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Bin Laden ha muerto... ¿Y qué?
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Es bueno recordar ahora que Bush nos vendió la historia de Bin Laden como el cerebro del atentado de las torres gemelas. Es bueno recordar que luego, con el paso del tiempo, no todos estuvieron de acuerdo con esa historia, sobre todo cuando salieron a la luz lazos de amistad y negocios entre Bush padre y la familia Bin Laden. En cualquier caso, el asunto sirvió para proclamar la guerra contra el terrorismo internacional, para crear el llamado “eje del mal” y para justificar la invasión de Afganistán y luego Irak, como piezas importantes en la lucha por la libertad y para vivir en un mundo más “tranquilo y seguro”. Eso nos dijo Bush, apoyado por Aznar. Hoy podemos afirmar que todas fueron mentiras y que el mundo está mucho peor que antes. No así el negocio de la guerra yankee, con sus empresas privadas haciéndose de oro por la venta de armas y con la reconstrucción de lo que la apisonadora yankee ha destruido. Ahora nos dicen que han matado a Bin Laden, y lo proclaman como un paso vital para los EE.UU. y para el mundo. Aunque parece ser que el mundo no experimentó ninguna alegría especial, es evidente que nos preocupan más otras cosas. Pero la cuestión es si se podía considerar hoy en día a Bin Laden como el enemigo público número uno, porque que sepamos, no tuvo nada que ver con la crisis económica mundial, por ejemplo, que está causando más víctimas y daños colaterales que toda la actuación de Al Qaeda en estos últimos años. Sin embargo, los responsables de la crisis, la mayoría, siguen en sus puestos, rodeados de oro y de poder, intocables y respetados. Se está celebrando la muerte de Bin Laden como si a partir de hoy el mundo fuera a dormir mejor. Pero lo que quita el sueño a las personas normales, a los ciudadanos comunes, que son la inmensa mayoría, es el hambre, el paro, las injusticias, las enfermedades y la creciente falta de escrúpulos y de respeto a las leyes que muestran los políticos, los jueces y todos los “responsables” del cotarro mundial. A mí, la muerte de Bin Laden me deja indiferente, porque nunca me creí la historia que nos vendieron, porque no me creo la que ahora nos venden y porque no va a dar de comer ni crear puestos de trabajo a nadie. Los delincuentes peligrosos del siglo XXI visten trajes muy caros, se codean con la élite, son respetados y reconocidos públicamente y están por encima del bien y del mal, y también de la justicia. Las bombas de Bin Laden supuestamente mataron a personas, es cierto, pero las mentiras, las trampas, las artimañas económicas de los sistemas financieros mundiales están estrangulando a la humanidad, a millones de seres humanos. Ese nivel nunca lo podría haber alcanzado Bin Laden. Obama dice eufórico que “el mundo es más seguro ahora”. ¿Para quién? “Se le ha cortado la cabeza a la serpiente”, dijo el principal asesor de seguridad de la Casa Blanca. Pero... ¿no fue la Casa Blanca la que alimentó durante mucho tiempo y engordó a la serpiente? Además, las noticias sobre la forma en qué mataron a Bin Laden, el momento, y como se deshicieron del cadáver, son, como poco, extrañas y sospechosas. ¿Nos están mintiendo otra vez? ¿Se crearon el mito con mentiras y se deshacen de él con mentiras? Todo es confuso, oscuro, misterioso. Muy típico del imperio. Lo que resulta sorprendente es que nadie manifiesta dudas o sospechas sobre el asunto. Es evidente que el personal es fácil de convencer, sólo hay que darles lo que piden y elevarlo a la categoría de “gloria nacional”. Es frustrante. Además, el momento es idóneo, la economía de los EEUU está por los suelos, la popularidad de Obama en entredicho. Hacia falta un golpe de efecto de esos que tanto les gusta a los Yankees. Evidentemente, lo de Bin Laden era una carta en la manga. ¿Por qué no se capturó vivo a Bin Laden y se le llevó ante la justicia? ¿Por qué nunca sabremos su versión sobre los acontecimientos que le colocaron como enemigo número uno de los EEUU? Bin Laden ya nunca hablará. Y no podría faltar, por supuesto, la guinda en forma de opinión de Bush... “Este es un momento profundamente importante para la gente de todo el mundo que quiere construir un futuro común de paz, libertad y colaboración para nuestros hijos”. Ahí es nada. O sea, todos tranquilos que la desaparición de Bin Laden va a corregir el hambre, las injusticias y va a devolver los puestos de trabajo. También se van a acabar las guerras, porque ahora los EE.UU. ya no necesitarán invadir países. Por tanto, cerrarán sus fábricas de armas e invertirán sus dólares en crear empresas, hospitales y escuelas por el mundo. Y colorín, colorado. Dicen que el mayor problema de un tonto es que cree que los demás son más tontos que él. Pero quien siga creyendo algo de lo que dicen los yankees, o es muy tonto o necesita aparentarlo, le interesa aparentarlo. En fin, Bin Laden ha muerto, eso dicen. ¿Y qué...? ¿No se alegraría más el mundo si los gobiernos les quitaran el poder a los banqueros y facilitarán que el dinero llegara a quienes lo necesitan? ¿No se acabaría con el terrorismo internacional si los EEUU respetaran a las naciones, a sus derechos y libertades, y dejaran de creerse los amos del mundo? Pero parece ser, que los ciudadanos de los EE.UU. valoran más el “orgullo nacional”, herido en las Torres Gemelas, que el derecho al trabajo, a la sanidad y a una vida digna. Necesitan sentirse importantes, aunque el precio a pagar sea muy caro y muy indigno. Bin Laden ha muerto. Ya podemos dormir tranquilos, aunque el ruido de las tripas a lo mejor no nos deja. Viva la estupidez. Δ
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