Para unos es el mejor prosista de
este siglo. Otros ven en él a una pluma afilada que analiza sin piedad la vida social y
política española. El mismo se definió como "ese escritor hosco y brillante,
insolente y un poco rojo". Pocos hablan de su sensibilidad, su ternura y su
sencillez. "Soy un buen chico", explica.
|
|
Con
ropa vieja, que es como se está a gusto, el maestro Umbral se dirige cada mañana a su
rincón. Un gran sillón de mimbre, una mesa camilla, multitud de libros a sus espaldas y
una bonita panorámica del jardín con abundante vegetación y flores conforman el
escenario cotidiano donde el escritor se retira voluntariamente. "Esta casa que
compré hace quince años me sirve de rincón de inspiración y de aislamiento para
trabajar. Además es una buena disculpa para no acercarme a Madrid a la multitud de actos
públicos a los que me invitan", comenta con su voz grave y pausada. Sobre la
mesa su Olivetti cuarentona: "me ha acompañado por todo el mundo y ahora está
siempre ahí. He probado con otras que me han regalado, pero al final siempre vuelvo a
ella", explica con tono entrañable. Circulando libre y mimosa, su gata, -"son
mis animales favoritos. Si lo hubiera pensado antes en la vida, me hubiese dedicado por
entero a los animales. Este año estoy muy contento porque han llegado hasta mi jardín
las ardillas, además de una gran variedad de pájaros"-. Desde el ángulo dónde
está sentado apenas se divisa la piscina, pero el azul de sus aguas se proyecta en el
cristal.
Como cada mañana, el maestro ya tiene todo
listo para zambullirse en el idioma y dejar que el mundo se exprese a través de él, de
su mente, de sus ideas, de sus palabras. En un segundo, Umbral consigue hacerse
transparente y todo empieza a circular en su interior: Son ya treinta años dando a luz
libros y artículos. En este tiempo y a lo largo de su obra literaria nos ha contado su
vida, sus frustraciones, sus miedos, sus amores imposibles, sus reflexiones, sus
pensamientos, su dolor, su amor, su poesía, su ternura, su sensibilidad... sus críticas.
Y a través de sus colaboraciones en prensa, también hemos podido seguir de cerca -como
si de un culebrón se tratara- las crónicas, a veces esperpénticas, de la vida social y
política española.
Huyendo siempre que puede del papel y las
etiquetas que unos y otros le quieren asignar, Francisco Umbral abandonó hace años el
ruido de Madrid y se rodeó de soledad y silencio para poder escuchar el sonido de las
palabras, un sonido que sólo captan un puñado de elegidos. Francisco Umbral es uno de
ellos.
-En alguna de sus colaboraciones en
prensa se quejaba de que todo lo que pasa en este país está encuadrado en la vulgaridad,
que siempre ocurren las mismas cosas y que la gente -salvo intelectuales y políticos- no
tiene una vida propia. Si usted tuviese la oportunidad de crear un pecado o un vicio nuevo
¿qué aportaría al de Adán y Eva?
-Pues no lo sé porque yo en esto de los pecados creo que lo he agotado todo. Me
parece que he ido cumpliendo los pecados por orden, según vienen en la lista. El
repertorio lo tengo cubierto.
-Y ¿cuál sería su visión particular de lo que aconteció en aquel Paraíso?
-Mi visión particular es que ni hubo Paraíso, ni allí pasó nada. Ocurrió algo entre
un hombre de Atapuerca y una mujer del mismo lugar. Lo del Paraíso me parece una historia
bastante tonta, mal inventada y literariamente pobre.
-Cuando era adolescente soñaba con escribir y poder vivir de ello, estar sólo,
vivir a su aire. Ahora en la madurez todas esas cosas se las ha traído la vida. ¿Eso no
le pesa en estos momentos?
-No, la soledad no me pesa. En mi vida he tenido objetivos muy modestos, así que poco a
poco los fui consiguiendo: vivir de esto y no tener que ir a una oficina, trabajar en mi
propia casa, tener tiempo libre para hacer lo que yo quiera. No me aburro. Leo, escribo y
viene gente a verme.
