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LA SONRISA DESNUDA

JOSE LUIS SAMPEDRO
Texto: Mariló Hidalgo - Fotos: F. Muñiz

José Luis Sampedro

Con gran picardía habló desde el corazoncito de un diván para erigir a esta pieza como supremo instrumento erótico de la civilización. Sin duda, nos convenció.

 

 

 

 

 

 

Sonrió con los etruscos y creó una bonita historia de amor que conmocionó a un público que volvió a darle la razón.

 

 

 

 

 

 

 

 

Con El mercado y nosotros tuvo la osadía de reírse de la economía convencional a pesar de ser economista.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dejó volar su imaginación Mientras la tierra gira, hizo un canto a la vida con La vieja sirena y encontró su sitio definitivo en la peligrosa zona fronteriza.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Jose Luis Sampedro, escritor, economista, rebelde y sobre todo, eternamente joven.

-Cómo se puede llegar a fundir la mente de un economista con la pluma del literato sin padecer una crisis de identidad por ello?
-Depende de cómo uno entienda la economía. Para mí es una ciencia social, una ciencia con comportamientos humanos. Mire, si usted quisiera hacer un modelo económico de la inflación, descubriría que para controlarla necesita controlar también lo que llamamos la oferta monetaria. Es decir, al final tendría que poner de acuerdo a los sindicatos con el gobierno, con los empresarios para llegar a un acuerdo ¿no? Pues eso no será nunca un resultado matemático, será cuestión de influencias, poderío social, capacidad de negociación, etc. De modo que una ciencia social es sobre todo una ciencia de comportamientos humanos y dígame usted qué es una novela más que una cuestión de comportamientos humanos. Yo soy un economista social y el escribir con facilidad me ha ayudado a hacer más legibles mis obras de economía; y el saber de la economía me ha permitido hacer más sistemática mi preparación, sobre todo en la estructura de mis novelas.

-No obstante usted tuvo poco que ver con los economistas ortodoxos. Siempre mantuvo posturas críticas e intentó acercar esta disciplina al público en general.
-Claro, si yo hablo en la televisión de economía para todo el mundo, pretendo que me entiendan todos. Le aseguro a usted que las cuestiones básicas de economía, las que nos afectan a todos, se pueden explicar con una enorme sencillez. Cuando no se hace así es por pedantería, porque uno se encuentra en un congreso de economía o porque lo que se pretende en realidad es que no se entere nadie, cosa también muy común.

Es imposible disimular la sonrisa. Las distancias se van acortando a medida que transcurre la conversación. Es increíble cómo su juventud se filtra cada vez más a través de su expresión, su frescura y su sensibilidad. La pregunta suena a confidencia.

-¿Cuál es el secreto de su eterna juventud?
-No es el resultado de una fórmula aplicada, es algo que se hace instintivamente y creo que a ello contribuyen algunas cosas. Primero y muy importante es reírse de todo, especialmente de uno mismo. Creerse importante es lo más nefasto que hay, si uno se sitúa en un plano realista, de sencillez y humildad -creo que no se puede ser de otra manera-, uno llega a ser bastante indestructible. La juventud en mi caso no es el resultado de ningún secreto, me resulta más agradable tener este espíritu. Vivo mejor así.

-¿Qué le han aportado esos ochenta y un años que lleva sobre sus espaldas?
-La vejez -porque eso de la Tercera Edad me parece una estupidez-, con un mínimo de salud, cierta independencia económica y algo de riqueza cultural, me parece una edad estupenda. La salud no la tengo muy buena ya que padezco una afección cardiaca permanente, pero me voy defendiendo. A nivel económico, afortunadamente no tengo que pedir a mis hijos para vivir y con la cultura me paso ratos estupendos. Además tengo una suerte que tienen muy pocos -y perdóneme que lo diga- y es que escribo, y gracias a ello llego a mucha gente que me toma cariño, me escribe y se preocupan por mí. Escucho música, disfruto leyendo, voy al cine, al teatro... Me gusta la vida.

