontrado con una contestación social importante, que socava poco a poco
la imagen, hasta ahora lejana e intocable, de estas instituciones.
"El papel de los movimientos sociales
-señala Jaime Atienza- es en primer lugar tratar de poner encima de la mesa
cuáles son las consecuencias invisibles de la globalización, aquellas que
le están siendo ocultadas a la población. Leemos páginas y páginas de
información sobre las fusiones de las grandes compañías y eso se nos
vende como un gran avance, pero nadie nos vende el reverso, nadie nos dice
cómo quedan de indefensos los ciudadanos".
La labor de sensibilización a través de charlas, conferencias, mesas
redondas y cuanta actividad cercana podamos realizar para explicar los
efectos de la globalización, es imprescindible a juicio de Pepe Mejía.
"Hay por ejemplo, una tarea pendiente que es trabajar con las
organizaciones de consumidores y usuarios, los vecinos y vecinas para
boicotear determinadas empresas multinacionales que no respetan criterios de
desarrollo o simplemente éticos. Hay que seguir movilizados en la calle y
explicar de una manera más fácil los efectos perniciosos de esta
globalización. Hay que ligar los hechos cotidianos con los efectos de la
globalización y las políticas insolidarias de las multinacionales. Vamos
hacia una sociedad de mercancía. Ya es habitual pagar por todo y eso
conduce a la inhumanidad y la insolidaridad y ahondar más en las
desigualdades".
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ONG: Nuevos retos
Los poderes financieros y los
estados tratan de la globalización como un fenómeno natural, lógico e
inevitable dado el desarrollo de la sociedad actual, de las comunicaciones y
la tecnología. Las organizaciones ciudadanas no admiten ese planteamiento.
Defienden otras fórmulas que contemplan a las economías nacionales y
locales, menos agresivas con el medio ambiente y más respetuosas con los
derechos humanos. En cualquier caso, admitiendo la globalización como un
hecho que realmente tiene una difícil si no imposible vuelta atrás, buscan
la manera de aprovechar sus beneficios causando el menor daño posible. Ignacio
Carreras, director general de Intermón reconoce que la globalización
es nuestro nuevo contexto, nuestro nuevo "sistema". Precisamente
uno de nuestros retos es que la globalización convierta la sociedad mundial
en una sociedad más justa. La globalización parece un proceso
irreversible. Su rumbo depende de nosotros.
De modo que no todo es de color negro. José María Mendiluce y Daniel
Cohn-Bendit, en el libro Por la tercera izquierda, afirman que
"la globalización es un fenómeno irreversible y de consecuencias no
sólo negativas". Cuanto mayores son los retos, más amplias y
abarcantes deben ser también las respuestas: "Si actuar concreto es
imprescindible, saber dónde se encuadren esas acciones, a escala global, es
urgente e inevitable para saber dónde vamos: hay también que actuar
globalmente". Mendiluce llama a "superar las iniciales
resistencias a la globalización, que se expresan a través de un peligroso
repliegue hacia lo local o lo nacional". La conciencia
internacionalista de los sectores de la izquierda se canaliza hoy en día a
través de las actuaciones y las denuncias de las ONG. En ese sentido,
"Seattle fue la expresión agitativa, mediática y política de las
nuevas oportunidades para los progresistas".
"Hay ya un movimiento emergente que trabaja por la justicia social y
que trata de modificar la realidad -reconoce Ignacio Carreras-, pero aunque
pueda tener potencialidad, aún es débil".
Coincide Joaquín Araújo al afirmar que "hay un movimiento amplio,
difuso, complejo, desestructurado, que es muy esperanzador pero que no acaba
de articularse".
Puesto que los estados quedan poco a poco en un segundo plano, la
responsabilidad de responder y canalizar los efectos de la globalización
recae sobre los ciudadanos de todo el mundo.
¿Quién puede hacerlo? Joaquín Araújo mantiene su propia apuesta:
"Se puede decir con absoluta contundencia que el ecologismo es casi la
última y la única respuesta política de alguna consideración y con un
bagaje intelectual al encefalograma absolutamente plano que presenta el
panorama político mundial. El movimiento ecologista es uno de los que
están ahora mismo al frente de la pelea contra la globalización".
Los
ciudadanos deben exigir transparencia a las multinacionales, desarrollar
métodos de control y no dejar de pedir información sobre sus actuaciones.
Las organizaciones sociales se enfrentan a
nuevos retos. Deben revisar sus objetivos y actualizar sus métodos, para
estar en condiciones de dar respuestas globales a problemas globales. El
director general de Intermon, señala tres condiciones para poder levantar
este entramado: que haya organizaciones internacionales fuertes que sean
capaces de ser referentes en ámbitos como por ejemplo los Derechos Humanos,
el medio ambiente o la asistencia sanitaria; que los ciudadanos de cualquier
parte del mundo se sientan ciudadanos globales, en contra de la tendencia
cada vez más hacia nuestro propio interior, hacia las cosas domésticas;
que los medios de comunicación permitan que cualquier movimiento en
cualquier parte del mundo pueda tener repercusión, para que pequeñas
semillas puedan tener mucha más propagación.