-Después de tantos premios y reconocimientos, ¿le queda a usted algún reto por
cumplir?
-Soy una persona que vive al día. Me levanto y hago la estructura de la jornada. Hoy
tengo que escribir esto, a tal hora he quedado con fulanita, esta tarde vienen estas
personas a casa... Mañana será otro día.
-En su libro "Diario de un escritor burgués", comenta que llegar a la
madurez "no es llegar al orden, sino instalarse definitivamente en el caos. Aceptar
el caos". ¿Cómo se ven las cosas desde ese lugar?
-Por mi parte con bastante tranquilidad, ironía y escepticismo. Esperar a que la vida
tenga otro orden no va conmigo. De joven uno piensa que la vida es un poco caótica, que
las cosas tardan en asentarse. Se espera llegar a una determinada edad para que reine la
calma y la paz en nuestras vidas, cuando se trata de todo lo contrario. Lo que se llega a
descubrir es que el caos no tiene remedio, que es algo que estará siempre. Como dijo
Rimbaud "mi caos es sagrado" y por lo tanto lo que hay que hacer es instalarse
definitivamente en él. El caos nunca va a cesar. Nunca habrá soluciones definitivas para
nada.
-En "Historias de amor y Viagra" hay una frase que me llama la
atención: "La mujer es puerta que da otra vez a uno mismo, al que hay detrás de
ella". ¿Ha traspasado alguna vez esa puerta?
-Miles de veces.
-¿Y qué encontró al otro lado?
-Pues a una persona que generalmente me resulta encantadora.
-Me refería a la profundidad de ese encuentro. A esa experiencia a la que alude
en muchos de sus libros.
-Ya, ya... Me parece apasionante llegar a profundizar en una vida: explorar, reconocer,
inspeccionar la manera de ser, vivir, estar, hablar, trabajar. Tengo en mente una novela
sobre una mujer, cómo sería la convivencia con ella, el descubrimiento de cada día, las
distintas formas de hacer las cosas. Ahora bien, no sé si de ahí saldría un libro de
amor o misógino -comenta con una leve sonrisa-.
-Por cierto, la historia previa a la publicación de ese libro fue un tanto
curiosa. ¿Qué le atrajo de la Viagra para embarcarse en esa aventura?
-Hace un par de años la revista París Match me propuso realizar un reportaje sobre la
Viagra probándola yo previamente. Tuve que pasar una revisión médica que diagnosticara
si podía pasar o no la experiencia, y en qué dosis. Me explicaron todo el proceso y me
pusieron a mano a una señorita que estaba muy bien -creo que era modelo-, ¡y a
practicar!. Pude comprobar que es un producto magnífico y la verdad es que lo recomiendo.
Después de aquello se me ocurrió escribir un libro que por cierto ha sido y es muy
leído, tanto aquí como en Hispanoamérica. Han venido desde Méjico, Chile, Argentina a
entrevistarme a raíz del impacto del libro. No sé si es porque allí consumen mucha
Viagra o qué (sonríe). Creo que el boom del Viagra se puede asemejar a la aparición de
la píldora anti-baby en los sesenta, aunque aquí en España se haya tomado a broma.
-No me negará que para escribir todo eso hacen falta dosis de valentía. Primero
lo prueba, luego publica a los cuatro vientos sus experiencias, ¿dónde queda ese orgullo
masculino tan español?
-La Viagra se debe utilizar cuando uno lo necesita. Yo la empleé para hacer el reportaje
y vi que era realmente efectiva, no sentaba mal y encima mejoraba muchas funciones. Ahí
la tengo -señala a la librería que tiene justo detrás-, y alguna vez la tomo.
-Siguiendo con los fármacos. Hace años confesaba en uno de sus libros que
"la verdad es la mejor medicina y no necesita medicinas. Pero en la medida en que soy
mentira, consisto en mis medicinas... Optalidón para escribir, mexaferment para la
digestión, valium o mogadón para dormir...". Hábleme de la influencia de los
fármacos en la creatividad y de su experiencia en este campo.
