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PAN PARA TODOS.
SUPERPOBLACION

TEXTO: MARILÓ HIDALGO


Foto: © REMCO BOHLE. MSF

 

Cuenta hasta diez... En este corto intervalo de tiempo han aparecido sobre el suelo de este planeta, veintisiete seres humanos más, 250.000 al día que compartirán con nosotros tierra, alimentos y agua. O por lo menos lo intentarán, ya que el 98% de estos niños nacen prisioneros en países del Tercer Mundo. Religión, sociedades patriarcales e intereses políticos y económicos han mantenido a lo largo de la historia posturas contrarias al descenso en las tasas de natalidad y han estrechado el cerco en torno a la mujer. ¿Por qué?

Cada vez somos más. En la actualidad hay cerca de seis mil millones de personas sobre la tierra y cada año se pueden sumar 95 millones más. La ONU calcula que en el año 2.050 habrá entre 7.700 y 11.200 millones de personas en el mundo. A pesar de ello podemos estar de enhorabuena, ya que los dramáticos cálculos de Tomas Malthus hace doscientos años que predecían una catástrofe demográfica -"La capacidad de crecimiento de la población es infinitamente mayor que la capacidad de la tierra para producir alimentos"-, de momento no se ha cumplido. No obstante, son cifras que están ahí y que sobrevuelan nuestras cabezas recordándonos que esas probabilidades están presentes.
Los hechos demuestran que dar de comer a tantas bocas está provocando un fuerte deterioro medioambiental que deja especial huella en los países del Tercer Mundo. Allí la pérdida de los bosques y especies, la contaminación de lagos, ríos y océanos, la acumulación de gases invernadero y destrucción de la capa de ozono preservadora de la vida terrestre, son consecuencias derivadas de la política llevada a cabo por aquellos gobiernos. La pobreza les ha conducido a una sobreexplotación de los recursos naturales en un intento fallido por pagar su deuda externa. Al final, los pobres han vendido o alquilado sus mejores tierras a los ricos por no poder atenderlas, y ellos se han tenido que ir a los bosques, a degradar suelos para poder alimentar a sus familias. Nos hallamos ante una espiral descendente donde la pobreza contribuye directamente a un crecimiento de población: Se necesitan hijos para trabajar en el campo, llevar dinero a casa y asegurar en cierta forma el sustento en la vejez.

El agotamiento de los acuíferos, la escasez de alimentos y la deforestación están empezando a afectar a las perspectivas económicas mundiales.

La escasez de alimentos, agotamiento de los acuíferos, de las pesquerías y la deforestación están empezando a afectar a las perspectivas económicas mundiales, pero más que por la cantidad -a juzgar por los hechos- nos atreveríamos a decir que por la distribución, por el desigual reparto que permite que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres más pobres. Sólo EE.UU. consume la mitad de los recursos no renovables del planeta y su población sólo supone el 5% de la población mundial. En 1982 en el Reino Unido, se gastaron más de 235 millones de dólares en ayudas para adelgazar, mientras que se donaron 50 millones para el Tercer Mundo. Siguiendo con las incongruencias, un porcentaje muy elevado de la población china actual es obesa debido a una sobrealimentación, y se han triplicado los casos de diabetes y cáncer debido a un consumo excesivo de grasas animales como parte de la dieta diaria. Estos datos apoyan sin duda la afirmación que realizó en 1992 el Fondo de Población de Naciones Unidas que aseguraba que "existen suficientes recursos para acabar con la pobreza, alcanzar un desarrollo social y económico significativo para la mayor parte de la población mundial, proteger el medio ambiente y conservar al mismo tiempo las comodidades y ventajas que ha aportado la tecnología moderna". Tenemos conocimiento, recursos, medios tecnológicos, sólo resta combinarlo todo para sentar los cimientos de un desarrollo humano sostenible -satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones-. Dicho de otra forma, mantener una correcta relación con la Tierra ya que de ella se extrae casi el 90% de los alimentos que ingerimos. Aunque si analizamos los resultados de la última Cumbre del Clima vemos que nos encontramos ante una cuestión que exige compromisos esencialmente políticos que sin duda reflejen un cambio de valores y como quedó patente, muy pocos gobiernos están dispuestos a variar sus líneas de actuación.  

