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TABACO Y ALCOHOL
JUGAR A DOS BANDAS

(El gobierno gana, tú pierdes)
Texto: Elena F. Vispo y Marta Iglesias.

Hagan sus apuestas: Las industrias de tabaco y alcohol se rifan cada día la salud de millones de personas en el mundo. En España el gobierno hace gala de una doble moral que penaliza al consumidor individual mientras se embolsa miles de millones en impuestos de venta. Es un juego macabro donde las piezas son los ciudadanos. En esta partida el dinero y las muertes son de verdad.

¿Sabe usted lo que fuma? Por cada cigarrillo que enciende se mete una dosis de amoníaco en el cuerpo, para aumentar la absorción de nicotina; también arsénico que actúa como afrodisíaco y hace más placentera la sensación; chocolate para potenciar la adicción; butano, polonio 210 (residuo nuclear), urea, whisky, ron... Resumiendo: un cigarrillo contiene, aparte de la planta de tabaco, hasta 600 sustancias adictivas que las compañías tabaqueras añaden para aumentar el consumo. Muchas de estas sustancias son cancerígenas, dañan el cerebro, el corazón, los pulmones. Sin embargo, el objetivo está claro: crear una adicción lo más alta posible o hacer que el cigarrillo se consuma muy deprisa para encender otro cuanto antes.

¿Sabe usted lo que bebe? Una caña de cerveza o un chupito de licor de frutas tienen las mismas unidades de alcohol que un vaso de vino o medio de whisky. Con el tiempo el cuerpo se hace cada vez más tolerante y necesitará beber más para obtener los mismos efectos. Si sigue bebiendo sin control abre la puerta a gastritis, úlceras, cardiopatías, cirroris, impotencia y mucho más. Además aumentan sus posibilidades de tener un accidente de tráfico o en casa, de perder amistades y trabajo.
Naturalmente, si fuma o bebe lo hace por su cuenta y riesgo. Y lo paga. Gracias a usted, amable fumador, y a todos sus compañeros, el estado se ingresa cada año más de 800.000 millones de pesetas en impuestos. Gracias a usted, estimado bebedor, las arcas de Hacienda aumentaron 118.003 millones en 1994, y cada año es más. Su adicción al alcohol está minando su hígado y su bolsillo. Es usted un peón de lujo.

¿Cree usted que fuma y bebe porque quiere? Naturalmente que sí; nadie le puso una pistola al cuello. Sólo que la pistola la pone la industria en forma de estrategias de venta, la sociedad la empuña y la bala es lo que usted quiere tragarse. Lo que usted quiere ser. Hablamos de sexo, clase, diversión, elegancia, amistad, placer. Con una copa en la mano y tabaco entre los dedos uno luce diferente. Es la imagen del triunfo.
Las campañas publicitarias se encargan de dejarlo bien claro. El mito del chico Martini y el hombre Marlboro sientan las bases del hombre-hombre. La mujer-mujer es sexy, independiente y hace lo que quiere: fuma y bebe como símbolo de libertad, ya que hasta hace pocos años estos vicios le estaban vedados a la mujer de buena reputación. Pues ahora se está resarciendo, superando al consumo masculino cada vez con más fuerza. En menos de veinte años, los hospitales estarán llenos de mujeres "liberadas" que empiezan a pagar el precio con su salud. De momento, un casi un 23% fuma y el 21.9% de las mujeres entre 15 y 18 años han consumido alcohol en el último mes.

Para evitar que estos datos afecten al potencial consumidor se ha intentado regular la publicidad. La medida más importante fue la prohibición de anunciarse en la televisión, excepto los alcoholes de poca graduación. Pero quien hace la ley hace la trampa, y las empresas no han tardado en encontrar la solución. El truco es diversificar mercados: música, aperitivos, ropa con el mismo nombre y logotipo de la marca que se quiere anunciar. Y también los patrocinios de conciertos, campeonatos deportivos, e incluso causas solidarias. El objetivo es enganchar a los jóvenes, los potenciales compradores a los que resulta relativamente sencillo atrapar con una idea impactante; o conseguir que los que ya lo son cambien de marca. Con la nueva normativa europea toda la publicidad de tabaco, directa o indirecta, desaparecerá en el 2006. Quedará entonces la publicidad "latente" en películas, conciertos y productos varios, donde no aparece el nombre de la marca pero sí el logotipo, manteniendo la asociación de ideas en los posibles clientes. Eso no está catalogado como publicidad y es perfectamente legal.

