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TIEMPO DE REBELDES

JOSE MARIA MENDILUCE
Texto: Mariló Hidalgo - Fotos: J.M.López

Julio Anguita


Posee ese atractivo casi mítico que tienen los revolucionarios que han sabido mezclar el corazón con la lucha, la sensibilidad con la rebeldía. Y él lo sabe.

José María Mendiluce es un experto buceador que ha sabido aguantar la presión y bajar a las profundidades de la vida para encontrar la raíz de las cosas. Es un radical nato, trostkista para más señas, que ha descubierto en la palabra su mejor arma. Quince años trabajando en la defensa de los Derechos Humanos, siendo testigo de genocidios, masacres, desolación, es mucho, incluso para él que parece no encogerse ante nada. Acaba de publicar "Tiempo de Rebeldes", un llamamiento a la participación y a la ciudadanía.

 

 

 

 

 

"En mi libro reivindico el derecho a soñar y yo quiero soñar que estamos en un tiempo de rebeldes"

 

 

"Soy radical porque creo que siempre hay que ir al fondo de las cosas, al origen"

 

 

"Me entusiasma ver la inmensa generosidad de la naturaleza cuando permites que se exprese"

Puntual a pesar del retraso de su avión, me recibe en un hotel de Madrid donde dará comienzo un día de lo más ajetreado para él: radio, un encuentro con ONG's, sesión de fotos, una comida, presentación de un libro... y luego avión de vuelta para Barcelona. Tengo suerte, soy la primera cita de la mañana. No hay huellas en su rostro que delaten que hoy haya tenido que levantarse a las seis para ir al aeropuerto. Tampoco hay huellas visibles de Angola, Nicaragua, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, operaciones humanitarias en las que participó como Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), un cargo que aceptó en 1980 y abandonó catorce años después. En medio fue enviado a los Balcanes, la mayor operación humanitaria de la historia de la ONU, una experiencia que sí le dejó marcado, pero esta vez en lo más hondo de su corazón y su conciencia. "Hoy siento insultada la memoria de las víctimas del genocidio al comprobar, avergonzado, que una banda de criminales mafiosos continúa impunemente libre y protegida ante las exigencias incumplidas del Tribunal Penal Internacional", reflexiona Mendiluce en su libro.

-¿Tanta impotencia te llevó a cambiar de rumbo y ocupar un escaño en el Parlamento Europeo?
-En cierta forma sí, pero no está reducida mi dimensión política sólo a la actividad parlamentaria. Tengo un pie en las instituciones y otro en las asociaciones, en la calle, en los movimientos sociales. Respecto a lo de Sarajevo, estamos luchando para que este verano en Roma se aprueben las bases para la creación de un Tribunal Penal Internacional Permanente. Cincuenta años después de la Declaración Universal de Derechos Humanos, seguimos asistiendo a genocidios, violaciones masivas, torturas a prisioneros, todo tipo de crímenes y delitos contra la humanidad y la naturaleza, y podemos denunciarlos pero no tenemos ningún instrumento de sanción para los responsables de estos crímenes. El Tribunal Penal para la Ex-Yugoslavia y el de Ruanda han mostrado los límites y también los avances que significa el tener un instrumento penal internacional capaz de juzgar y condenar a los que comentan crímenes que por su naturaleza estén por encima de las fronteras. No habrá justicia en el planeta, ni capacidad para poner en práctica la Declaración de Derechos Humanos, si no tenemos un instrumento como un Tribunal Internacional independiente a los Estados que sea capaz de juzgar por el mismo rasero a todos aquellos que cometan crímenes contra la humanidad. 

Lo de Sarajevo puso a prueba su espíritu de lucha. Al final, una mezcla de rabia y esperanza anidó en su corazón. Naciones Unidas reconoció su trabajo y le concedió el Premio por la Paz, luego llegó el Premio a la Solidaridad. Su coraje en la denuncia de los crímenes y defensa de los derechos de la población civil le dieron renombre internacional. Hoy utiliza sabiamente la palabra, su mejor arma.

-¿Por qué hablabas antes y por qué lo haces ahora?
-Hablo porque me gusta y porque es la esencia de la comunicación. Me tocó vivir en varios países en guerra, vi morir a amigos míos y otras gentes que no conocía pero que estaban cercanos a mí; personas que eran algo más que la cifra de muertos del día, porque tenían cara y nombre... entonces prometí que si algo podía hacer el resto de mi vida lo haría para evitar que aquello no volviera a repetirse. Hoy la única forma que se me ocurre es agitando las conciencias, y para ello la palabra es esencial. 

No es político pero dice hacer política por convicciones. No escapan a su crítica ni siquiera los miembros de su propio partido, el PSOE, aunque pertenece al grupo de los independientes, lo cual le da libertad de acción. Aunque en ocasiones y por exigencias del guión, vaya enfundado en un traje, siempre le acompañan a modo de amuleto, sus inseparables pulseras étnicas de vivos colores. Sin duda le dan un aspecto "progre".