La Iglesia Católica reniega del preservativo. Juan Pablo II se atrevió a decirlo en Africa, continente asolado por el Sida que sigue manteniendo la tasa de natalidad más alta del mundo.

No es cuestión de números. El problema como hemos visto, no radica en el número de habitantes del planeta, sino en la opción que pueda tener cada uno en función de sus creencias y sus principios a elegir lo que quiere y cómo lo quiere. "Nos preocupa que se interprete la cantidad de población como un factor principal y aislado que incide de manera única en otros aspectos fundamentales como el medio ambiente, la disponibilidad de recursos naturales, y, a la larga, en las posibilidades de lograr un desarrollo humano sostenible", afirma Eva Martínez, directora del programa Mujeres y Desarrollo de IEPALA(*). "Nos preocupa -continúa- que la cantidad de población sea vista como una limitación al reparto de riqueza cuando, en realidad, es una consecuencia de esto mismo y de la falta de acceso a la información, a educación, a políticas y a servicios adecuados y al disfrute de derechos fundamentales. Pensamos que si la población sigue incrementándose al ritmo actual, la situación se tornará insostenible. Pero nos preocupa bastante más el tipo de medidas que se puedan tomar al respecto, sin tener en cuenta las opciones personales y las situaciones individuales de las personas". La realidad constatada por distintas ong's que se encuentran trabajando en diferentes países en vías de desarrollo muestra que "las parejas del Tercer Mundo -afirma Infomundi de Medicus Mundi- no son libres para elegir cuántos hijos quieren tener, bien porque son sometidas, de manera forzosa, a diversas prácticas para controlar su fertilidad o porque, simplemente, no tienen acceso efectivo a los distintos métodos de planificación familiar existentes". Martin Sagreda asegura que para resolver el problema de población haría falta situar la energía y la actividad sexual como algo natural y no como algo exclusivamente reproductivo. El autor está convencido de que la sexofobia es la raíz de todos los problemas y que en medio de todo ello se encuentra la mujer, la culpable históricamente desde "Adán y Eva" -condenada a ser mero depósito- y una de las claves a la hora de poner en marcha soluciones a este problema, por ello es tan perseguida por fundamentalismos y religiones puritanas. La educación y la mujer son dos aspectos básicos a la hora de hablar de control de la fecundidad. En Brasil por ejemplo, las mujeres sin estudios tienen una media de seis hijos; las que poseen educación sólo tienen una media de dos. Cuanto mayor sea el nivel de educación que tengan las mujeres, más opciones van a tener tanto laborales como a la hora de plantear sus relaciones y decidir lo que quieren o no hacer ¿El problema? Pues que generalmente no elige, sino que se encuentra involucrada en situaciones donde el contexto social y otros son los que deciden por ellas -especialmente en países en vías de desarrollo-. "Los fundamentalismos -afirma Diana Sojo- son los que están generando dificultades al desarrollo de la mujer.

Mientras tres cuartas partes de la humanidad mueren de hambre, aumentan en los países desarrollados los problemas por sobrealimentación.

