Mientras tanto, mientras que el ser humano
descubre su verdadera identidad, su verdadera naturaleza, y con ella la de su Padre, la de
su Dios Creador, la existencia transcurre sometida a la dualidad, a los vaivenes de los
pares de opuestos, a las consecuencias de la Ley de Causa y Efecto que hace que el hombre
sufra constantemente los efectos de aquello que él mismo provoca.
Pero la salida de este círculo vicioso tiene sus sendas trazadas, sus
puertas abiertas, sólo hay que conocerlas y luego, con decisión, recorrerlas.
Y estas sendas, estos caminos de desarrollo espiritual, en realidad no
son nada nuevo, nada que no haya sido ya establecido en la memoria del tiempo y que,
incluso, haya servido de soporte a los antepasados de todas las razas para mantener vivo e
intocable el espíritu, la esencia de lo que eran y de lo que querían ser.
Así, existen cuatro palabras que canalizan cuatro energías
fundamentales para el desarrollo espiritual y evolutivo del hombre.
Estas son el Honor, la Lealtad, lo Sagrado y la Dignidad.
Aquel que porte las cuatro, aquel que maneje conscientemente las cuatro
energías, aquel que las domine y las controle, se habrá convertido en un Hombre Nuevo,
en un exponente de la nueva raza cósmica que tiene que nacer y levantarse sobre la
purificación y síntesis de la humanidad.
Pero, además, las cuatro palabras, las cuatro energías, conforman los
cuatro puntos cardinales de la espada de poder y de justicia, símbolo eterno que es
entregado a aquellos que son reconocidos por su valor.
La primera palabra, el Honor, tiene que ver con la relación con uno
mismo, con el reconocimiento de la propia naturaleza divina que mora en nuestro interior y
con la consiguiente negación de todo aquello que nos separe de nosotros mismos.
Vivir con honor es recorrer el interminable camino que nos conduce al
encuentro de nosotros mismos, sin mirar hacia atrás, sin detenerse, sin dudar ante las
múltiples barreras que existen y que son sólo sombras ante el poder que existe en cada
uno y que será la recompensa del caminante.
La segunda palabra, Lealtad, nos vincula a los demás, a la relación
que mantenemos con los demás. Su energía nos transmite la perfecta unidad, la
comprensión de que todos somos uno, partes vinculadas, integradas en la Red y
dependientes las unas de las otras. Vivir con Lealtad es reconocer la naturaleza divina de
los demás y colaborar para que cada uno la reconozca. Vivir con Lealtad es respetar la
vida que te rodea y ser uno con todo y con todos.
La tercera palabra, Sagrado, nos conecta con el origen de todas las
cosas, con el Origen de la vida, con el principio y con el fin de la idea del Uno, del
Creador.
Es Sagrado todo aquello que existe más allá del tiempo, que permanece
inalterable e inmutable, que nos transmite el legado de los antepasados.
Vivir bajo la energía de lo sagrado implica respetar los valores, los
principios originales, que sustentaron a la humanidad desde sus orígenes, valores que se
han perdido y que sólo si se recuperan puede la humanidad salir de su confusión y mirar
hacia el futuro con esperanza.
Por último, la cuarta palabra, Dignidad, tiene que ver con la vida en
expresión, con la forma de vida que se reconoce sagrada, que se apoya en el honor y que
es leal a los demás.
La Dignidad sólo existe cuando las otras tres están vivas. Representa
la síntesis de las demás, el canal por donde las tres primeras tienen su expresión.
No se puede vivir con Dignidad sin Honor, sin Lealtad y sin el
Reconocimiento de la naturaleza Sagrada de la vida.
Así, las cuatro palabras, las cuatro energías, se funden y crean la
Espada. Y la Espada es el arma por excelencia del Guerrero, de aquel que es reconocido
más allá de los planos de las sombras, de la oscuridad, allí donde la Luz y el Poder
son la base de la existencia, una existencia basada en la verdad, la verdad del Uno que
transmite la visión real de todas las cosas.
Y el hombre se elevará por encima de su condición actual cuando
incorpore a su vida las cuatro energías, las cuatro palabras, que le liberen de sus
cadenas, de su prisión, y le conviertan en un hombre nuevo, fiel imagen de lo que el Uno
soñó, exponente de una nueva raza de guerreros que extenderá su victoria por el cosmos
y contagiará a los mundos con su libertad.
Porque, al final, la libertad es la consecuencia de todo el proceso,
una libertad jamás soñada, una libertad prometida y anunciada por todos aquellos que
vinieron a transmitir al hombre la verdad sobre el porqué y para qué de su existencia. ?