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La lección de los cayucos
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La vida nos entrega lecciones que se nos pasan desapercibidas. La lección de los cayucos es una de ellas. ![]() La menguante cultura del don, (de donación y entrega incondicional), nos ha empedrado el corazón de indiferencia. Hasta los suspiros han perdido el alma y nadie se pone a reparar daños causados. La pobreza, y sobre todo, “La pobreza, y sobre todo, la creciente desigualdad entre áreas, continentes y países, incluso dentro de estos últimos, debieran estar en todas las agendas de todos los poderes del mundo y de las naciones”.la creciente desigualdad entre áreas, continentes y países, incluso dentro de estos últimos, debieran estar en todas las agendas de todos los poderes del mundo y de las naciones. Hay que dirigir nuestras fuerzas hacia los marginados, emplearse a fondo en considerar la regeneración de la sociedad a partir de las exigencias de los indigentes y necesitados. Es un acto de corazón indispensable, una verdadera cuestión social. Nuestro país debe estar en primera línea de salida. Lo que no tiene sentido es que un poder tan vital como el de la justicia pierda el tiempo ahora en desempolvar los muertos de una incivil guerra. Si la justicia es el hábito de dar a cada cual lo suyo, hágalo en vida y a los vivos. Tarea no falta, la desigualdad en el mundo nos desborda. Tampoco tiene muchas luces que poderes como el ejecutivo o el legislativo gaste sus fuerzas en historias, que no pasan de ser de salón, cuando tenemos una crisis económica galopante, donde España bate el récord en creación de parados, sobre todo de inmigrantes que vinieron en cayucos. La lección de los cayucos, para bien o para mal, es un diario en nuestro país, y aunque la inmigración es un fenómeno presente desde los albores de la historia de la humanidad, que nos van a decir a los españoles de ello, el hecho de que en nuestros días se haya convertido en una emergencia para muchos seres humanos ha de interpelarnos, no dejarnos en la pasividad, viéndolos morir en la mar o vivir en condiciones infrahumanas. Aparte de exigir nuestra solidaridad, la de cada uno en particular, impone al mismo tiempo respuestas políticas eficaces y actos de justicia, donde los diversos poderes de un Estado social y democrático de Derecho han de trabajar coordinados y en la misma dirección, a pleno corazón y a pleno rendimiento. Este esfuerzo si que debiera ser prioritario. Víctor Corcoba Herrero. Escritor.
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