La sonrisa radiante que se escapa de su rostro sin duda rubrica la afirmación que acaba de hacer.

-No puede negar señor Sampedro que sabe sacarle jugo a la vida...
-Sí, por supuesto, como un enano. Pero no lo diga usted así porque podría escandalizar y resultar obsceno. Mire, nos educan para el miedo, para que tengamos miedo de pasarlo bien. Nos educan para que creamos que esto es un valle de lágrimas y que luego lo podremos pasar bien, pero sólo si somos buenos y dóciles. Pero mire usted, yo eso no me lo creo -no quisiera ofenderla si es creyente, yo no lo soy-, nadie me amarga a mí el placer de vivir. Esos señores de negro no me van a fastidiar.

-¿Y a qué viene lo de obsceno?
-Pues porque parece escandaloso que un señor de mi edad diga que se lo pasa bien. Hay gente a la que -perdóneme la expresión- le jodería muchísimo.

- Aquí entra el Sampedro con garra, el "abajo firmante" por el que fue conocido en tiempos de la Dictadura, un Sampedro que no está dispuesto a renunciar a nada. Su fama de conquistador, su erotismo vital transmitido a través de la pluma han conseguido enamorar a un público de lo más variado. Incluso llegó a publicar unos relatos eróticos en la revista Play Boy, ¿no es así?
-He sido un sentimental y un enamorado, pero no un conquistador. Un conquistador es un señor machista que cree que se apodera de la mujer y encima lo dice con jactancia. Yo he sentido siempre un gran respeto por ella a veces quizá excesivo. En cuanto a lo de los relatos eróticos, es cierto que fui el segundo premio de un concurso de relatos eróticos y que salió publicado en Play Boy. ¿Por qué voy a renunciar yo a lo erótico? El relato se titulaba Divino Diván y eran las memorias de un diván, escritas por cierto con un alto espíritu científico. Debe usted saber que soy un tratadista en divanología -comenta con sonrisa abierta-. No hay que confundir los divanes con las camas. La cama es convencional, definitiva, solemne; el diván es libre, transitorio, juguetón. En la cama se nace y se fallece; en el diván se hace todo lo demás... se desfallece.
Luego, aunque crea que no, hay que tener cuidado con los tapizados: cuero, satén, damasco... Unos resbalan y otros no. En fin, como puede ver, toda una ciencia.

-Una ciencia en la que usted parece ser experto... Me hablaba antes del erotismo, ¿cómo lo entiende usted?
-El erotismo es algo que la cultura añadió al sexo, igual que la gastronomía es lo que la cultura añadió a la nutrición. El sexo es el instinto vital de la cópula y de reproducirse y todo lo que usted quiera... Luego viene la cultura y lo adorna con un montón de cosas. Eso es el erotismo.

-Vamos, una cuestión cultural manejada también por el poder.
-Sí, especialmente de poder porque el condicionar el sexo les da a los señores de negro un poder extraordinario. Fíjese en el poder de bendecir y anular matrimonios en el caso de reyes, empresarios, etc. Además de mover intereses enormes, a la Iglesia se le hacían grandes concesiones. El pecado, la invención de pecado es un invento morrocotudo. ¿Usted comprende que un niño recién nacido sea un pecador, que alguien venga y diga que tiene arreglo porque le echa agua sobre la cabeza y le pone su mano encima...? Vamos, que eso de perdonar los pecados les ha proporcionado una fuerza fenomenal. ¡Menuda ganga!

-¿Y usted se ha visto influido también por esta educación?
-Sí, desgraciadamente me condicionó y tardé tiempo en separarme de estos planteamientos. La fuerza de estos señores de negro es heredada del pasado y en un país como el nuestro, tienen la fuerza suficiente como para influir en la primera etapa de enseñanza e inocular esas ideas desde la más tierna infancia. La mayoría de la gente no consigue quitarse esos planteamientos de la cabeza y a otros nos ha costado mucho.