¿Cuánto tiempo lleva usted fumando? Si son más de veinticinco años es posible que esté hecho un asco. En ese caso quizá debería echar un vistazo a lo que pasa en Estados Unidos. En Florida las industrias tabaqueras se llevan las manos a la cabeza ante la primera demanda colectiva que ha prosperado. En principio tienen que indemnizar a 500.000 fumadores por las enfermedades derivadas del tabaco, aunque el recurso está pendiente. Todo un batallón de abogados no ha podido evitar que el jurado fallase una indemnización de más de 30 billones de pesetas para los demandantes. Ya no se trata sólo del precedente; es que es un precedente escandaloso. La cantidad a pagar por las empresas tabaqueras puede dispararse si todo fumador enfermo se anima a meterse en un juicio.
En España, a pesar de las diferencias con el sistema judicial americano, tiene usted ciertas posibilidades. ¿Qué alegarán ellos? Que usted decidió fumar libremente. Además, las cajetillas de tabaco incluyen por ley aquello de "las autoridades sanitarias advierten que el tabaco perjudica..." y sus variantes. ¿Qué alegará usted? Que hace veinticinco años las advertencias no se ponían porque la ley no obligaba, pero que ya entonces se sabía el riesgo que corren los fumadores. Que se conoce el modo de eliminar la nicotina del tabaco, pero no se usa. Que conscientemente se añaden sustancias para que el fumador esté cada vez más enganchado.

Hábitos que matan.

Hoy se empieza joven a fumar y a beber. Las causas son muchas pero, fuera de un consumo responsable, la consecuencia es sólo una: una muerte temprana.
El Gobierno Español sabe mucho de eso, aunque los datos no se publican a los cuatro vientos. Ellos saben que el coste hospitalario atribuible al consumo de tabaco en España le salió en 1993 por 41.326.400.000 ptas, y el atribuible al alcohol por 811.000 millones.
Las cifras son variables entre unos autores y otros porque al único que podría calcularlas con precisión, el Estado, no le interesa, o no puede, conocer el numero de unos muertos con los que gana dinero. Víctor López, Presidente del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo, lo explica así: "Es muy difícil de calcular. Por ejemplo, hoy empieza a fumar una persona y dentro de veinte años morirá por causa de una enfermedad derivada del tabaco. En esos veinte años este señor ha tenido una bronquitis crónica, distintas enfermedades, ingresos hospitalarios... ¿cómo cuantificar en cada partida anual de ingresos ese gasto durante veinte años? Y si un señor, en plenitud de vida, está rindiendo y muere, ¿cómo calculas los años de producción que se han perdido? El tema es complejo".

Dejarlo.

Una vez entendido que la resta -entre lo que el Estado gana vendiendo alcohol y tabaco, y lo que pierde debido a gastos hospitalarios-, inclina la balanza hacia las ganancias multimillonarias a corto plazo, se hace evidente pensar que al Estado no le interesa promocionar una estrategia de "desenganche" que le haga perder beneficios. Por lo tanto no hay un plan eficaz ideado para todo el país desde el que se ayude a dejar estas adicciones. El alcohol se pierde en el Plan Nacional de Drogas (dentro del Ministerio del Interior) entre la heroína, la cocaína y el éxtasis; y con el tabaco allá se arregle cada uno. La política del gobierno da libertad para que cada ayuntamiento se lo monte como mejor pueda o sepa, a la hora de ayudar a sus conciudadanos. No es lo mismo dejar de fumar en Madrid que en Málaga. Depende de los programas municipales que haya en cada lugar o de las ongs que estén allí trabajando el tema.

