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Quizá no producen, pero sí consumen. En Europa, la tercera edad ya se ha definido como un mercado lleno de posibilidades y con un importante poder adquisitivo.


MAYORES.
La nueva generación

El mundo occidental envejece. En Europa una de cada cinco personas tiene más de 65 años. En el siglo XXI llegaremos a la jubilación con mejor salud, más dinero, más cultura, más años por delante y muchas ganas de vivirlos. Será el siglo de los mayores.

Texto: Carolina Fernández

Algo está cambiando. Hay que decir que son minoría, dejémoslo claro desde el principio, pero en ellos se adivinan ya las características de los mayores del próximo siglo. No admiten que la jubilación sea el final de la vida, ni se conforman con quedarse poco a poco al margen de lo que se mueve en la sociedad. Cada año más es una batalla ganada al tiempo que hay que aprovechar para invertir en calidad de vida. Tienen voz y también tienen voto; tinen más información y un nivel cultural notablemente más alto que sus padres, mejor salud, más poder adquisitivo, y una mayor esperanza de vida. A todo eso hay que añadirle el factor clave que marca la diferencia con el resto de la sociedad: tiempo libre, para dedicarlo a lo que mejor les parezca. La combinación de estos factores hará que la tercera edad, o los mayores, como prefieren que se les llame, conquisten el siglo XXI. Conquisten, sí, porque no hay que olvidar que, exceptuando Africa, que seguirá siendo el continente joven por excelencia, el resto del mundo se irá encorvando si se mantienen las bajísimas tasas de natalidad, que condenan a la población a un envejecimiento progresivo. Se calcula que en el año 2.030 el treinta por ciento de la población de los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) superará lo 60 años mientras que a principios de la década de los noventa la cifra era de un 18 por ciento.

El asturiano Chema G. Argüelles, a sus 85 años, no ha dejado de salir a la montaña.

Foto cedida por Chema Argüelles

La población en el mundo occidental envejece irremediablemente. Ya en 1997 nuestro país experimentó un crecimiento demográfico cero, con una tasa anual de crecimiento del -0,1. Y de momento parece que no hay razón para pensar que va a aumentar el número de nacimientos. Así que, aunque parezca un contrasentido en una sociedad en la que el ser joven es un valor en sí mismo, podemos decir que el futuro es de los mayores.

Esto provocará lógicamente cambios en la estructura de la sociedad. Estamos demasiado acostumbrados a ver ancianos paseando en los parques, sentados al sol mientras la actividad se desarrolla a su alrededor, dejándolos al margen del círculo. Lo que espera a la vuelta de la esquina es una revolución que dará nuevas posibilidades a los mayores de construirse una vida plena pasada la barrera psicológica de los 65. Tenderá a desaparecer la imagen del anciano que se echa a un lado del camino para dejar paso y que consume su tiempo en la inactividad. Y ganará puntos otra imagen mucho más dinámica, una imagen que ha asimilado la cultura del ocio, que conoce sus derechos y los exige, que ha asimilado los cambios tecnológicos, que utiliza la información, que se ha integrado totalmente en una sociedad de consumo preparada para atender sus necesidades.

Cerca del 80% vive en casas de su propiedad, de manera que no pagan alquileres, y hace tiempo ya que dejaron atrás las hipotecas. Cada vez manejan más dinero. Una pensión de tipo medio pasa de las 80.000. No despilfarran. Miran antes de gastar y buscan las inversiones de menor riesgo.

Cada vez más sectores miran hacia los mayores con ojos de deseo. Los primeros, los partidos políticos. Hay regiones muy envejecidas, en las que uno de cada tres votantes está jublilado. Seis millones de pensionistas pueden darle la vuelta a unas elecciones, por eso quien se meta en el bolsillo al electorado de la tercera edad tiene terreno ganado. Además, dado que se están revelando como un grupo con un potencial económico hasta ahora infravalorado, están llamando la atención del mercado. Antes estaban encasillados en un papel pasivo: como no producían de alguna manera se daba por hecho que quedaban al margen de la sociedad de consumo.

Hoy en día cinco trabajadores sostienen a un pensionista; se calcula que dentro de diez años entre dos tendrán que hacer el mismo esfuerzo.

Foto: M.A.Oliva

Ahora las grandes empresas se están dando cuenta de que aunque no produzcan, la realidad es que sí consumen. Y mucho. Las agencias de publicidad van por delante y ya han visto el filón.
En España se puede decir además que los mayores son el salvavidas del sector turístico en temporada baja. Durante estos meses, el Imserso oferta plazas para viajes -casi 400.000 este año- que los mayores ocupan con avidez.

Otros se niegan a detenerse, y después de abandonar el mercado laboral deciden buscar la manera de seguir siendo útiles a la sociedad. Sólo es cuestión de encontrar la fórmula adecuada. Cada vez son más los jubilados que se integran en una ONG. En España, apróximadamente 120.000, un número cualitativamente importante, ya que refleja un movimiento creciente hacia el campo de la solidaridad que previsiblemente se consolidará en el próximo siglo.

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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