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Oradour
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![]() Los separaron en dos grupos, los hombres por un lado y por el otro, las mujeres y los niños. Los primeros fueron repartidos entre cuatro graneros locales y los casi 500 mujeres y niños, encerrados en la iglesia del pueblo. Después, comenzó el horror. Los hombres fueron ametrallados y rematados a punta de pistola. En la iglesia, donde gemían de pánico las madres abrazadas a sus hijos, los cobardes verdugos, incapaces de mirar a los ojos a sus inocentes víctimas, arrojaron por las ventanas bombas de humo tóxico para envenenarlas. Cuando vieron que esto no bastaba y que se sucedían los gritos de dolor, arrojaron granadas de mano, ametrallando a los que intentaban escapar. Por último, incendiaron el edificio de madera, que ardió como una gigantesca pira. Los soldados completaron su siniestra obra prendiendo fuego a los 328 edificios del pueblo y reduciéndolos a cenizas. En la masacre de ese día murieron, de una forma atroz, un total de 642 personas: 189 hombres, 240 mujeres y 213 niños.Desde su inauguración en 1999 más de medio millón de personas han visitado el Memorial de Oradour, convertido en lugar de recogimiento y reflexión. Sólo unos pocos vecinos lograron salvarse, menos de una decena. Un niño llamado Roger Godfrin, alertado por su instinto infantil, se había escabullido de la plaza y había corrido hasta un bosque. Una mujer, Margueritte Rouffanche, había logrado saltar de una ventana de la iglesia y había huido a una huerta, donde un soldado la había ametrallado y dado por muerta. Y algunos hombres, malheridos que se habían quedado quietos debajo de las pilas de cadáveres en los granero. Contó Margueritte, días más tarde, que una joven vecina suya había intentado pasarle su bebé de siete meses para que lo salvara, pero que ambos habían sido alcanzados por las ráfagas de ametralladora. Después de la liberación, el general Charles de Gaulle ordenó que los restos de Oradour-sur-Glane se conservaran tal como habían quedado el día de la tragedia. Nueve años más tarde, en 1953, se iniciaron los Procesos de Burdeos, en los que 65 soldados (la mitad de ellos franceses alsacianos de etnia alemana) fueron encausados por la carnicería. Los juicios provocaron una profunda tensión en Francia, dividida entre los que condenaban la matanza y los ciudadanos de Alsacia, pro-alemanes. Dos de los acusados fueron condenados a muerte (aunque sólo pasaron por la cárcel). El resto fue absuelto o cumplió penas leves. Ninguno de los 21 oficiales nazis que declararon ante el Tribunal logró dar una explicación para tamaño castigo colectivo, aunque se supone que de esta manera el régimen nazi había pretendido vengar su derrota en el Desembarco de Normandía. Durante la guerra, no sólo Oradour sufrió la crueldad de las SS. También la conocieron la villas de Kortelisy (actual Ucrania), Lídice en Checoslovaquia (actual República Checa), el pueblo holandés de Putten y los villorrios italianos de Sant'Anna di Stazzema y Marzabotto, así como innumerables aldeas soviéticas. A finales de los años 80 surgió la iniciativa de convertir las fachadas ennegrecidas, los coches calcinados y los restos de objetos cotidianos que permanecían entre las ruinas de Oradour-sur-Glane en un Memorial que recordase para siempre a la humanidad el horror de la guerra y la inhumana barbarie nazi. A 70 años de esa atrocidad, el presidente alemán Joaquim Gauck y su homólogo francés François Hollande han visitado las ruinas. Ambos recorrieron, tomados de la mano, las desoladas calles y, juntos también, inclinaron la cabeza y rezaron ante el destruido altar de la iglesia, escenificando la reconciliación franco-alemana después de la Segunda Guerra Mundial. "Francia y Alemania han entendido que el horror de la guerra puede volver en cualquier momento. Frente a ello, han querido construir una Europa que avanza apoyada en la libertad, la dignidad y la solidaridad", ha señalado el presidente alemán, antes de fundirse en un emocionado abrazo con Hollande. Desde su inauguración en 1999 más de medio millón de personas han visitado el Memorial de Oradour, convertido en lugar de recogimiento y reflexión. Y todos ellos, sin excepción, se han estremecido ante las palabras escritas en el cartel situado a la entrada del pueblo: "Souviens-toi!.." (¡Acuérdate!..). Δ
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