Es difícil colgarle una etiqueta. Su sensibilidad y
sinceridad consiguen llegar al corazón y la mente de un público que espera su carta
del día y su personal crónica de la actualidad. Sabe descubrir las miserias
cotidianas, darles la vuelta y exponerlas para sugerir con ello una reflexión o una
crítica. El periodista Fernando Onega, gallego para más señas, ha elegido -como decía
Séneca- el camino de los inteligentes: la ironía.
"Daría una mano por no
perder nunca la dignidad... pero ¿quién sabe?..."
"Mis cartas son un comentario principalmente social,
que quiere romper con esa forma aséptica de comentar las cosas"
"La medición de audiencias es terrible porque puede
llegar a prostituir el trabajo informativo en una televisión"
"Creo que todo el mundo tiene su parte de razón, hasta
Mario Conde, Barrionuevo, Vera o el criminal de ETA. A los criminales no se les puede
justificar nunca, pero yo no soy de los que llamarían "hijo de puta" a un
asesino"
|
|
Ya ha transcurrido la mayor parte del día. Los noticiarios de las distintas
cadenas de televisión han recogido las imágenes, los testimonios, los comentarios de
todo aquello que ha llamado la atención durante la jornada. Cuando algunos se han ido ya
a descansar después de un duro día de trabajo, otros han optado por pegar la última
ojeada al día -informativamente hablando- y acostarse con un buen sabor de boca. Son más
de las doce de la noche, sintonizamos Antena-3 y aparece al otro lado Fernando Onega,
dispuesto a asumir el reto. Buenas noches... -No
parece muy fácil, Fernando, ponerse frente a una cámara a esas horas de la madrugada
para hacer un resumen del día cuando ya se ha dicho prácticamente todo.
-Mira, cada día tiene su significado, la cuestión está en encontrarlo y
transformar todo eso en una crónica del día diferente. Unas veces me sale más divertida
que otras, depende de mi estado de ánimo, de los testimonios y de que las imágenes se
presten o no a esa interpretación irónica. Por otro lado en lo referente al diseño, la
verdad es que lo realizo de una forma muy elemental, casi me atrevería a decir que
"de aldea". Veo la televisión durante todo el día, me quedo con aquellas
imágenes que merecen la pena ver, con testimonios importantes y luego trato de unificar
todo apoyándome por supuesto en los hechos pero también en mi ironía gallega, mi mala
leche de Lugo y jugando -en la medida de lo posible- con la actualidad.
Es un periodista incombustible que tiene mucho que decir y además
sabe cómo hacerlo. ¿De qué forma?, a través de esa ironía de la que habla: su arma
secreta. Esa ironía culta que rompe con el monopolio de la opinión estereotipada. Esa
ironía que sólo se puede practicar cuando sale de dentro y aporta argumentos
innovadores, despierta ideas, sentimientos, argumentos novedosos que rompen la inercia
social.
-¿Cómo lo consigues?
-Sé que me vas a llamar gallego (ríe)... Depende... cuando me sale, sale... cuando
no... Hay temas sobre los que me es imposible ironizar. Tengo mucho respeto a los
dirigentes de este país, a los partidos políticos, entiendo que trabajan seriamente
aunque no siempre les salgan bien las cosas.
Siempre se ha sentido atraído por los proyectos innovadores. A
principios de los noventa, aceptó el reto de dirigir aquella radio joven que nacía con
nuevas ideas dispuesta a comerse el mundo y romper el monopolio establecido entre Cadena
Ser y Cope. Era Onda Cero. Y aunque estuvo poco tiempo en el cargo, introdujo todo aquello
que se le ocurrió para crear una fórmula diferente. Hoy ha conseguido que su informativo
rompa con la rigidez típica de un noticiario.
-¿Qué porcentaje tiene esto de creatividad?
-Supongo que un pequeño porcentaje. Entre nosotros... viendo mi trabajo y
comparándolo con el de otros directores o editores de otros informativos, presumo de ser
bastante más creativo que muchos de ellos juntos. Pero ojo, cuando hablamos de
creatividad estamos hablando siempre sobre hechos ocurridos, declaraciones producidas o
imágenes vistas. Yo no puedo aspirar a esas horas de la noche a ofrecer imágenes nuevas,
salvo alguna excepción de última hora.
-¿Qué echas de menos en el trabajo que actualmente
realizas?
-Echo de menos el que me programen media hora antes, sólo media hora antes.
Y si tuviera que hacer una petición a la empresa sería que alguien me ayudara a escribir
en los días bajos... cuando no te llega la inspiración y tienes que acudir a la cita.
-A lo largo de tu carrera periodística, ¿qué ha sido y ha
supuesto la dignidad para ti?
-Es algo que llevamos todos dentro y que es difícil de administrar. Depende
de la fortaleza de las intenciones y del momento personal que atraviese cada uno. He visto
casos de personas muy dignas que han perdido la dignidad, y he entendido que la perdieran.
En mi caso, creo que daría una mano para no perderla nunca, pero quién sabe...
-En esta nueva temporada hemos asistido como nunca a lo que
se ha dado en llamar la "batalla de los informativos". Todas las cadenas de
televisión han realizado apuestas millonarias para ganar audiencia. Se nota que estamos
en un año de gran peso político donde la televisión juega un importante papel. ¿En
qué influye la guerra de audiencias a la hora de elaborar un informativo?
