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Alimentando el espíritu
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Una realidad que más que verla hay que saber digerirla. Todo depende de qué manera y de qué modo la miremos. Necesitamos reencontrarnos para restablecer el amor perdido. Mañana puede ser demasiado tarde para hallarnos con el alma. En el hoy nos jugamos el ser y también nuestra propia eternidad. No malgastemos pues los instantes en caminos que no son vida. No derrochemos energía en vivir como piedras del camino. No dilapidemos palabras que no salen de nuestro profundo mar. No tiremos nuestra vocación viviente por la borda del egoísmo. Que el sol disipa las nubes de algodón, las corrientes del viento, los mares de nieblas, y lo hace por un baño de luz en las pupilas. Tomemos en serio los lenguajes que nos hablan de Dios. Dejémonos crecer por sus latidos, en su sigilo envolvámonos. Vaciémonos para que Él trabaje en nosotros y nos embellezca. Somos poetas vivos en busca de soledades compartidas. Aspiramos a ser la poesía para la que hemos sido creados. El deseo es nuestro y nuestro es el desvelo por lograr el vuelo. Cuando el espíritu se desanima es menester ponerle alas. Un corazón animado puede con todo, para todo halla remedio. Lo que sale de adentro lleva consigo el soplo de la compasión. Si en verdad conociéramos el verdadero fondo de los hechos, seriamos más sensibles a los asuntos que brotan de la vida y más compasivos con los que viven cautivos del mal. La maldad destruye las conciencias hasta arrastrarnos al abismo. Es la raíz de todos los males y el árbol de todos los vicios. Acostumbrarse a convivir con lo perverso es un mal presagio. Es como llevarse a la mente el lobo por el que suspiramos, y no el ángel por el que respiramos en una atmósfera de libertad. Δ
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