-Has sido periodista antes que
poeta ¿no?.
-Siempre me gustó mucho, aunque lo ejercía poco. Lo inicié por azar. Yo saqué el
carnet de prensa para hacer del periodismo una profesión, pero las cosas no salieron como
yo pensaba. Cuando me decidí a publicar mi poesía, tuve que tomar una decisión y
buscarme un medio de vida que el periodismo no me estaba proporcionando. Entonces decidí
usar mi título de Derecho para hacer unas oposiciones, así me gané la vida muchos años
y me permitió seguir escribiendo poesía. La experiencia periodística fue muy
enriquecedora y me dio seguridad, las cosas que yo escribía se publicaban, se leían y
tenían aceptación, no eran elucubraciones mías.
-¿Qué es lo que más te apasionaba del periodismo?
-El reportaje y la entrevista, algo muy relacionado con el periodismo puro, y
que son las dos cosas que yo hacía con más gusto.
-Entre prosa y poesía ¿se han roto las fronteras?
-No, yo creo que no. Se rompieron el siglo pasado con los llamados poemas de
prosa. El romanticismo supuso una ruptura de normas y de mezcla de formas, pero siempre
hay una misteriosa frontera entre la poesía y la prosa.
-¿En tu poesía está implícito el compromiso ?
-Sí, yo siempre defendí el compromiso del artista. No debe ser el
compromiso que uno adopta frente a una ideología o frente a un partido. Es el compromiso
frente a uno mismo, a su propia visión y percepción de las cosas, tomado no como algo
que viene de afuera, sino lo que es cada uno y con las cosas en las que cada uno cree
-Música y poesía, ¿son buenas compañeras?
-Claro que sí. La canción no es más que un poema con música. Si a una
poesía le quitamos los sonidos, se quedan en mucho menos las ideas, y el poema expresa o
pierde toda su relevancia y toda su fuerza.
-Con los adelantos informáticos y de comunicación, ¿no
crees que se lee cada vez menos?
-No, no se lee menos. Yo creo que cada día se lee más. La poesía es un
género minoritario que exige más esfuerzo por parte del lector, una cierta
especialización. La poesía se lee ahora más que nunca, aunque comparativamente mucho
menos que la novela, o incluso menos que el ensayo, pero eso ha ocurrido y ocurrirá
siempre.
-¿Crees que la poesía tiene futuro?
-La poesía tiene futuro y no se va a morir como algunos temen. Yo creo que
siempre sirve para algo, incluso la poesía que sólo busca la belleza, porque la belleza
nos hace felices.
-¿Hay buena madera de poetas en Asturias?
-En Asturias en general y en Oviedo en concreto, hay muchos y muy buenos
poetas jóvenes. Cuando yo era joven no había nadie, absolutamente nadie, y ahora hay un
plantel de poetas que tienen materia para ser considerados a escala nacional. Eso me
parece muy esperanzador y yo creo que están haciéndolo muy bien.
-De todos tus trabajos ¿cuál es el más entrañable para
ti?
-Quizás mi primer libro, justamente por esa ilusión de publicar un libro.
-¿Qué supuso para ti el haber sido galardonado en los
Premios Príncipe de Asturias?
-Es un honor evidente. Es una distinción muy importante que da satisfacción
y alegría, pero siempre con la consciencia de que ese premio lo podrían llevar otros con
los mismos motivos que yo.
-Llama la atención la ironía con la que escribes a veces.
-En los años en los que yo comenzaba a escribir, la ironía era un medio de
burlar la censura, porque es decir las cosas sin decirlas. La ironía es una manera de ver
la ambigüedad de la realidad del mundo.
-Te tocó vivir la Guerra Civil española, ¿Influyó en tu
manera de escribir y sentir la poesía?
-La Guerra Civil configuró mucho mi manera de ser, fue una experiencia muy
dura, dolorosa y honda. Yo esa experiencia la viví en la infancia y en la adolescencia,
la guerra y la posguerra y, naturalmente me marcó. Marcó mi manera de ver las cosas, mi
manera de ser, y fue una experiencia decisiva y por lo tanto, con una repercusión
evidente en lo que yo escribo.
-Tu madre era creyente, tu padre laico. ¿Cómo forjaron tu
carácter laico?
-Mi madre era muy religiosa, con un componente de humanismo cristiano muy
importante. Yo a mi padre no lo conocí, murió cuando yo tenía 18 meses, pero mi madre
me transmitió la personalidad de mi padre, destacando siempre de él sus valores
humanistas. Puedo ser muy anticlerical, pero también soy respetuoso con la gente que
tiene unas creencias. Yo comprendo que la idea de Dios es muy consoladora. Lamento no
poder aferrarme a ella. Verdaderamente la figura esa del Dios protector y bondadoso que me
enseñaron de niño sería maravilloso que existiera, pero no creo que exista, porque no
aparece por ninguna parte ese señor.
-La experiencia de la vida te ha curtido para que no te
agarres a nada, ni siquiera a la idea de Dios...
-La idea de Dios hace mucho tiempo que la abandoné, para mí está
descartada. Yo quiero mantener todavía una esperanza y una fe en el propio ser humano. A
pesar de todos los desastres creo que nos vamos perfeccionando un poquito. Falta mucho
para conseguir el ideal de conducta humana positiva y humanitaria, y estamos muy lejos de
llegar a una meta satisfactoria, pero sí se ha avanzado mucho. Hay que tener esperanza
dentro de la visión necesariamente pesimista que uno tiene de las cosas que están
sucediendo en el mundo. Tal vez haya un progreso como yo alguna vez creí en la historia
y, digo creí porque dejé de creer. Ahora quizá vuelva a considerar la posibilidad de
que haya un progreso efectivo.
-¿Sueñas?
-Los sueños forman parte de la realidad y de los proyectos.