-¿Por qué escribiste "Tiempo de Rebeldes"?
-Porque lo que más reivindico en este libro es el derecho a soñar y yo quiero soñar que estamos en un tiempo de rebeldes. Porque creo que es necesario que desarrollemos la capacidad de rebeldía ciudadana, sensata. Esa rebeldía que te conduce a decir que no a lo que no vale la pena vivir, a lo que nos lleva al desastre ecológico y humano. Creo que nos han robado los sueños en estos últimos años. Quizá el objetivo principal de lo que se suele llamar sistema es convertirnos en consumidores pasivos, es dirigir nuestros deseos, nuestros apetitos, reglamentarlo todo y al mismo tiempo orientarlo hacia una gama de productos de consumo que desvirtúan nuestra capacidad de deseo personal. Debemos sacudirnos el polvo del realismo político y aprender a ser libres ante un mundo que cambia rápidamente. Es un tiempo donde la rebeldía es urgente, quizá tanto o más necesaria que en otros momentos de la historia.Jose María Mendiluce

-Precisamente dedicas una parte del libro a hablar de los sueños. ¿Qué es para ti soñar?
-El sueño cuando deja de ser una especie de sensación opiácea, individual o compartida y se hace colectiva, se convierte en la suma de sueños individuales y entonces los sueños tienen gran fuerza porque pueden convertirse en objetivos y eso significa que puedes luchar por ellos. Nos movemos hace tiempo en esa simplificadísima gama del realismo donde todo lo que se salga de ahí se convierte en utopía. Ser capaces de soñar cómo queremos que sean las cosas en el siglo que viene, significa recuperar la iniciativa, recuperar el placer de vivir. Es darte cuenta de que cuando sumas voluntades, aparcas diferencias absurdas importadas, forzadas por los que quieren dividirnos, los sueños no sólo son maravillosos sino que además son posibles.

-Dentro de tus sueños ¿existe algún proyecto para el próximo milenio?
-El primero es llegar. Hace unos años pensaba que estaba duro, ahora creo que con un poco de suerte y fumando menos, quizá llegue -no puede evitar reírse-. El segundo proyecto es no moverme de casa la noche del 2.000 porque se van a estropear todos los ordenadores del planeta y será un caos, lo dice hasta la CIA. Pienso estar en casa, con mis amigos y con provisiones, ya que no funcionarán cajeros, ni reservas de avión, ni de hotel. Pero eso es lo de menos. Quiero entrar en el siglo XXI lleno de ilusión, de ganas de contagiar al máximo alguna de las experiencias que puedan ayudar a que el camino que otros inicien no les lleve a tropezar en las mismas piedras en las que tropezamos en este siglo. Será el siglo tecnológico y por supuesto el de las mujeres, eso lo tengo muy claro. Bueno, este siglo ya es vuestro, pero el siguiente será total. Y con ello no me refiero sólo al aspecto mujer, sino a los valores femeninos que han sido masacrados por la izquierda machista, racionalista. Me refiero a la sensibilidad, a la ternura, valores reales dentro de la sociedad humana que son en esencia vuestros, pero también contagiosos. Ojalá en el futuro, los hombres seamos más parecidos a las mujeres.

-En uno de los capítulos de "Tiempo de Rebeldes" nos das un paseo por tu adolescencia. Una etapa que describes con olor a libertad, a revuelta estudiantil, a pintadas, a Mayo del 68. ¿Cómo era aquel Mendiluce?
-Era bastante más excitado que hoy pero no más radical. Lleno de un ansia de libertad irrefrenable y una necesidad de hacerla amplia, colectiva. El mundo por aquel entonces a nosotros se nos quedó pequeño. Eramos muy jóvenes e ilusos porque curiosamente toda nuestra rebeldía luego se encuadraba en una disciplina partidista absolutamente demencial que nos llevaba a supeditar nuestra propia libertad individual, por el ansia de transformar el mundo a través de los partidos. Eramos una mezcla de muchas cosas y yo en particular era del ala más radical, la versión trostkista del marxismo.

-¿Por qué siempre participaste en movimientos radicales?
-Si no me equivoco -y no soy un experto-, etimológicamente hablando radical quiere decir ir hasta la raíz, que no tiene nada que ver con actitudes violentas o agresivas que a veces se atribuyen a los radicales del entorno etarra, por ejemplo. Ellos no son radicales, son una banda de fanáticos. Radical es por ejemplo Enma Bonino, la Comisaria Europea y gran amiga mía, que pertenece al Partido Radical Italiano. Soy radical porque creo que siempre hay que ir al fondo de las cosas, al origen.

 

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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