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EDITORIAL
TENTACION
Dicen que la serpiente tentó a Eva y la sedujo, y que ésta
convencida arrastró a Adán hacia el pecado que consistía en querer ser como Dios.
Y dicen que ese fue el principio de todos nuestros males, que la humanidad sufre las
consecuencias eternas de ese primer y grave pecado y que la mujer, descendiente de Eva,
quedó marcada de por vida.
Y quienes dicen eso son hombres, hombres e ignorantes.
Porque si algo se puede asociar realmente con el mal y la oscuridad es la ignorancia del
hombre desde sus principios, la ignorancia que condujo y conduce a fanatismos, a
extremismos, a temores infundados, a guerras santas, a excusas para dar salida a tanto
odio y tanta maldad acumulada.
Porque parece como si el hombre necesitara una justificación para odiar, para matar, para
destruir, y la encontró inventándose el primer pecado y acusando de paso a la mujer, su
eterna compañera.
Y con todo ello la tentación quedó también relegada a la condición de infame, de
diabólica, cuando en realidad fue y sigue siendo la puerta de entrada, el medio por el
cual el hombre puede liberarse de su auténtica prisión, que no es otra que la
ignorancia, el desconocimiento, la falta de visión.
El paraíso, aquel paraíso y todos los paraísos, son trampas mortales para lo más
valioso que el hombre posee en su interior, la mente, y con ella la inteligencia y la
capacidad de discernir, de elegir, de sopesar, de aventurarse, de arriesgarse, de conocer,
de discrepar y, sobre todo, de crear.
El prototipo humano del paraíso, algo que las Iglesias añoran y sueñan con recuperar,
es una especie de zombi sometido a un "dios" extraño que sólo desea que sus
criaturas sean felices, palabra también extraña que nunca nadie consiguió definir del
todo, pero que tiene mucho que ver con la estupidez.
Pero la tentación, que no fue otra cosa que plantearle al hombre las infinitas
posibilidades que tenía por delante, tuvo que ser hecha a la mujer, al polo negativo, a
la madre de la humanidad, porque sólo ella era capaz de responder afirmativamente al reto
de la evolución, de la conquista de lo "imposible", y abrir así para todos sus
descendientes la puerta de entrada a una nueva existencia, existencia que tendría como
objetivo final la conquista de la Mente y, con ella, que el hombre se llegara a convertir
en un Dios Creador.
Y desde entonces la tentación va asociada a la figura de la mujer, siendo ambas
condenadas por los enemigos de la libertad y del progreso, aunque, sin embargo, nunca han
podido controlarlas o dominarlas del todo.
Por ello, la auténtica tentación nos ofrece nuevas experiencias, riesgos, aventuras,
caminos duales donde el bien y el mal muestran sus mejores armas, posibilidades infinitas
rodeadas de toda clase de peligros.
Por ello, desde siempre, la humanidad se divide en dos grandes tendencias, los que
prefieren la seguridad, lo establecido, lo invariable, y los que buscan el riesgo, la
aventura, lo imprevisible.
Los primeros rechazan la tentación y piden a su Dios que les ayude a no caer en ella. Los
segundos no sabrían vivir sin ella, la necesitan, la buscan, porque conocen lo que hay
detrás, porque han probado el "fruto prohibido" y ya saben que lejos de
conducirles a ningún "infierno", más bien les eleva hacia otros estados de
conciencia, hacia otros mundos increibles y abiertos para su conquista.
Y es gracias a estos últimos que la humanidad ha ido progresando y evolucionando, a pesar
de que la resistencia de los primeros ha sido y es muy poderosa y ha exigido siempre
innumerables víctimas que con el precio de su sangre derramada han abierto las puertas al
progreso.
Cuando Eva dijo sí a la serpiente comenzó a escribirse la verdadera historia de la
humanidad.
Cuando cada ser humano diga sí a la tentación comenzará a recorrer el verdadero camino
hacia sí mismo y hacia la verdad absoluta, hacia la razón de ser de este planeta y del
hombre.
Porque la verdadera tentación es la que llega a dentro de cada ser y le coloca ante la
disyuntiva de dar un giro total a su existencia, renovando sus valores, cambiando su vida,
abriendo nuevos caminos y descubriendo nuevas posibilidades.
Pero la tentación sólo exige un requisito a quien quiera cogerse de su mano: SER
VALIENTE. |
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