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Malas personas
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A mi me enseñaron que “mala persona” era aquella que hacía cosas malas, al igual que “tonto” es aquel que hace tonterías, según Forrest. Yo diría que Zapatero no es una “mala persona” porque no hizo ni hace, intencionadamente, mal a nadie, y mucho menos tomando una decisión que le honra democráticamente y que demuestra que lo suyo no es precisamente “apego al poder”. Otra cosa es que su gestión política como Presidente del Gobierno sea mejor o peor, pero eso ya es cuestión de gustos y opiniones. En cambio, se podría decir de Camps que es tonto, porque dice y hace tonterías, y las hace desde una perspectiva, además, cínica, llena de engreimiento y de falta absoluta de respeto a los suyos y a los otros, si es que para él existen “los suyos”, cosa que dudo. Zapatero, como persona, emana buen rollo, fiabilidad, sencillez e, incluso, ingenuidad. Camps, como persona, emana desconfianza, provoca grima, transmite ese “no sé qué” que también transmiten los obispos. Es alguien a quien yo no daría la espalda. Su sonrisa, a diferencia de la de Zapatero, esconde un mal aliento, encubre intencionalidad, deja el ambiente enrarecido, porque la sonrisa es uno de los “gestos” que más definen a la persona, y Camps la acompaña con un levantamiento de cejas que transmite algo así como... “me importas tres cojones y a pesar de todo te sonrío”. Camps, sin pretenderlo, se ha colocado el cartel que le define, “mala persona”. ¿Por qué? Pues porque le ha jodido tanto la decisión de Zapatero que se ha cabreado y al hacerlo ha dejado salir su interior y ha acusado a Zapatero de lo que él mismo mastica y traga todos los días, su propia bilis. A ningún político del país se le hubiera ocurrido llamar a Zapatero “mala persona”, sencillamente porque eso trasciende los niveles en los que se mueve la política. Para hacerlo hay que estar usando la política para otros fines, y ahí es donde se mueven los insultos, las descalificaciones y lo propio de las “malas personas”. En cualquier caso, todos sabemos que los políticos son actores que representan papeles temporales que abarcan desde la comedia hasta el melodrama. Y ellos también lo saben. Pero algunos, que sólo buscan asegurar su futuro para cuando cierre el teatro, no sólo representan su papel sino que lo viven constantemente. Entonces se convierten en zombis de sus ambiciones, en los primeros que se adoran a sí mismos, y necesitan alimentarse permanentemente del aplauso del respetable, aunque para ellos el respetable sea simplemente esa masa ignorante que le adula con su voto. Camps vive una constante representación. Su “beatífica” sonrisa es su forma de corresponder a los “orgasmos emocionales” de sus seguidores. Sus gestos son los de cualquier divo de la farándula, y de tanto uso se han convertido en rictus cansinos e inexpresivos. Poco a poco, día a día, se está parodiando a sí mismo. Y lo peor es que ahora Zapatero le ha cercenado de un plumazo motivos para sus actuaciones esperpénticas, por eso le ha provocado en lo más interno, le ha cabreado y le ha hecho expulsar su propio yo. Así que leamos y entendamos lo de “mala persona” como un autoanálisis, como un desnudarse ante su entusiasta público, como una definitiva declaración de principios. Aparte de eso, y para quien lo desee, se puede encontrar más material de ese que definen a las “malas personas” en su propia gestión al frente del gobierno valenciano. Pero ese es tema para los jueces y para aquella prensa que no se venda ante los poderosos con sonrisa “angelical” y propina generosa. Extraños tiempos estos en los que se confunden los conceptos y el más tonto es aclamado y elevado a los altares del poder y la efímera gloria humana. Pero es lo que hay, son tiempos de degradación, de liquidación de retales y de cierre. Y ya sabemos que en tiempos así, la honradez, cuando esporádicamente se manifiesta, no se la reconoce. Pero la vida, la historia, acaba poniendo a cada uno en su sitio. Y Camps nunca ocupará el mismo espacio histórico que Zapatero. Las “malas personas” van en otro capítulo. Δ
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