-Yo he escrito con toda clase de cosas. Con barbitúricos, alcohol, anfetaminas y también
-la mayor parte de los días- sin nada (sobre la mesa tiene una infusión que va tomando
de manera pausada durante la entrevista). Creo que a todos nos ocurre. Hay días que uno
parece que tiene la cabeza estropeada y hay que arreglarla tomándose algo. Ponerse a
escribir con el tiempo casi justo y ver que la cosa no funciona, es algo muy angustioso.
La clave está en encontrar la dosis justa. El peligro es pasarse, entonces es cuando se
escriben bobadas que al día siguiente no sirven para nada.
-Cambiando de tema. En estos momentos de aparente "todo va bien",
¿dónde están los críticos? ¿qué hacen los intelectuales?
-Personalmente me comprometo todos los días. Los intelectuales que escribimos en los
periódicos lo hacemos para aportar algo comprometido. El columnista político es un
intelectual que emplea el periódico para divulgar más sus ideas. Otra cosa es el tema de
la literatura política, ahí sí creo que existen pocas aportaciones. Este invierno se me
ocurrió escribir una novela política sobre el PSOE. Acabo de terminarla y saldrá a
primeros de año. Me ha gustado como ha quedado.
-Metidos ya en terreno político, cuando escribió "La Derechona" ¿en
quién o qué pensaba?
-Hay una Derecha y una Derechona. Digamos que La Derechona es la extrema Derecha,
afortunadamente no violenta. Es un amplio concepto que no se encuadra sólo en un partido,
es más que el PP. Ahí estarían grandes empresarios, poderosos banqueros, una parte de
la Iglesia... toda esa Derecha que siempre se ha creído dueña de España de ahí el
aumentativo de Derechona.
-De niño usted vivió en Valladolid. Salvando la diferencia de edad, si se
hubiese encontrado por aquellas calles al Sr. Aznar ¿hubiesen sido amigos?
-Hombre, de pequeño uno es amigo de casi todo el mundo. Las diferencias políticas no
existen. En la actualidad si coincidimos nos saludamos mutuamente, sin mucha efusividad
pero con corrección.
-Dicen que leer un libro es iniciar una aventura y dejarse en manos de un guía
que te conduce a un lugar por descubrir. ¿Adónde se puede llegar de su mano?
-A muchos sitios. Se puede llegar al ateísmo, al suicidio, al enamoramiento, al
socialismo...
-Me gustaría hacerle algunas preguntas personales.
-También me las puede hacer usted indiscretas.
-Si me dejo llevar de los titulares que acompañan a su persona, de sus respuestas
y comentarios en diferentes medios de comunicación, llegaría ante un Umbral muy distinto
al que tengo ante mí en este momento. ¿Cómo se puede ser tierno y cruel a la vez?
-En la vida social y pública, que es la que recoge por ejemplo la televisión, hay que
defenderse, porque si no le devoran a uno. En cambio escribiendo aquí tranquilamente
puedo expresarme como soy, un buen chico. No tengo a nadie que me acose. Estoy relajado
con mi gata, sin problemas.
-¿Por qué con frecuencia se acude a usted buscando morbo y provocación?
-Está en las leyes del periodismo que ante todo siempre hay que buscar un titular. Eso
hace que en ocasiones se emplee una frase -incluso manipulándola- para darle más fuerza
a una entrevista o una declaración.
-Llega la pregunta obligada. Con esa mente tan prolífica, ¿qué le sirve de
fuente de inspiración?
-No tengo una única fuente de inspiración. Estoy en contacto con políticos,
periodistas, gente con la que cambias opiniones y siempre te informan de algo. Luego
están las distintas noticias que aparecen en los periódicos que siempre presentan cosas
interesantes. Procuro que mi columna no sea algo lineal. Para ello hace falta estar muy
informado y tener grandes dosis de imaginación que permitan hilar lo que está
ocurriendo. En literatura es un proceso más lento.
Estamos terminando la entrevista y se acerca el momento de las fotos. Umbral se
retoca -tiene el pelo alborotado- y la pregunta me la pone en bandeja. ¿Es presumido?
-Muy presumido, de toda la vida. Me gusta cuidarme... pero sin ser homosexual ni
nada -me aclara-, porque parece que todos los hombres que se cuidan son homosexuales....
pues no.
|