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LA CONQUISTA DEL
ANNAPURNA
Texto: Jose M.
López / Fotos: Al Filo de lo Imposible
Hace cincuenta años que el hombre
empezó a pisar las cimas de las montañas más altas del mundo, las cumbres del Himalaya.
Eran tiempos de héroes, de los pioneros Herman Bull, Kurt Diemberger, o Hillary. Hoy han
cambiado mucho las cosas, las grandes expediciones se preparan de un modo muy diferente,
se hacen por otras motivaciones y se lleva material mucho más sofisticado. Aún así hay
un hilo de conexión que ha permanecido y permanecerá invariable para siempre: la
aventura. |
Dentro
de pocos días, y rememorando aquellas primeras gestas, un equipo del programa "Al
Filo de lo Imposible" iniciará una apasionante expedición: la conquista del
Annapurna. La montaña del Himalaya que, dicen, es la más peligrosa de la Tierra.
Esta montaña es el último de los catorce ochomiles del planeta que les queda por
ascender y filmar al equipo de "Al Filo".
En la expedición contarán con la participación de dos escaladores emblemáticos: Juan
Oiarzábal y Maurice Herzog, la primera persona que subió a un ochomil y el primero
también en conquistar el Annapurna hace cincuenta años. El apoyará desde el campamento
base con su experiencia. A Oiarzábal la conquista del Annapurna le convertirá en el
primer español y sexto del mundo que haya escalado los catorce ochomiles. Toda una
confluencia de factores que hacen de esta expedición una de las más apasionantes que se
hayan vivido en nuestro país y que nos adelanta el director de "Al Filo de lo
Imposible", Sebastián Álvaro.
"Subimos por motivaciones
personales, por ver dónde están nuestros límites y sin tener que dar explicaciones a
nadie, pues nuestros triunfos y nuestros fracasos son para nosotros mismos".
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-¿Qué aportará la experiencia de Maurice Herzog a la
expedición?
Sobre todo nos aporta el que es un personaje único. Él es el representante
del alpinismo de posguerra, de un tiempo -a partir del año 45- que se ha llamado la
época dorada del himalayismo. En aquel entonces surgió una generación de alpinistas que
yo creo que han sido los más grandes, y entre ellos el más grande posiblemente haya sido
Maurice Herzog. Es un hombre que subía a la montaña lógicamente con otras motivaciones
distintas a las que se sube ahora mismo. Se subía por el orgullo de la nación, de la
patria, por el orgullo del equipo, y en esa historia se dejó las dos manos y los dos
pies. Es decir, que es un personaje casi de leyenda.
-¿Qué diferencia hay entre aquella primera ascensión de
Herzog al Annapurna y la que vais a hacer ahora?.
Hay muchas variaciones. Han cambiado los materiales y por tanto han cambiado
las condiciones con las que uno se enfrenta a la montaña. Yo creo que ahora vamos más
rápidos, más ligeros, conocemos más del monte al que vamos, y llevamos mejores
materiales, por tanto la aventura -en mi opinión- es ahora menor, diferente a la que
vivió esta gente hace cincuenta años.
También ahora escalamos por otras motivaciones y lo hacemos de forma diferente, que no
quiere decir que lo nuestro sea mejor. La expedición de Herzog representaba una bandera,
una patria, un orgullo nacional. Ahora subimos por motivaciones personales, lo hacemos
porque nos gusta, por ver dónde están nuestros límites y sin tener que dar
explicaciones a nadie, pues nuestros triunfos y nuestros fracasos son para nosotros
mismos.
-Y lo de ir con Juan Oiarzábal, ¿ha sido un matrimonio de
conveniencia?
-Bueno, no. A Juanito le conocemos desde el año 87, y hemos coincidido con
él en muchas expediciones. Ahora se ha dado la casualidad, un poco buscada también por
ambas partes, de ir juntos al Annapurna. El Annapurna es el ochomil con más riesgo de
todos los que existen, y por tanto la gente tiende a dejarlo para lo último. Cuando ya no
te queda nada, tienes que ir al Annapurna por narices. Eso le ha pasado a él y eso nos ha
pasado a nosotros y por eso hemos coincidido.
"La montaña nos da mucho más de
lo que ofrecemos nosotros".
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-¿Por qué se dice que el Annapurna es el pico más
peligroso del mundo?
-Por estadística. Porque el Annapurna lo han ascendido 102 personas, y de esos
53 han perdido la vida. Es decir, la proporción es muy elevada. Es un monte muy
peligroso, hay muchas avalanchas de hielo y muchas grietas en la parte baja. La sensación
cuando estás en el campo base es que el monte se te va a caer encima, y vives con mucho
miedo. También es un monte muy frío, y de mal retroceso. Es decir, que si te pilla mal
tiempo cuando estás por ahí arriba, la bajada necesariamente es muy complicada y lenta.
El conjunto de todo eso, uniéndolo a una cumbre de 8.091 metros hace que sea una montaña
muy peligrosa, una montaña temible.
-¿Es proporcional el sacrificio que pide una montaña en
relación a la plenitud que se experimenta en ella?
-Yo creo que no, que la montaña nos da mucho más de lo que ofrecemos nosotros.
Yo no creo mucho en el concepto de felicidad -o al menos tal como se entiende ahora-; la
vida es una sucesión de cosas en las que uno normalmente se siente insatisfecho, porque
busca, porque nuestros genes nos llevan a estar buscando constantemente. Y en el momento
en el que has encontrado una cosa ya deja de ser buscada, acariciada y deseada, para
ponerte a buscar otra. Y de los pocos momentos que hay en la vida de gozo pleno, uno de
ellos te lo proporciona la montaña.
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