Capítulo 1
Hoy en treinta guerras del mundo participan niños soldados. La Convención sobre
los Derechos del Niño, adoptada en 1989 por la Asamblea General de Naciones Unidas fija
en quince años la edad mínima para ser reclutado y participar en los conflictos, aunque
esta disposición está en fase de revisión. No podía ser de otro modo, no se puede
seguir manteniendo la hipocresía de un mundo occidental que decreta que la edad mínima
para trabajar son los dieciocho años y la edad mínima para combatir se reduce a los
quince.
Capítulo 2
En las guerras de hoy muchos soldados-niños se alistan voluntariamente. Recorren las
ciudades o las selvas con un fusil Kaláshnikov o M-16 al hombro, y la foto de familia en
el bolsillo. Minoritariamente alentados por sus padres, casi todos ellos se ven empujados
hacia el frente por otros motivos. Están solos, tienen hambre o buscan venganza.
Capítulo 3
Cuando los niños son reclutados, muchas veces son sometidos a un lavado de
cerebro, como en Perú, y obligados a participar en la tortura y la ejecución de sus
propios familiares. Los ejércitos que no tienen ya suficientes hombres en servicio suelen
reclutar niños para sus filas. Los niños son obedientes y baratos, son más
disciplinados, más fáciles de intimidar y menos propensos a desertar; son prescindibles
y se les considera más sacrificables, por eso en Irak e Irán los enviaban a recorrer los
campos de minas.
Capítulo 4
Una niña en un conflicto étnico es posible que sufra el trauma adicional del
abuso sexual. En la reciente guerra de la ex-Yugoslavia, por ejemplo, la violación de
adolescentes fue moneda común. En Ruanda las chicas que quedaron embarazadas llegaron a
los extremos de abandonar a sus hijos o suicidarse, debido al rechazo en su propia
familia.
Algunos niñas soldados son entregadas a sus compañeros a los que tienen que servir como
esposas o formar parte de un prostíbulo para soldados, como ponen actualmente de
manifiesto las esclavas sexuales de Japón.