"El principal reto es mantener la presión y seguir ganando la opinión
pública -subraya Pepe Mejía-. Estrechar lazos con las organizaciones
ciudadanas de los países del Sur, que están movilizándose desde hace
mucho tiempo. Otro de los retos es organizar una red mundial, una red
global, en la línea de lo que planteó Pierre Bordieu con su Manifiesto por
la Internacional de los Movimientos Sociales. En este sentido, la próxima
reunión en Porto Alegre será clave. Otro de los retos es superar la
improvisación y articular un movimiento con una mayor capacidad de
integración y no exclusión. Superar los recelos entre organizaciones y
avanzar en las coincidencias".
Según Mejía, Las ONG tienen asignado, por parte del Banco Mundial y el
Fondo Monetario, el difícil papel de seguir siendo colchones sociales de
las políticas neoliberales y de los planes de ajuste estructural. "Hay
que seguir siendo críticos con los proyectos impulsados por el BM y FMI que
no responden a criterios de protección del medioambiente, en favor de la
mujer y protección de la infancia o que vayan en contra de las economías
autóctonas. Por otro lado, las ONG tienen que facilitar el trabajo de
presión que están realizando -a otro nivel- las diversas organizaciones
sociales que no son ONG. Cada vez habrá más organizaciones informales,
desestructuradas opuestas a la globalización y sus efectos. Las ONG tienen
que apoyarlas y no apoyarse en las políticas del BM y FMI. En definitiva,
las ONG tienen que romper amarras con estas siniestras organizaciones que lo
que han hecho en estos últimos veinte años es aumentar el hambre, la
miseria, las desigualdades y la injusticia".
"Las ONG debemos tener una capacidad más global de respuesta, que nos
permita actuar al mismo tiempo en diferentes lugares, unir nuestros
esfuerzos a los de otras muchas ONG en otros países... En fin, una
internacionalización no para ser más grandes y poderosos, sino para
incidir en aquellos que tienen capacidad de actuar en diferentes partes del
mundo", comenta Ignacio Carreras, director general de Intermon.
Los
habitantes de los países democráticos tienen voto, pero no tienen voz. No
hay mecanismos que aseguren la participación ciudadana.
Internet, el
mundo es un pañuelo
En una buena medida,
todo este movimiento se lo debemos al espectacular avance de las
comunicaciones en los últimos años, y en especial a la presencia de
Internet en nuestras vidas. La red ha permitido conectar a individuos y
organizaciones dispersos por todo el mundo, ha hecho posible difundir la
información a velocidades hasta hace pocos años impensables, ha conseguido
romper el aislamiento de muchas problemáticas y darle a todo un enfoque
global. Aún con limitaciones, Internet es el trampolín.
Para Goyo Dionis, del Grupo Nizkor, el papel de Internet es clave.
"Está claro que Internet facilita la comunicación a nivel global,
pero más que conectar grupos, lo que hace es facilitar la socialización de
información documental y el conocimiento de problemáticas contrastadas.
Además disminuye enormemente el control social que están acostumbrados a
ejercer los grandes medios de prensa y permite que la información que estos
no publican, circule masivamente".
Dionis destaca "el poder del silencio", que hace que durante
muchos años se hayan mantenido ocultos documentos e informaciones que
podrían influir seriamente en nuestro presente, y que ahora, gracias a
Internet, tienen la posibilidad de ser difundidos masivamente y sin
censuras. "Este es el efecto más importante de Internet: permite
conocer información documental que hace que grupos distintos en lugares
distantes lleguen a las mismas conclusiones".
"Las
instituciones globales como el BM y el FMI están cada vez más
deslegitimizadas a los ojos de la opinión pública mundial, y ningún
sistema se mantiene sin una mínima legitimidad política y social"
"La facilidad en las comunicaciones y en
el transporte supone una herramienta para el trabajo de las ONG, para poner
en contacto muchas redes de activismo. Evidentemente cuando un movimiento
social se lleva por muchos países, ejerce una fuerza mucho mayor". La
red abre unas posibilidades impensables hasta hace unos años. Gracias a
Internet, el texto de denuncia "Parar la Ronda del Milenio",
previo a las manifestaciones de Seattle, pudo ser suscrito en poco tiempo
por más de 1500 organizaciones de todo el planeta.
