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SEBASTIAN ALVARO
EL SOÑADOR DE LAS CUMBRES
TEXTO: J. M. López

El director de Al Filo de lo Imposible nace cuando sueñan una nueva aventura, se crece cuando la viven y muere cuando la culminan. Su vida es una consecución de aventuras narradas en plural.

Sebastian Alvaro
Foto:xxx

 

 

 

 

 

 

"Durante unos años el hombre urbano se ha preocupado de destruir y ahora vuelve a echar de menos los espacios vírgenes que tenía"

 

 

 

 

 

 

"El concepto que tenemos hoy en día del mundo, de los mares, de la tierra, de nosotros mismos, es la suma de un legado de ideas de aventureros que nos fueron mostrando el mundo tal y como era"

 

 

 

 

 

 

"Hemos compartido tantos momentos críticos que yo creo que no hace falta que hablemos; nos miramos y ya sabemos lo que estamos pensando".

 

 

 

 

 

 

"No somos inmortales y no vamos a poder elegir el tipo de muerte que queremos, pero sí podemos elegir vivir una vida plena"

"Llegar a la cumbre supuso dejar de sufrir pero, sobre todo, comenzar a soñar", escribió Sebastián Alvaro cuando alcanzaron la cumbre del volcán Licáncabur, en el desierto chileno de Atacama. Así transcurre su vida, entre cumbres y sueños, subiendo montañas desde los nueve años. Amante del cine y los documentales, Sebastián Alvaro comenzó en el mundo de la televisión a los diecisiete años, pasando por todos los departamentos técnicos, que le formaron para comprender el medio audiovisual. De la fusión de sus dos pasiones nació Al Filo de lo Imposible: años de programas, cientos de proyectos, el Polo Norte conquistado, once ochomiles superados, vuelos en globo a doce mil metros, buceo en los cenotes del Yucatán... Sebastián Alvaro ha llegado hasta aquí, pero muchos amigos se han quedado en el camino, porque cuando tu vida se convierte en una aventura constante, hay que pagar un precio.

-¿Cómo ha cambiando en ti en todos estos años el concepto de aventura y de riesgo?
-Yo creo que en nada. Recuerdo que el primer documental que hicimos, cuando todavía no éramos Al filo, se titulaba "La aventura del K2", y empezaba el texto diciendo: "Aventura, según el diccionario, es una empresa de resultado incierto o que entraña peligro". Yo sigo pensando lo mismo, y cada vez que nos planteamos una expedición primero pienso si lo que vamos a hacer se atiene a esa definición de aventura. Y si tengo alguna duda al respecto no lo hacemos.
Dice Messner, uno de los más grandes aventureros modernos, que "no hay aventura sin riesgo, sin arriesgar la vida". Yo pienso lo mismo. No quiere decir que no haya cosas magníficas y desde luego muy elogiables que no tengan riesgo, pero el que quiera una aventura se tiene que arriesgar. Y lo que se arriesga es la propia vida. Cada persona que sube a un monte de ocho mil metros por más que lo tenga controlado, por más que el tiempo sea bueno, siempre vivirá una aventura, siempre estará arriesgando su vida, porque siempre hay posibilidad de un cambio, de una situación que no controles, de un alud, de un repentino cambio meteorológico, de una nevada, de perderse, de un edema cerebral... Sin ningún género de dudas esa persona está arriesgándose.

-¿Dónde entran en la definición los llamados deportes de riesgo?
-A mí me parece que eso de los deportes de riesgo va más ligado a la moda y a una gran industria que mueve miles de millones de pesetas. Pero una cosa es esto y otra vivir la aventura. Hay que contarle a la gente que no puede ponerse a practicar lo que llaman deportes de riesgo sin ninguna clase de entrenamiento y sin gente que te dirija.

-¿Qué valor tienen para ti la vida y la amistad?
-Yo creo que no hay nada que merezca la pena más que la vida de un amigo o la tuya propia. No somos inmortales y no vamos a poder elegir el tipo de muerte que queremos, pero sí podemos elegir vivir una vida plena, llena de amistad y de gente al lado con la que tienes que contar. Es decir, no puedes ir atado a una cuerda en un glaciar, a 7000 metros de altura con una persona que no sea amiga tuya. Tú estás compartiendo tu vida con tu amigo y tu amigo contigo. Y de esos casos en Al filo tenemos muchos, como la historia que vivimos en el K2 en el año 94. No fue una historia de montaña, sino que fue una historia de amistad y de solidaridad, de gente que vive una aventura a casi 8.500 metros de altura, de una persona que se queda con su amigo y, a costa de su vida y de sus dedos, le intenta bajar y se queda con él hasta el último momento. Yo creo que eso son valores aplicables ahora, hace 500 años o dentro de 500 años.