-Me pregunto, señor Sampedro, ¿en qué cree usted?
-Creo en el ser humano. Una civilización humana es la que sigue la regla del griego que dice que "un hombre es la medida de todas las cosas". Subjetivamente hablando, creo que no puede ser de otra manera. Pienso que una sociedad no será humana, ni humanista, mientras no sea laica, mientras se siga impartiendo la enseñanza religiosa obligatoria. Esta sociedad está empapada de la mentalidad de que la mujer es un ser de segunda -la mujer es la pecadora, la carne es del pecado, etc.-, mentalidad que viene heredada especialmente de la Iglesia que aún no ve a la mujer digna por ejemplo, para el sacerdocio. Mientras la mujer no sea tan persona como el hombre, no seremos una sociedad humana, seremos una sociedad machista, católica, religiosa o lo que quieran... pero no humana.

-Siempre ha demostrado ser una persona que piensa por su cuenta, ¿ha sido castigado por ello?
-Yo comento las cosas con consideración y respeto a los demás. Pero recuerdo cuando se publicó mi libro El río que nos lleva, en pleno franquismo y me ofrecieron hacer una versión radiofónica de él. Aquello hubiera sido una buena publicidad para mí, pero no llegó a ver la luz porque me dijeron que yo era uno de los "abajo firmantes" ya que siempre firmaba escritos en la Facultad protestando contra el sistema de enseñanza de entonces. Cosas como esas sí me han ocurrido, pero también lo digo sin ningún tipo de heroicidad.

Sampedro fue profesor de Estructura Económica en Madrid. Por sus atípicas clases pasaron casi todos los economistas de hoy que estudiaron en aquella época en la capital de España: Solchaga, Alvarez Rendueles o Estefanía Moreira. Fue asesor del ministro de Comercio siendo un declarado antifranquista y para más inri, escribió en tono divulgativo y escéptico un cómic de iniciación a la economía: El mercado y nosotros "para que la gente no se crea lo que le dicen los economistas sobre el mercado. Ellos aseguran que el mercado es libertad, y eso es falso. Lo que te permite elegir no es el mercado sino el dinero que tú tienes cuando vas al mercado".

-Siempre fue un adelantado para su época, incluso se declaró europeísta en plena dictadura...
-Publiqué en 1957 el libro más gordo que se haya escrito sobre la integración de España en Europa. Digo el libro más gordo, no el mejor. Y en cambio a mí hoy, no me interesa lo de Maastricht. Me parece una estafa decir que esa es la única puerta posible hacia Europa. Europa es mucho más que una unidad económica, y Maastricht no es siquiera eso, es una unidad comercial y financiera. A mí lo que me interesa es una unidad humana y social, aspectos no incluidos en esa unidad europea de la que se habla.

- Su mente vuela como una mariposa en primavera. Experimenta el maravilloso placer de poder dar vida a cualquier tema sólo con su mente. ¿Cuáles son sus fuentes de inspiración?
-Infinitas. Físicamente tengo las facultades reducidas, pero mentalmente no. Podré decir disparates, fallar o no, razonar algunas cosas, pero imaginar imagino lo que me da la gana. Todo puede llegar a ser una buena historia, sólo hace falta captarlo. De esta misma conversación podría salir una gran novela, ¿no cree?...

"Igual que un niño que juega en la arena y encuentra una concha nacarada, o un guijarro pulido por las olas, o un corcho desprendido de las redes y, conquistador de semejante maravilla, corre hacia la madre a ofrecerle el humilde tesoro y la hazaña de haberlo hallado, arrancándoselo al mundo por ella"(*), así Jose Luis Sampedro se aproxima a sus lectores, a sus amigos de manera inmediata, como un niño que ofrece su mejor tesoro, el más sencillo, el más valioso... todo él.

(*) Mientras la tierra gira. Plaza y Janés.

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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