Seattle
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Seattle: la rebelión
La Ronda de Uruguay y el
establecimiento de la OMC (Organización Mundial de Comercio) se presentaron
en sociedad como una fórmula que desarrollaría un ambicioso proyecto:
alcanzar la prosperidad y la riqueza de todos los estados y el bienestar de
todos los ciudadanos del mundo.
Allí, antes de que nadie hubiese oído hablar de la globalización, se
alcanzaron acuerdos que facilitaban una mayor apertura de los mercados y
beneficiaban a las grandes empresas multinacionales
A finales de 1999 la OMC continuaba siendo una organización desconocida
para la inmensa mayoría de la población mundial. Fue entonces cuando se
pretendió dar un paso más y presentar, bajo el pomposo nombre de Ronda del
Milenio, un nuevo paso en la liberalización. Seattle fue el lugar elegido
para la cumbre. En paralelo, fue también el lugar elegido por miles de
manifestantes para comenzar un tiempo nuevo en las movilizaciones sociales
en contra de la globalización. Según informó la prensa, entre 50.000 y
100.000 personas de distintas ideologías y pertenecientes a distintas
organizaciones confluyeron en Seattle.
La reunión fue un sonado fracaso. Los manifestantes impidieron el inicio y
alteraron sustancialmente el desarrollo. Muchos de los invitados no pudieron
alcanzar siquiera el sillón de las reuniones, tal era la avalancha de
jóvenes que habían tomado las calles. El gobierno americano no se esperaba
tal afluencia de manifestantes, y se vio desbordado. La dura represión
policial provocó el rechazo de la opinión pública. Con todo, la cumbre
fue un sonado fracaso admitido por todas las partes. "La imagen de la
OMC y del "libre comercio mundial" salió absolutamente
deteriorada a partir de entonces", señala Ramón Fernández Durán,
miembro de Ecologistas en Acción.
Los estados
pierden poder. Los gobiernos se doblan ante las condiciones que impone el
mercado. La democracia queda en entredicho. ¿Quién tiene las riendas,
políticos o empresarios?
Fue el éxito de la calle, que consiguió una
aprobación mayoritaria de la opinión pública y que supuso la
consolidación de una nueva forma de lucha basada, de acuerdo con los
tiempos, en la globalización de los movimientos sociales.
A partir de entonces, cada vez que alguno de estos organismos -OMC, FMI, BM-
ha convocado una reunión, se ha encontrado con una contestación social
importante, que socava poco a poco la imagen, hasta ahora lejana e
intocable, de estas instituciones.
La última cita fue en Praga, donde la asamblea anual del FMI y del BM
concentró a miles de personas. Cabe destacar que Los Verdes fue el único
grupo político que envió una representación a participar en las
manifestaciones. Entre todos lograron una vez más que las reuniones
terminasen de forma precipitada.
Los medios de comunicación que seguían las noticias, resaltaron los
enfrentamientos con la policía que se produjeron en momentos determinados
por parte de algunos sectores.
De la misma manera que en Seattle el factor sorpresa hizo que quedase de
manifiesto la brutalidad policial a la hora de reprimir las protestas, en
Praga los medios de comunicación pusieron especial énfasis en los
alborotos violentos causados por algunos de los manifestantes. Militantes
antiglobalización presentes en Praga denunciaron al regreso la presencia de
"sectores pronazis, de acuerdo con el sector más duro de la policía,
que empezaron a 'romper'. Querían ese tipo de imágenes para
retransmitirlas al mundo. Hay vídeos filmados de personas encapuchadas a
las que no se podía identificar, y que luego pasan por en medio de los
policías sin ningún problema".
"Se intenta desprestigiar este tipo de movilizaciones resaltando las
manifestaciones violentas que haya podido haber por parte de algunos
sectores -reconoce Ramón Fernández Durán-, pero curiosamente por el
tratamiento que se le da se ve que tiene también muchas simpatías. El
hecho de que tengan que acabar un día antes las reuniones supone una
derrota importante para la imagen del Fondo y para el Banco".
Las consecuencias de la globalización han llegado a compararse con los primeros pasos de la industrialización: hambre, miseria, desempleo, inmigración, desplazamientos masivos, deterioro medioambiental.
Lo sucedido en Praga coloca una vez más al FMI y al BM en una situación
delicada de cara a la opinión pública. "Lo que se produce es una
quiebra de legitimidad muy fuerte de las instituciones globales, en concreto
del FMI y del BM. El mismo Wolfensohn, presidente del BM, en una entrevista
concedida a El País reconocía que había perdido la batalla
mediática", comenta Ramón Fernández Durán. "Eso va a traer
consecuencias -continúa-, porque las instituciones globales cada vez son
más importantes para la gestión del modelo a escala mundial, pero cada vez
están más deslegitimadas a los ojos de la opinión pública mundial, y
ningún sistema se mantiene sin una mínima legitimidad política y
social". ∆
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