-La audiencia es importante. A mí personalmente, cuando viene bien me da
ánimos y cuando viene mal me deprime. La medición de audiencias es terrible porque puede
llegar a prostituir el trabajo informativo en una televisión. Si la audiencia se
convierte en una obsesión y en el único objetivo de un profesional, acabarás ofreciendo
al espectador sólo aquello que él quiere. Buscarás el éxito seguro y al final habrás
prescindido por completo de lo que acabamos de hablar: la dignidad.
-Hoy por ejemplo... ¿qué tienes en la parrilla de salida?
-Circula por ahí una encuesta de una conocida marca de preservativos que señala lo
poco y mal que hacemos el amor los españoles. Cuando se acabe el día estoy convencido de
que después de la noticia de la jornada, esta será la noticia más difundida. ¿Por
qué? Porque cuando cuentas esto la gente pega el oído y se acerca al televisor. Que esto
pueda llegar a ser más importante que la disminución de déficit público o la subida de
la Bolsa que afecta a tres o cuatro millones de personas... es discutible. Sin embargo,
estos temas no interesan a nadie y la forma de hacer el amor les interesa, nos interesa, a
casi todos. Este precisamente es el peligro. Si mañana un periódico dedica una de sus
cuarenta y ocho páginas al tema, no pasa nada. Pero si de un informativo de treinta
minutos, le das dos -entre presentación y vídeo- a la famosa encuesta, le estás
concediendo un porcentaje altísimo. Mientras, la radio lo lleva cubriendo todo el día...
Así son las cosas...
-Supongo que por la misma razón se ha hablado más de la
vida sexual de Clinton -a raíz del caso Lewinski- que de su falta de honestidad
política...
-Sobre ello se han escrito cosas muy ingeniosas: "Si sólo hubiera
mentido Clinton en el caso Lewinski... lo malo es todo lo que miente en cuestiones de
seguridad que afectan a seis mil millones de almas en todo el mundo". Lo peor es que
esas mentiras no las conocemos o son muy difíciles de demostrar, no hay ninguna mancha en
ningún vestido. Además, venden mucho menos.
-Tienes un estilo muy peculiar de comunicarte con los demás
y transmitir tus opiniones. A través de tus cartas has sabido llegar a la gente, a las
conciencias... ¿Qué intentas transmitir con ellas?
-Son un comentario, la mayor parte de las veces social, con forma de carta
que quiere romper con esa forma aséptica de comentar las cosas. En vez de decir
"señoras y señores, hoy se ha aprobado o no -como de hecho ha sucedido-, la Ley del
Aborto", yo me pongo en el lugar del diputado que tiene que votar o en el lugar de
esa mujer con problemas que está esperando la legalización y le dedico la carta... Al
final digo lo mismo pero de una forma directa, personalizada, íntima y creo que con más
eficacia que el comentario frío y aséptico.
-Es cierto. Si me preguntan qué es lo que más me llama la
atención de tus cartas, diría que la sensibilidad a la hora de abordar los temas.
-Sí, supongo que sí, y precisamente ahora donde lo que más se lleva es
destrozar honras y famas con impunidad absoluta. En este sentido tengo una pequeña
historia que me ocurrió hace años cuando empezaba en la radio. Recibí una carta de un
ciudadano cualquiera -no recuerdo su nombre-, donde me hacía sólo una pregunta: ¿se da
usted cuenta de que es el dueño del micrófono y que la persona a la que usted ha
atacado, no tiene posibilidad de defensa? Aquello fue un testimonio pequeño pero que no
olvidaré nunca. Creo que todo el mundo tiene su parte de razón, hasta Mario Conde, José
Barrionuevo, Rafael Vera o el criminal de ETA. A los criminales no se les puede justificar
nunca, pero yo no soy de los que llamarían "hijo de puta" a un asesino. Entre
otras cosas por eso que dice la gente de que su madre no tiene ninguna culpa. Ese es el
pequeño matiz que existe entre la carroña e intentar entender al contrario. Seguro que
no le daría nunca la libertad, ni le perdonaría... pero nunca le llamaría "hijo de
puta".
-Dice un proverbio que es bueno tener cierto grado de
locura. ¿Cuál es la tuya?
-Ya que estamos con porcentajes, supongo que un 80% Pero todos los locos nos creemos
cuerdos, los locos siempre son los demás...
-Me refiero a esos grados de locura que a veces nos
permitimos, sabiendo que son precisamente eso, locuras.
-De esas locuras hago muy pocas. Soy una persona bastante reflexiva y desde
luego indecisa, quizá por ello al final acabas cometiendo menos locuras y también menos
errores.
-¿En qué relajas tu espíritu?
-En mis ratos libres me gusta mucho andar, y no lo hago. Me gusta perderme en el
monte, y me pierdo muy pocas veces (sólo cuando voy a Galicia). Y por último, me encanta
leer. Luego en otro orden de cosas, no de preferencias, están mis hijas... por ellas
daría la vida.
-Vives en Madrid y colaboras con la prensa escrita, la radio
y la televisión. Si no estuvieras en esta situación, ¿qué te gustaría hacer?
-¿Algo que puedo hacer y no me atrevo...? Irme a mi tierra, con mi mesa de trabajo,
una estantería con libros, un televisor, una radio que pueda escuchar -porque en mi
pueblo estamos tan marginados que no llegan ni las ondas de radio-, un ordenador, mi
fichero y con todo ello, dedicarme a estudiar a mi aire. Allí se gasta menos que en
Madrid, así que con lo que ganase en radio y un medio escrito, tendría suficiente para
poder vivir. El resto del tiempo lo dedicaría a terminar uno de los quince libros que
tengo empezados. Ese sería mi ideal de vida, y el que espero llevar a cabo cuando mis
hijas terminen la carrera y estén trabajando. |