Jóvenes y alcohol. La gran evasión.

Tarde-noche cualquiera de fin de semana. Una plaza pública. Un grupo de chavales ríen a gritos mientras se pasan un mini (vaso de un litro) de calimocho. También podría ser cerveza o, si hay algo más de dinero, un cubata. Los grandes templos del alcohol adolescente han dejado de ser los bares y discotecas; es más barato el sistema de hágalo usted mismo. Queda la pandilla y se pone un fondo común: con unas doscientas pesetas por cabeza llega para que todos cojan el punto. Y hasta sobra para el próximo día. Cada vez se empieza a beber antes. La edad media de inicio en el consumo de alcohol es de 16.8 años en la franja de edad entre 15 y 65 años. Pero va descendiendo en las sucesivas generaciones, y ya está en 14.6 años para los menores de edad. A los once años, el 3.5% de los españoles ya ha probado el alcohol. La avalancha de cifras que nos invade desde el Plan Nacional de Drogas no es más que la constatación de un hecho: el alcohol es la droga de moda. Y es legal.

Desde la familia, donde se aprende a relacionar el alcohol con la comida o las celebraciones, hasta el cine o la publicidad, desde niños somos bombardeados con tópicos: beber para hacer amigos, beber para desinhibirse, beber para ligar más, beber para ser adulto... Así somos de tolerantes con el alcohol: más de la mitad de los españoles consideran que tomar seis copas el fin de semana no es problema. La línea que separa el uso del abuso se vuelve difusa.
Las razones para beber son muchas: necesidad de pertenecer a un grupo, de no destacar; rebeldía, necesidad de sentirse adulto; búsqueda de nuevas sensaciones; ganas de diversión... en cualquier caso, la tónica común es no pensar. Atontarse. La evasión empieza en una plaza cualquiera y seguirá en un bar barato, donde gracias a la hora feliz se consiguen dos copas por el precio de una. De nuevo se hace la colecta; por las noches como nunca funciona la solidaridad. Un par de horas antes de la vuelta a casa dejarán de beber, el tiempo justo para recuperarse un poco y llegar sin hacer eses. A dormir y hasta el viernes que viene.

Jóvenes y tabaco. La cantera.

El primer cigarro no es agradable. La tos se hace compulsiva y los amigos se desternillan de risa mientras el novato controla las arcadas como puede. Después de una calada, la nicotina tarda siete segundos en llegar al cerebro a través de la sangre. La cabeza da vueltas. No es agradable. Entonces, ¿por qué se repite la experiencia?
Lo que el joven asume como una decisión personal y un acto de independencia es en realidad el resultado de una cuidada estrategia dirigida por la industria tabaquera. En el año 95 el 14% de los españoles eran ex-fumadores, y dejar de fumar es una tendencia al alza. Son clientes que se pierden. Más de 40.000 personas mueren anualmente en España gracias al tabaco. Más clientes a reponer. A partir de los setenta años, casi todos los fumadores que no lo han dejado es porque han muerto. En total se vienen a perder 8.000 clientes por día en el mundo. Toda estas bajas tienen que ser repuestas, y lo son.

Para paliar estas pérdidas la industria tabaquera se lanza a la caza y captura de nuevos adeptos. La presión publicitaria fuerza las leyes con estrategias de promoción alternativas, todo está enfocado a que el joven se sienta a gusto con un cigarro en la mano: frente a la rigidez del adulto que se preocupa por su salud, fumar es la imagen del desenfado.
Después del despliegue de medios, la industria del tabaco se sienta y espera. Cuando el fumador novato consigue pasar de ese primer cigarrillo, las tabaqueras contienen el aliento. Cuando compra su segunda cajetilla, empiezan a relajarse. Si un año después sigue fumando, se tranquilizan. Es muy posible que ya sea una fuente de ingresos segura durante los próximos veinte o cuarenta años. Los jóvenes benefician considerablemente la salud de la industria tabaquera.

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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