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ASTEROIDES
¿PROXIMO IMPACTO?
Texto: Jose M. López
En este último año pocos temas han suscitado tanto
interés en el mundo de la astronomía como el de los asteroides y su posible impacto
sobre la tierra. La liebre saltó el mes de marzo del pasado año, cuando la prensa de
todo el mundo anunciaba que dos asteroides (Ícaro y FX11) podrían chocar contra nosotros
en las próximas décadas. Cálculos posteriores desestimaron al final el peligro de
colisión, pero dejaron más que nunca un montón de preguntas en el aire: ¿qué riesgo
corre la tierra?, ¿es posible que nos pueda caer encima un pedrusco como el que
exterminó a los dinosaurios?, ¿con qué antelación se conoce la llegada de un
asteroide?, ¿se podría hacer algo para evitar un impacto? |
Nuestro Sistema Solar además de contar con los nueve planetas mayores, alberga
una infinidad de objetos más pequeños llamados asteroides, cuyo tamaño oscila desde
unos milímetros hasta cientos de kilómetros de diámetro. Pueden ser de naturaleza
rocosa o metálica y viajan continuamente por el interior del Sistema Solar. A lo largo de
la historia ha sido muy frecuente que un asteroide se cruzara en la trayectoria de un
planeta, y terminara impactando sobre él. En lugares como la Tierra, las huellas de las
colisiones han desaparecido debido al efecto de la erosión, pero en otros como Marte o
nuestra Luna, mantienen sus cráteres perfectamente visibles.
La última gran visita que recibimos en nuestro planeta fue la de un cuerpo que se
estrelló en un bosque de Tunguska (Siberia), el 30 de junio de 1908. Produjo una
explosión equivalente a una bomba de cien megatones, que barrió literalmente los
árboles en un radio de 32 kilómetros.
En realidad no es raro que de vez en cuando caigan pequeños fragmentos del cielo, pero
sí es infrecuente la caída de cuerpos de esta dimensión. Desde Tunguska no hemos vuelto
a tener un impacto de tal magnitud, pero en varias ocasiones se nos han acercado mucho -a
veces demasiado- cuerpos celestes de gran tamaño.
Actualmente, la Unión Astronómica Internacional (UAI) tiene
catalogados 113 grandes asteroides considerados peligrosos de pasar cerca de la Tierra.
Toutatis, Icaro, Amún, Geógrafos, Eros o Swift-Tuttle son algunos de los más conocidos,
pero que según los astrónomos no entrañan un peligro inmediato, ya que sus órbitas se
cruzarán con la Tierra en algunos casos dentro de varios miles de años.
Sin embargo el mayor problema radica en que, según estudios estadísticos, estos
asteroides conocidos representan tan sólo un 10% de los que deben existir en total. Es
decir que de unos 1.000 grandes asteroides que nos están rodeando, no conocemos ni su
posición, ni su trayectoria, ni su tamaño, ni -lo que es más importante- su peligro
potencial para la Tierra.
Ante este evidente problema, ha surgido un interés en la búsqueda de estos objetos a los
que se ha denominado NEOs (Near Earth Objects), por lo que se ha creado un programa de
cartografía del espacio cercano. Dicho programa pretende identificar a todos estos
cuerpos desconocidos, pero se estima que para eso se necesitarán al menos 25 años, y
hasta entonces aún puede haber muchas sorpresas.
En principio los científicos afirman que si algún asteroide fuera a
chocar con la Tierra podría ser detectado con cierta antelación, pero en la realidad se
ha comprobado que no siempre es así. Valga como muestra el asteroide 1989FC, que tuvo un
récord de acercamiento a la tierra (680.000 Km.) el 22 de marzo de 1998, y que fue
detectado dos días después de su paso.
La comunidad científica reconoce la existencia de un peligro real de colisión contra la
tierra. Además, el largo período que hemos tenido sin impactos aumentaría las
probabilidades. Los asteroides conocidos parece que no suponen un riesgo inmediato, pero
sí que hay un peligro con los objetos desconocidos. ¿Producirían daños más o menos
graves o podrían incluso acabar con la vida en la tierra? Todo es posible. Los
astrónomos sólo se aventuran a hablar de probabilidades, pero a estas alturas y en base
a la experiencia, ya nadie se atreve a garantizar la seguridad de nuestro planeta.
En la actualidad se está estudiando el empleo de proyectiles nucleares para desviar la
trayectoria de asteroides. Pero se desconoce qué consecuencias podrían derivarse de su
empleo en el espacio. Si el proyectil no se utilizara correctamente podría incluso
fragmentar el objeto en vez de desviarlo, con lo cual el problema se agravaría aún más.
Esperemos que la novela "El martillo de Dios" del visionario Arthur C. Clarke,
en la que habla del impacto de un asteroide contra la tierra, por esta vez no sea un
presagio. Pero por si acaso, y tal y como han reconocido astrónomos de la UAI y de otros
importantes colectivos, deberíamos estar preparados para todo.
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