-¿Cómo has conseguido
mimetizarte tanto con Lorca?
-La aproximación a un personaje como Federico García Lorca es el fruto de años
de trabajo. Lorca siempre me ha interesado, como poeta y como persona; yo he pretendido
soñar: imaginar una manera de ser, de moverse, de hablar... y procurar no hacer ese acto
de imaginación especialmente gráfico, para que los espectadores tengan la oportunidad de
soñar también.
-Si Lorca viviese en nuestros días, ¿cómo sería?
-Es difícil de decir, es un personaje de un momento histórico concreto. Hoy en
día sería un anciano venerabilísimo, apartado de los quehaceres de la sociedad. Pero
situándolo a lo largo de la posguerra, el franquismo, o la transición... Federico era
muy contradictorio, no sé en dónde se situaría, en todo caso sería un progresista
amante de la libertad.
-Tú que has trabajado en los tres medios, ¿cómo ves el
panorama actual del teatro, el cine y la televisión?
-El teatro como espectáculo tiene un elemento de irrepetible que no tienen otros
soportes. El teatro siempre ha sido el reflejo de la sociedad y sigue siéndolo para un
público minoritario. Antes era el único espectáculo que existía, pero hoy en día el
reflejo de la sociedad es mucho más el cine. El cine, igual que el teatro, es parte de la
cultura de un país, expresa la manera de ser de un pueblo y además tiene un componente
lúdico y comercial.
-¿Y la televisión?
-Es un elemento de entretenimiento cotidiano, a través del cual es muy difícil
encontrar coordenadas culturales. Las televisiones actuales son todas muy parecidas, se
repiten los formatos, independientemente de la calidad. No encuentro que sea una
televisión de progreso, sino una televisión de acuerdo a los tiempos que vivimos. Y yo
creo que vivimos tiempos de una marcada vulgaridad, por eso la televisión es vulgar.
-Tienes una fuerte conciencia social...
-La misma que tiene cualquier ciudadano, lo que pasa es que como a mí me
preguntan públicamente a lo mejor tiene más relevancia. Pero claro que tengo una
conciencia social, porque vivo en sociedad.
-¿Sigues considerándote marxista?
-Sí... No, bueno, es que las definiciones son más peligrosas que el carajo. Uno
no puede considerarse marxista, ni leninista, ni clintonista... De alguna manera la
filosofía en la cual yo me he inspirado para elaborar mi manera de pensar es el marxismo.
Pero ser marxista no es como ser del Real Madrid; el marxismo no es un club, no es un
partido político, no es una ONG. El marxismo es sobre todo una manera de entender la
lucha de clases.
-¿Piensas votar en las próximas elecciones?
-Depende, hace bastante que no voto, porque ya dije en una ocasión que mientras
hubiera insumisos en las cárceles prescindiría de mi derecho al voto. Creo que sigue
siendo una injusticia.
-Siempre has defendido la insumisión como un cambio
fundamental en la sociedad. ¿Qué te parece la actuación de la OTAN en Kosovo?
-Que es un error, me parece que lo único que está consiguiendo es reforzar el
poder de Milosevic, que es un individuo nefasto, no solamente para Europa sino para el
propio pueblo serbio. La tragedia del pueblo kosovar, como la de muchos otros pueblos, es
una tragedia local en la que hay que entender el conflicto en sí. Desde luego que estoy
en desacuerdo con la actitud del gobierno de Milosevic con la minoría kosovar, pero la
intervención militar de la OTAN no ha hecho sino empeorar las cosas.
-¿Existe una solución?
-El diálogo, aunque parezca tonto, lo mismo que con otros líderes mundiales. Ni
la OTAN ni Estados Unidos intervienen en China, donde se pisotean los derechos humanos
mucho más que en Serbia. Pero enfrentarse con China no es lo mismo, claro.
-Cuéntame tu utopía particular.
-Mi utopía particular es la paz. Un mundo de progreso, de respeto y no
especialmente de tolerancia; parece que ser tolerante es estar dispuesto a todo. No, no,
yo creo que hay cosas que no se pueden tolerar.