Está por ejemplo el caso de Afganistán donde las mujeres fueron sacadas de los colegios y obligadas a circular con el burka que las aísla absolutamente del mundo. Hay que luchar contra los fundamentalismos -del signo que sean- que no dejan opciones a los individuos". Muchos gobiernos incentivan de mil formas a la población para llevar a cabo de manera voluntaria la esterilización: es gratuita, quienes se someten a ella tienen derecho a percibir sueldo correspondiente a una semana mientras se recuperan de la intervención, pueden incluso acceder al cobro de los gastos derivados de su viaje al lugar donde se realiza, etc. Algunas organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional, han denunciado que bajo las políticas de planificación familiar ciertas dictaduras esconden en realidad planes masivos de esterilización para acabar con la resistencia étnica de parte de la población de sus países. El analista portugués Joaquim Trigo de Negreiros pregunta "¿Cuál es la manera más eficaz de impedir que un pueblo exija su derecho a la libertad? Exterminándolo. ¿Cómo se puede exterminar a un pueblo? Combinando programas de control forzado de natalidad con transmigración en masa". Se nota que estamos tocando el punto más importante que ha estado presente en la batalla de los tiempos, de la libertad y de los derechos humanos. Este punto es donde coinciden -como quedó patente en la Conferencia de El Cairo (1994)- Vaticano, fundamentalismos musulmanes, derechas tradicionales y algún heredero de la izquierda marxista que hizo famosa aquella frase de "proporcionar hijos para la revolución". Frase que antes tuvo sus variantes en Mahoma o Platón con eso de "dar más almas a Dios", frase también acuñada por la propia Iglesia con la idea de "aumentar el número de católicos respecto a los demás". Lo resume perfectamente el cardenal Leclercq: "Casi todas las familias numerosas son católicas, y este excedente de natalidad es una brillante revancha de la verdad divina sobre las fuerzas destructoras del error" (recoge Sagreda en su libro "Sexo, población y política"). Estamos hablando de los intentos de controlar la vida desde el poder y de la oposición de estos sistemas a la planificación y la reducción de la tasa demográfica. Y también estamos hablando de los derechos de la mujer y el derecho a asumir el control de su vida.

Existen recursos y medios tecnológicos suficientes para mantener a toda la población mundial. Sólo es cuestión de repartir equitativamente.

La iglesia y los fundamentalismos. EL papa Juan Pablo II fue duramente criticado cuando en 1993 decidió viajar hasta Africa, continente que tiene la mayor tasa de natalidad y también de Sida del mundo- para exigir la no utilización de preservativo. Ese hecho fue en su día calificado por el propio Parlamento Europeo como "un auténtico genocidio, un crimen contra la humanidad". El diario Times (25-10-93) recogía en sus páginas "El que el Papa Juan Pablo II atraviese el planeta predicando contra el 'pecado' del control natal en estos días de desencadenado crecimiento poblacional, hambrunas y recursos cada vez más escasos, es algo más que inconsciencia o irresponsabilidad. Es una maldad". "No es de extrañar, afirma Sagreda, que se hayan levantado muchas voces dentro de la misma Iglesia contra esa morbosa obsesión, tan contraproducente, como vemos, respecto a los pecados del 'sexo', mientras que se pasan por alto o incluso bendicen acciones que atentan directa y masivamente contra la vida, como las guerras coloniales". Las ong's tienen mucho que decir al respecto porque se encuentran trabajando en estos países con problemas llevando a cabo una labor asistencial directa. Eva Martínez, de IEPALA, cree que "el papel de las iglesias en este proceso -especialmente la Iglesia Católica- ha sido fundamental por varios motivos. Por una parte, ha transmitido un modelo social y moral basado en los designios divinos (por decirlo de alguna manera), que ha motivado la pérdida de la potestad individual sobre la propia vida y la reproducción. Así, en muchos grupos sociales se entiende que cada pareja (o cada mujer) tiene los hijos que Dios le manda o le da, ignorando que cada persona puede decidir sobre su futuro, el número de hijos e hijas que quiere tener y cuándo quiere tenerlos.

La ONU calcula que en el año 2050 habrá entre 7700 y 11200 millones de personas en el mundo.

No deja de ser curiosa esa regresión que parece haber sufrido la mujer en la historia -fenómeno muy estudiado y motivo de mucha literatura-, donde pasó de ser casi un símbolo en muchas civilizaciones donde era respetada y valorada; al papel actual de opresión y esclavitud impuesto en la mayoría de las religiones y creencias.

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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