-¿Cómo lo cambia a uno la montaña?
-Te hace ser un poco más escéptico, no creerte inmortal, comprender que la vida y la muerte forman parte de una misma historia que es tu historia, y que tarde o temprano la muerte vendrá de una forma natural. Te hace disfrutar mucho más de las pequeñas cosas cotidianas.
Yo hablo con mi gente, nos miramos y sabemos de qué va la historia. Hemos compartido tantos momentos críticos que yo creo que no hace falta que hablemos; nos miramos y ya sabemos lo que estamos pensando.Descenso en piraguas por aguas bravas

-¿Qué es lo imposible?
-Hay una frase, que no sé de dónde la cogimos, que nos sirve para definir el programa, y dice "lo imposible retrocede cuando se marcha hacia ello". En el mismo momento en que te pones a pensar y a trabajar en un reto imposible, se empieza a desmoronar el concepto de imposible. Es probable que tú no lo consigas, ni la generación siguiente, pero alguien vendrá y lo conseguirá. Puede haber retos como éstos, físicos, pero también hay retos intelectuales; qué pensar de Galileo, del primero que descubrió los anillos de Saturno, de la ley de la relatividad, de los agujeros negros... Todos son retos, aventuras de la mente que alguien va a desentrañar en el futuro. Donde llegue la cabeza, detrás irá el cuerpo. Tendrá que pasar un tiempo, porque la aventura intelectual siempre ha precedido a la aventura física, pero será así. "Todo lo que un hombre sea capaz de imaginar, otros hombres serán capaces de realizar", decía Julio Verne.

-¿Por qué surge la necesidad de subir montañas, bucear en las profundidades o adentrarse en cuevas inhóspitas?
-Yo creo que es fácil de entender, es muy simple. Lo que ocurre es que el hombre moderno pierde la perspectiva. Hasta hace diez mil años de esa larga historia de cinco millones de años, el hombre no paró de andar en la tierra, y por eso no hay que dar muchas explicaciones de por qué nos gusta andar. Lo llevamos genéticamente aprendido. ¿Y por qué nos gusta subir al monte e ir más allá y más lejos? Porque si eso no lo hubiera hecho el hombre desde un principio no hubiera sobrevivido como especie. Esto que elegimos ahora voluntariamente, antes era una obligación. Vivir para el hombre era una aventura, tenía que ser más fuerte y más inteligente que las especies que le rodeaban y luchar por la comida, por controlar el fuego, por inventar el tiempo. Y uno ha progresado simplemente porque Galileo descubrió el telescopio, Colón llegó a América, tal persona pudo medir el Himalaya, otro pensó en la tectónica de placas... El concepto que tenemos hoy en día del mundo, de los mares, de la tierra, de nosotros mismos, es la suma de un legado de ideas de aventureros que nos fueron mostrando el mundo tal y como era. Ya hay aventureros que están transformando esa idea, que están yendo más adelante y por tanto no hay que dar ninguna explicación de por qué se sube al monte. Yo creo que habría que dar más explicaciones de por qué nos quedamos en casa.

-Cada vez hay en nuestra sociedad un mayor gusto por la aventura. ¿A qué se debe?
-A que el hombre ha perdido el contacto con la naturaleza que ahora tanto reclama. Durante unos años el hombre urbano se ha preocupado de destruir y ahora vuelve a echar de menos los espacios vírgenes que tenía. Se trata de preservar las aguas, los mares, los bosques; los espacios vírgenes como la selva del Amazonas o los Himalayas, porque son los últimos rincones donde va a ser posible seguir viviendo la aventura. Y el hombre necesita vivir la aventura porque lo lleva dentro de sí.

-¿Cuál es la aventura más bonita que has vivido?
-Para mí la más satisfactoria es una de las que peor rodamos porque apenas teníamos cámaras, en el año 86, en el Karakorum, cuando subimos en apenas veinte días dos montañas muy bonitas. Era el equipo más compenetrado que hemos tenido en Al filo. Desgraciadamente en poco más de un año se mataron dos de las siete personas que éramos. Pero era un equipo glorioso.

-¿La más dura?
-Ha habido varias. Pero sin lugar a dudas de la que guardo un recuerdo más amargo es la vuelta del K2 en el año 94. Un regreso complicado, desagradable por los chinos, peligroso; estuve a punto de cascar en un río y además dejamos a un amigo allí. Peor no se puede dar.

-¿La más rara?
-El cruce de los Andes en globo. Yo creo que nos metimos de 'viva la virgen', y luego estuvimos a punto de no poder terminarlo.
globo aerostático

-¿Una cordillera que recuerdes con especial cariño?
-Sin lugar a dudas, el Karakorum.

-¿Un río?
-El Biobío chileno. Desgraciadamente ya no existe el tramo que bajamos nosotros. Era un río de rafting, difícil, pero con ese punto de dificultad tolerable que no te hace estar tan agobiado que no puedas disfrutar.

-¿Un mar?
-El de Tasmania. Lo descubrí ahora en Nueva Zelanda y me pareció una auténtica maravilla. Es un mar del que siempre se ha oído hablar a los marinos.

Pero Sebastián Alvaro será eternamente montañero, como demuestra esta reflexión suya ante el Gasherbrum: "Mientras haya hombres que se hagan preguntas y montañas que parezcan inalcanzables, unos y otras estarán condenados a encontrarse".

 

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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